El Dr. Franz de Copenhague en el Oeste.
Es difícil juzgar con ecuanimidad el nuevo film de Jean-Pierre Jeunet, porque reúne lo mejor del director, su gusto e imaginación en la composición del plano, la magnífica fotografía y la brillante utilización de todos los elementos iconográficos: esquemas, dibujos, maquetas… surgidos de la mente científica y soñadora de nuestro pequeño protagonista (estupendo actor infantil, Kyle Catlett); un inesperado homenaje a nuestro Dr. Franz de Copenhague y sus inventos del inolvidable TBO, pero también lo peor, la melaza sentimental y un guión (basado en la exitosa novela de Reif Larsen) lleno de agujeros y sinsentidos.
La historia es una fábula infantil con un agradable sabor antiguo, dividida en tres bloques. El primero la narración, desde la óptica del protagonista, de la vida de una familia disfuncional en el aislado y maravilloso paisaje de la región de Montana (puro Medio Oeste) el padre, un tópico cowboy (parece surgido de un anuncio de tabaco), la madre una dudosa e incoherente científica/entomóloga (correcta Helena Bonham-Carter) y los hermanos, un imposible cowboy hiperactivo y una fastidiada adolescente. Faltaría la abuelita/o que creo existía en la novela original.
La segunda parte, la mejor, el fantástico viaje de nuestro héroe hacia la Ciudad, Washington en este caso, donde espera recibir un premio del prestigioso, allí, Smithsonian Institut. Una maravillosa utilización de trenes y paisajes, con personajes y atmósfera que parece tomada de los dibujos de Norman Rockwell.
Ese viaje de aprendizaje, entre lo onírico y lo realista, resulta apasionante y podría significar para los niños espectadores, lo que supuso el mítico film “Los 5 mil dedos del Dr. T” 1953, de Roy Rowland, para los niños de mi generación: una película inolvidable.
Lamentablemente, una tercera parte/ conclusión se centra en los peligros de la gran ciudad. Paródica cena homenaje y cliché de la temible TV basura, todo resbalando hacia la buscada lágrima final. Suerte que en este bloque cobra protagonismo, la magnífica Judy Davis, una bruja moderna perfecta, que sabe aunar el sarcasmo con una humanísima ironía.
Parece un nada sutil, mensaje de alabanza del campo y la familia tradicional, un toque de conservadurismo Tea Party, frente al peligroso progreso urbanita (aunque nada nos explica, del porqué esos amorosos padres permiten y estimulan el uso de armas de fuego a sus retoños; ¿quizás pertenecen a la asociación Nacional del Rifle?). La moraleja lacrimógena final desequilibra un film que podría ser perfecto. Por cierto, ¿no era en esos mismos parajes idílicos de Montana, donde dos cowboys enamorados, veían destrozadas sus vidas por el feroz conservadurismo de la vida campestre?
***********************************************************************************************************
NOTA: Las fotografías insertadas en este post son propiedad de sus autores.