Marc (Benoît Poelvoorde), un burócrata que sufre de problemas de corazón, pierde su tren en un pueblo durante un viaje de trabajo. Obligado a quedarse la noche, visita un bar y conoce a Sylvie (Charlotte Gainsbourg). Después de un primer diálogo en la calle, la cámara los encuentra horas después, al amanecer, en un mirador. Sin saber nada el uno del otro, ni siquiera sus nombres, deciden reunirse a finales de esa semana en un parque de París. Ella, atada a un matrimonio infructuoso, llega a la cita antes de tiempo. Él, atado a una cita de trabajo, sale tarde y sufre un accidente. El encuentro no se materializa.
Encaprichado, Marc regresa al pueblo en busca de Sylvie. Al no encontrarla, canaliza su frustración en su trabajo. Y es ahí, entre el papeleo de la oficina, donde conoce a Sophie (Chiara Mastroianni), el pálido reflejo de Sylvie. Marc, resignado, empieza a salir con Sophie: la visita cada fin de semana, conoce a su suegra, decide casarse. Su decisión, producto más de la conveniencia que de la pasión, se enturbia cuando empiezan a reaparecer ciertos objetos y gestos en torno a Sylive. Y es entonces que la trama –y el drama– comienza: Marc se da cuenta que las dos son hermanas.
Lo mejor del film es el gran reparto de actores con el que ha contado Jacquot. Juntando a dos de las mejores generaciones del cine francés/italiano, Catherine Deneuve y su hija (dentro y fuera de la pantalla) Chiara Mastroianni, fruto de la relación de su madre con el gran actor italiano Marcello Mastroianni. Ver en pantalla a tan grandes intérpretes hace que interiorices más en el conflicto existente, una situación tan shakesperiana como dramática en exceso. Tiene un estilo muy a la francesa, trata un triángulo amoroso donde los personajes de destruyen poco a poco. Habla de obsesión, pasión, deseos y amantes prohibidos. Ves como una familia se rompe en pedazos, la relación de dos hermanas inseparables que se ve truncada por un hombre. Con sabiduría, Jacquot transmite las frustraciones de los personajes y la inevitabilidad de sus deseos. La película repite el proceso de enamoramiento en dos instancias. Y es en esa ligera variación, en la posibilidad de continuar uno y verse obligado a olvidar el otro, que surge la tensión de la película y también su necesaria resolución.
La estructura de la película podríamos situarla en la “tragedia griega y/o shakesperiana”. El tono y el ambiente terrorífico que su director ha querido plasmar en el film en cuanto a la música de suspense (que tanto reconocemos en cualquier thriller psicológico del maestro Hitchcock), es un elemento fundamental del film. Gran composición de Bruno Coulais. Observamos cómo los protagonistas del film se destruyen ellos mismos. Marc, que siente dolor y angustia cada vez que algo sale mal en su triángulo amoroso, miedo a que su corazón se rompa. De ahí el título de la película “3 corazones”, y quizá la premisa gira en torno a que alguno de ellos deje de latir.
En 3 corazones, la más reciente película de Benoît Jacquot, quien durante años trabajó como asistente de la famosa escritora y también cineasta Margarite Duras, la repetición de un puñado de artefactos determina el desenlace de la trama: un encendedor rosado, un espejo antiguo, una fotografía. Solo que en esta ocasión no resuelven la trama, sino más bien la complican y nos obliga a realizarnos la eterna pregunta: ¿qué hubiera sucedido de haber llegado a tiempo a la cita?
Una película preciosa.
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