Confieso que he tardado más de la cuenta en ir al cine para ver la última película de Pedro Almodóvar: “Julieta”. Hace años que me sucede esto, lejos quedan los tiempos en que contaba los días para la fecha de estreno de sus películas. Dicho esto, también confieso que Almodóvar contará siempre con mi respeto como escritor y director de cine. Debe ser muy difícil resistir la presión, externa e interna, de tener que crear siempre “obras maestras”, como les sucede sólo a los más grandes directores de cine. No de todos se espera eso, lo que significa que Pedro Almodóvar es un maestro, pese a quien pese…
Hace ya más de quince años que la escritora canadiense, Alice Munro, es una de mis creadoras literarias preferidas. Actualmente es la mejor escritora de relatos cortos, no descubro nada. Por otra parte, tengo la sana costumbre de no comparar una obra literaria con la adaptación que de ella se ha hecho para el cine, y tampoco lo haré ahora. Son disciplinas artísticas distintas y cada una tiene su propio recorrido.
No sé bien cómo hablar de “Julieta”, en qué términos hacerlo ni cómo definir lo que el director ha querido plantearnos. Tengo sentimientos encontrados. Por un lado está la historia, por otro los personajes y sus intérpretes.
Sinceramente, me hubiera gustado encontrar la contención, el drama puro y las emociones de las que tanto hablaban quienes vieron la película días atrás antes de su estreno oficial. Tan sólo logré vislumbrar cierta aproximación a todo ello en el desolado rostro de Emma Suárez (desde luego la Julieta más creíble) y cuyo esfuerzo para realizar esta interpretación se nota de lejos.
Quizá sea por un casting fallido, no logro comprender la elección de Adriana Ugarte (actriz que me parece sobrevalorada y a quien este papel y este director le vienen grandes), o porque no todos los personajes están bien dibujados y/o desarrollados en la historia. Siento que “algo” falla para que “Julieta” haya podido alcanzar la dimensión dramática que Almodóvar sin duda quería y que ya logró en parte de su obra anterior: “Volver”, “La ley del deseo”, “Tacones lejanos”, “La flor de mi secreto”, “Hable con ella”, “Todo sobre mi madre” o, incluso “Matador” (en la que Assumpta Serna estuvo maravillosa en su interpretación).
Pasé toda la proyección de “Julieta” recordando otra película: “Mon amie Max” del director canadiense Michel Brault. Película de 1994 protagonizada por Geneviève Bujold (Max) y Marthe Keller (Catherine), es un melodrama de movimiento lento sobre la búsqueda de un hijo al que Max tuvo que entregar en adopción al nacer, cuando ella tenía quince años. 25 años después regresa a Québec para localizarlo. Max llega a casa de su mejor amiga (Catherine) llevando consigo una maleta, en la que guarda la ropa de bebé y de adulto que ha ido comprando para su hijo en cada uno de sus 25 cumpleaños.
El rostro de Bujold durante toda la película (casi siempre protegido por unas gafas de sol) tiene tanta fuerza en su sufrimiento que su sólo recuerdo me estremecía y hacía preguntarme ¿por qué no me sucede lo mismo al ver “Julieta”? Es curioso, el plano final de “Mon amie Max” es el de Bujold quitándose las eternas gafas de sol y sentándose en la banqueta del piano para volver a interpretar a Bach (tras 25 años sin poder hacerlo) mientras su mejor amiga, Keller, apoya la mano en su hombro y la cámara se aleja de ellas a través del largo pasillo, como también hace Almodóvar en el momento en que Julieta (Emma Suárez) escribe a su hija.
No sé si recordar una película mientras estás viendo otra es bueno o malo, quizá necesite ver de nuevo “Julieta” para averiguarlo.
No quiero finalizar este artículo sin hablar del trabajo de dos grandes actrices: Nathalie Poza y Susi Sánchez. Breves escenas de ambas, pero llenando la pantalla por completo. Y esa mano de Susi, que quiere hablar y no puede… y que me recordó (otra referencia cinematográfica más dentro de “Julieta”) la escena de la gran Vanessa Redgrave en “Julia” de Fred Zinnemann, ésa en la que recibe la visita de su amiga Julia (Jane Fonda) en el hospital y ella tampoco puede hablar, apenas mueve la mano… Sólo Susi Sánchez podía emocionarnos así, cuyas escenas son lo mejor de la película, por la verdad que siempre desprende en todos sus trabajos.
Quiero pensar que Pedro Almodóvar, en su madurez, quiere aproximarse todavía más y con mayor hondura al cine que muestra el mundo interior de la mujer. En la actualidad, sólo él y unos pocos directores más (Todd Haynes podría ser otro) pueden lograrlo, como antes lo hicieron Ingmar Bergman, Woody Allen o Rainer Werner Fassbinder.
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NOTA: Las fotografías insertadas en este artículo son propiedad de «El Deseo» («Julieta») y de sus autores («Mon amie Max» y «Julia»)