Manifestó recientemente que ha descubierto dos cosas: “que soy una actriz muy versátil, con una carrera estupenda, y que me quiere mucho la gente”.
En el mundo de la interpretación, Concha Velasco es la mayor estrella de nuestro país. Lo afirmo, y lo hago sin ninguna duda. Puede que otras actrices brillen tanto como ella en el mundo del teatro, o del cine, o de la música… pero sólo brillan en una de esas disciplinas artísticas. Concha, en cambio, brilla absolutamente en todas.
Tiene tantos premios importantes que, para que yo pudiera nombrarlos todos, debería escribir otro artículo. Le falta uno (y se lo dije privadamente) que no tardará en llegar…
La entrevista que leerán a continuación se desarrolló, en el Teatro Principal de Zaragoza, momentos después de la rueda de prensa que ofreció para presentar “Reina Juana”. Su Jefa de Prensa en Madrid me concedió diez minutos (que intenté respetar, como hago siempre…), pero la generosidad de Concha y su profesionalidad me permitieron prolongar un poco más nuestra conversación.
Concha, es usted una actriz que ha trabajado con grandes directores. Ellos, a su vez, han tenido la suerte de contar con su trabajo en las obras o películas que dirigieron: Berlanga, Olea, Marsillach, Narros… Su director “de cabecera” en teatro es José Carlos Plaza. Ahora la dirige en “Reina Juana” nada menos que Gerardo Vera.
¿Qué diferencias ha encontrado en él a la hora de dirigirla en relación con los anteriormente citados?
Sí, José Carlos Plaza es el director con el que más he trabajado. Hemos hecho musicales y obras dramáticas. Hace dos años me dirigió en “Hécuba” y el año pasado estuve aquí también con “Olivia y Eugenio”.
Yo quería trabajar con Gerardo Vera desde hace muchos años. Te voy a contar una cosa hoy, para que sepas el motivo por el que trabajar con él ha sido tan importante para mí. Cuándo íbamos a hacer “Carmen, Carmen”, el gran musical de Antonio Gala que dirigió José Carlos Plaza, la escenografía se le había encargado a Gerardo Vera. El día de la presentación de la obra, a la que fui llena de alegría e ilusión porque la habíamos producido Paco Marsó y yo, dije: “Y los decorados son de Gerardo Vera…”. Rosana Torres, la gran periodista de EL PAIS, me dijo: “No es verdad, Gerardo Vera no hace los decorados”. “¿Ah no?” le respondí, “No, ha rechazado vuestra propuesta”. “Ay, pues ¡qué bien¡ porque hemos descubierto a un nuevo escenógrafo. Los decorados son una maravilla”. (sonríe al recordarlo).
Desde entonces hubo entre nosotros como un distanciamiento, porque yo soy muy vehemente, soy muy apasionada, pero fue un distanciamiento personal. Le he seguido admirando y he continuado viendo todos sus montajes en el Centro Dramático Nacional. He seguido pensando que es uno de los grandes, grandes… y que me tenía que dirigir a mí un día, de alguna manera.
Cuando Juanjo Seoane me propuso esta obra, me dijo que el texto era de Ernesto Caballero y que lo iba a dirigir Gerardo Vera. ¡Yo me fui corriendo a ver el último montaje de Gerardo¡ Salí fascinada, una vez más.
Gerardo y yo nos contamos algunas cosas, hablamos de nuestras diferencias en estos años que no nos habíamos visto y no nos habíamos tratado de una manera cercana. Trabajar con él ha sido para mí algo maravilloso. Hemos estudiado mucho, pero en los ensayos (lo que son exactamente los ensayos), ha habido entre nosotros un acuerdo mutuo de lo que queríamos. Yo creo que esta obra ha sido en la que menos he ensayado. Cuando llegué al Teatro Marquina estaba todo tan preparado… Yo había aprendido mi texto, que dura 1 hora y 40 minutos, pero no te asustes que la gente disfruta mucho durante la función. Vengo ahora de Bilbao y no sabes lo que ha sido en el Teatro Arriaga… ¡maravilloso¡ Bilbao tiene un público muy exigente, como lo tiene el Teatro Principal de Zaragoza. Tengo la experiencia de que la respuesta del espectador es estupenda.
¿Cómo me ha dirigido Gerardo? Mira, con José Carlos Plaza voy hasta la muerte, con Miguel Narros también lo hacía… ¡es que me han dirigido los más grandes¡ (sonríe).
Creo que yo necesitaba ser dirigida diferente. A mí no me gusta que me toquen, a mí me gusta que me dejen pensar. Yo soy muy de ¿por qué? Soy la actriz que pregunta el porqué de las cosas… No soy un instrumento, no soy un mueble. Soy una persona que necesita reflexionar, sentir y pensar lo que dice.
Gerardo se subía al escenario, lo hacía él y hasta hace una semana me ha puesto a corregir cosas. Y yo, no sólo le admito que me siga corrigiendo sino que se lo pido de vez en cuando. No me gustan los directores que montan un espectáculo y luego ya no vuelven a aparecer. Me gusta que vengan a verme, me siento halagada. Eso lo hacía Marsillach, lo hace Plaza y también lo hace Gerardo Vera. Estoy muy contenta de que me haya dirigido.
Cuando Meryl Streep recibió el Premio Donostia, en su discurso de agradecimiento dijo algo muy bonito: “Quiero dedicar este premio, y todos los que tengo, a los compañeros con los que he compartido escenas en los sets de rodaje”. Concha, no le voy a preguntar por sus compañeros (algunos de ellos extraordinarios), mi pregunta es:
¿Cómo prefiere estar en el escenario? ¿Sola en un monólogo como ahora o con otros actores que le den y a los que pueda dar la réplica?
Bien… te voy a responder primero a tu comentario de Meryl Streep, porque ella me copia. (reímos…). ¡Yo he dicho eso muchas veces¡ Lo que yo soy es gracias a la gente que me he encontrado a lo largo de mi vida en los platós, en los escenarios, en los sets cinematográficos…
Siempre digo que el día que conocí a Tony Leblanc se me apareció la Virgen de Fátima, porque yo cobraba sesenta pesetas diarias. Él me vio en el año 1958 haciendo “Las chicas de la Cruz Roja”, me llevó a su representante, Luis Escobar, y me dijo: “Vas a ganar a partir de hoy 3.500 pesetas, y vas a ir siempre delante de mí en el cartel”. Eso hizo por mí Tony, y yo siempre se lo agradeceré a él, a su mujer y a sus hijos. Agradezco que me sigan queriendo y hablando bien de mí siempre, y yo de ellos.
Todo lo que soy en esta vida se lo debo a mis compañeros con los que he trabajado: directores, actores, técnicos… Soy una persona muy querida por los técnicos, “Julín”, el gran Julián Ruíz, decía: “un papelito para la Chiti”. Así me llamaban (sonríe). El día que se murió Fernando Guillén, creo que es el último compañero que me llamaba “Chiti”, pensé que nadie volvería a llamarme así.
Respondiendo a la segunda parte de tu pregunta, cuando hacía “Olivia y Eugenio” yo me sentía mucho más sola que ahora. El montaje que ha hecho Gerardo es espectacular, con imágenes virtuales y yo no siento que sea un monólogo. Me siento viva cuando abrazo a mi madre y, por ejemplo, la noche de amor con Felipe el Hermoso creo que es una de las cosas más bellas que ha montado Gerardo Vera, porque ¡le veo¡
No me siento sola, quizá sea uno de los montajes en los que estoy menos sola de todos los que he hecho últimamente.
Decía Diderot en su “Paradoja del comediante”: “… los gestos, los tempos, el manejo de la voz y los sonidos, el furor…Todo forma parte de una imitación con la realidad configurada a partir de la memoria. Al acabar la representación, el actor no padece dolor alguno ni melancolía, no está turbado, simplemente se despoja momentáneamente de todos esos recuerdos, hasta que llega un nuevo ensayo”. Esa es, según Diderot, la paradoja del comediante: un actor no debe sentir nada, son los espectadores los que deben sentir.
¿Está de acuerdo con esta filosofía?
Sí y no. ¿Cómo que no debe sentir nada? Debe sentir todo, pero debe sentir todo lo que sienta el personaje, no la persona. Y el espectador, naturalmente, a través de la emoción que le transmite el actor saca sus propias conclusiones.
Esa es la grandeza del teatro: que ninguna representación es igual, pero no porque el público sea distinto en Zaragoza, Valladolid, Bilbao o Sevilla… no, es que las emociones se crean cada día. El actor que haga una representación de una manera mecánica, estudiada o profesionalizada… para mí no es válido. Por supuesto, yo hago el mismo texto, eso es absolutamente necesario. Hay luces, hay otros compañeros a los que no puedes cambiar nada porque afectaría a su trabajo. Ni siquiera en esta obra que es un monólogo, pero una representación nunca puede ser igual. El actor que mecaniza una representación debe irse a su casa, ¡debe irse a una oficina, a unos grandes almacenes¡ O dedicarse, puesto que tenemos que estudiar textos dificilísimos durante horas de estudio, a trabajar en una notaría. Yo digo que yo debería de haber sido notario, que es estupendo. Una vez que estudias y consigues por fin la cátedra, con ir y firmar ¡pues ya está¡ (sonríe). Pero esto no es venir y firmar.
Como tengo muy poco tiempo para hablar con usted, voy a seguir la misma táctica que utilicé cuando tuve la oportunidad de hablar brevemente con Meryl Streep…
Ay hija… ¡qué suerte¡ (nos reímos)
Era preciso elegir las preguntas, las escenas que más me gustaban de su carrera profesional. En su caso, Concha, sucede lo mismo: es muy difícil elegir una sola escena de su trayectoria porque está repleta de grandes escenas. Teniendo siempre presente en la memoria su inolvidable interpretación de Teresa de Jesús…
Me gustaría mucho que hablemos de Carmen Orozco, de la serie de TVE “Herederos”. Me pareció que era el papel que necesitaba en aquel momento, un personaje potente que usted hizo muy grande.
¡Cómo me gusta que destaques ese trabajo¡ Fue un trabajo que estuve a punto de abandonar el primer día que me citaron para hacer las pruebas de maquillaje y vestuario.
Esta serie de televisión se iba a llamar “Toreros”, pero luego se llamó “Herederos” porque ya empezó a estar mal visto lo de los toros. El día de las pruebas de maquillaje y peluquería, si no llega a ser por mi representante y por Manuel Armán, que era el Productor Ejecutivo de la serie, yo no hubiera hecho la serie. Aquel día, él dijo: “Dejad que Concha piense cómo quiere que sea el personaje. No seáis tan cuadriculados y tan pesados con ella. Dejad que Concha piense”. Estuve a punto de tirar la toalla, y como agradecimiento a Manuel yo pedí que él hiciera un programa de RTVE dedicado a mi trayectoria que se llama “Imprescindibles”.
Y cuando hablaste con Meryl Streep, ¿qué escena elegiste?
Una escena de la película “Las horas”, ésa en la que el personaje que ella interpreta va a la floristería a comprar las flores para su amigo Richard. Comparte su escena con una actriz que yo venero: Eileen Atkins.
¿Ves? Porque en el extranjero se permiten hacer cameos las grandes actrices. Acabo de ver a Meryl Streep haciendo un cameo en la película que ha dirigido Tommy Lee Jones. Aquí, cuando haces una cosa así, no saben valorar el que tú quieras hacer un cameo con actores, con directores o en series o trabajos con gente que admiras.
Esa escena, inicialmente, iba a hacerla Vanessa Redgrave…
¡Otra de las mías¡ Es mi actriz favorita.
Yo también la admiro profundamente.
Vanessa no pudo hacer esa colaboración y propuso a Eileen Atkins porque ambas son grandes amigas. Eileen es una gran especialista en la obra de Virginia Woolf.
Uno de mis libros de cabecera es “Una habitación propia”.
Yo le hablé de esa escena a la Sra. Streep y nos llevamos una gran sorpresa cuando ella, al responderme, nos contó que ésa había sido la única vez que ella había acudido al set de rodaje sin haber memorizado su texto. Eso molestó mucho a la Sra. Atkins y Meryl Streep me dijo: “Lo que usted ve en esa escena de la floristería en mi cara es terror porque pequé de soberbia al creer que me daría tiempo de aprender mi texto mientras me llevaban en coche al set. El texto no era excesivamente largo, pero no lo aprendí. Me sentí mal porque yo admiro mucho a Eileen. Desde entonces, nunca más he ido al set sin saber muy bien mi texto”.
Concha, ¿alguna vez le ha sucedido algo similar a usted?
No… porque yo estudio muchísimo, pero ahora mientras me hablabas contándome todo esto, estaba repasando el trabajo de Meryl Streep y lo que he aprendido de ella.
Cuando estrenó una de sus últimas películas, esa musical en la que trabajaba con su hija, hablando de “Memorias de África” ella contó que siempre ha viajado con sus hijos, con su marido… y que ha dado de mamar a los niños en el set y que luego se incorporaba enseguida al rodaje. A mí eso me viene muy bien porque hay como una tendencia siempre a buscar paralelismos personales, históricos, políticos, etc en los personajes que interpretamos. Y yo dije: “Mira, acabo de escuchar a Meryl Streep que no tiene nada que ver. Y ella es una de las grandes, grandes…”. El otro día volví a ver “Memorias de África”, y ese momento en el que ella saca la mano en la avioneta y le coge la mano Robert Redford… O ese otro en el que ella se pone de rodillas ante el Gobernador inglés… ¡Volvió a hacerme llorar¡ Y hacerte llorar después de ver una película tantas veces quiere decir que es una gran actriz. Yo, por ejemplo, no pude soportar “La decisión de Sophie”. No he podido nunca verla entera. ¡De qué grandísima actriz me estás hablando¡
Respondiendo a tu pregunta, no, eso nunca me ha pasado pero sí le pasó a Doña Mari Carrillo. Como todo el mundo sabe, Mari Carrillo es mi ejemplo. Fue mi ejemplo hasta que conseguí trabajar con ella. Cuando hicimos “Más allá del jardín”, uno de los problemas que tuvo Mari en los últimos tiempos es que no memorizaba. Y en una de las escenas más importantes de la película, yo le daba la letra a Mari así… (Concha hace el gesto de ponerse un papel delante de su cara para que la Sra. Carrillo pudiera leerlo). Y luego como Pedro Olea me había dicho los movimientos de la cámara, cuando la cámara estaba con ella yo podía enseñarle las servilletas en las que yo le escribí su texto. Así rodamos esa escena y toda la película.
Ahora que nombra “Más allá del jardín” me viene a la memoria que Antonio Gala quería a toda costa que la protagonista fuera una actriz francesa…
Sí, Catherine Deneuve. Sí… ¡qué pesado¡ (ríe a carcajadas).
Fíjate, Antonio Gala que ha escrito para mí cinco obras de teatro, siempre ha sido muy tremendo conmigo. Me ha criticado y regañado muchísimo… Nos hemos peleado enormemente. Una vez dijo que eso él sólo lo hacía con la gente que quería. Y llegó un momento en que yo le dije: “Yo también me he hecho mayor, Antonio, no me trates así” (Concha ha pronunciado esta frase con una ternura infinita… ojalá pudieran oírla).
Ahora me doy cuenta de la suerte que he tenido de hacer textos de Antonio Gala importantísimos. ¿Sabes qué obra me gusta profundamente de él? “Las manzanas del viernes”, fue vapuleada por la crítica, no la quiso dirigir nadie, al director que la montó inicialmente le eché tres días antes del estreno… Terminó dirigiéndola extraordinariamente Paco Marsó. A mí me parece que es una belleza de texto… Adelantado a su tiempo, basado en sonetos de Shakespeare, cuando decía:
“Sucedió de repente,
no sé cómo, pero hoy espero una vida nueva,
un nuevo sol, una alegría distinta
y por primera vez, tengo un miedo horrible”.
¡Porque a mí no se me olvidan las funciones¡ Las recuerdo de por vida… (sonríe).
Yo le valoro mucho, pero a veces se pone “tontito”. El día del estreno de “Más allá del jardín”, cuando ese público se puso en pie aplaudiendo… ¡eso fue¡
El otro día, cuando fui a ver “Un monstruo viene a verme” en el Teatro Real, nos pusimos todos de pie cuando Sigourney Weaver y Jota Bayona pasaron por nuestro lado… yo me acordaba del estreno de “Más allá del jardín” con todo el público puesto en pie ¡incluido Antonio Gala¡ que tuvo que reconocer por fin que… ¡hombre, Catherine Denauve es maravillosa¡
Bueno… quizá no tanto.
Si era un problema de teñirse de rubia… Si el problema era el color del pelo… (ríe a carcajadas)
Mira, cuando yo llego a un ensayo y lo primero que me dice un director es: “ese pelo no me gusta”, pienso “mal andamos”. Me gusta ponerme mi lunar, pintarme la boca de rojo…
Si llego a un ensayo así y el director me dice “Uy ese pelo, ¿no te pintarás la boca?”, le digo “Ay… no nos vamos a entender”. Menos mal que Gerardo Vera se dio cuenta de que ese no era el camino.
Yo soy lo que tengo que ser en escena, pero no permito que en la vida privada nadie me diga cómo tengo que ir vestida y peinada.
En la carrera de una actriz es tan importante los papeles que hace como los que rechaza. Tengo curiosidad de saber el motivo por el que rechazó la propuesta de Vicente Aranda para hacer “Amantes”…
No trabajé en “Amantes” porque mi hijo Paco me dijo: “Si haces esa película me mato”. En ese momento mis hijos iban al colegio. En esos días una de las revistas de la época, Interviú o Lib, había publicado una fotografía mía de la película “Yo soy fulana de tal” en la que salgo desnuda. Era algo que esa revista solía hacer, cada cierto tiempo volvía a publicarla como si me la acabara de hacer. A mis hijos, oye… ¡eso les molestaba¡.
Años después, cuando volvieron a publicar esa famosa fotografía, mi hijo Paco (el que no me permitió hacer “Amantes”) dijo: “Uy sí, ¡qué guapa está mi madre¡ La tengo puesta porque es la que más me gusta de todas las señoras desnudas que conozco”, pero entonces ya tenía 18 años. Sin embargo, cuando me ofrecieron “Amantes”, quizá por algún comentario que escuchó en su colegio, me dijo: “Como hagas esta película me mato”. Y yo, naturalmente, rechacé la película. Luego hice “París-Tombuctú” y ¡fíjate lo contentos que están ellos de ver a su madre en la película de Berlanga¡.
Usted ha interpretado innumerables personajes. Unos le habrán gustado más, otros menos… ¿Los ha mirado siempre con comprensión o en algún momento los ha juzgado? Y en la vida, Concha, ¿está liberada de juzgar a los demás?
Pues sí querida… bastante tengo con juzgarme yo a mi mí misma. Bastante tengo con lo mío.. (sonríe). Una vez, una compañera me regaló una camiseta que pone: “Bastante tengo con lo mío”. Yo no quiero juzgar a nadie. ¿Quién soy yo para juzgar a los demás? No, ni muchísimo menos.
Y en cuanto a mis personajes… Yo nunca he hecho nada que yo no quisiera hacer. A mí nadie me ha obligado a hacer nada que no quisiera hacer. Yo he hecho todo conscientemente de lo que hacía en cada momento. He aprendido, he vivido muy bien de esta profesión. Luego, como empresaria, lo he perdido… porque esto del teatro pues debe ser como la ruleta.
Yo no soy jugadora de ruleta, yo soy más bien gastadora. Me gusta gastar y llevarlo puesto… Me cuentan que si ganas un pleno en la ruleta, lo dejas escapar en el otro y lo pierdes. En el teatro pasa igual. Todo lo que he ganado como empresaria lo he perdido en otro montaje. ¡Es que ha sido mi vida¡ Y te digo que yo no me arrepiento de lo que he hecho. Yo me arrepentiré ante Dios en su momento, si Dios me permite y me da tiempo a pedirle perdón. Yo sí que soy creyente, Juana no… yo sí.
Hace dos años tuve la oportunidad de hablar con Josep María Pou (una de las personas que más admiro en el mundo de la interpretación). A él también le pregunté por lo que se presenta en un libro precioso: THE HALF.
¡Me lo regaló¡ José María me lo regaló. ¿Él te lo dijo?
No… Me dijo que lo había regalado a varias personas, pero sin especificar nombres.
Es un regalo que él me hizo…
Yo sé que antes de salir al escenario, usted se santigua. Pero ¿qué ritual sigue en esa media hora (o incluso una hora) antes de comenzar la función? ¿Quién tiene acceso a su camerino? ¿Qué es lo que hace?
Ya que me hablas de José María Pou…
¡De rodillas¡ (reímos)
Te diré que uno de los personajes que más me han influido, porque a mí me influyen los personajes, es Madame Rosa de la obra “La vida por delante” en la que él me dirigió. A mí me forman los personajes, no solamente los autores, la escritura, la profundidad dramática de los autores que tengo que aprender y memorizar.
Aquella Madame Rosa ha sido para mí definitiva… Esa mujer, superviviente de Auschwitz, prostituta, que educaba a niños abandonados de prostitutas de distintas razas. Recuerdo aquel momento en el que en el sótano le explicaba a Momo por qué defendía ella, no solo la religión de cada uno. Cuando le preguntaba Momo: ¿Por qué Dios no es blanco? Ella le respondía: “Dios es como tú quieras que sea”. ¡Cómo respetaba ella las tradiciones¡ Las tradiciones son muy importantes en la vida de las personas.
Respondo a tu pregunta, mira… me gusta mucho estar sola en el camerino y escuchar música. Lo que pasa es que, últimamente, yo no sé el motivo por el que han decidido que el camerino es un sitio al que se puede ir a pasar la tarde…
(Lo dice de un modo encantador y me hace reír)
A mí me cuesta mucho decirle a la gente que al camerino no se viene a pasar la tarde. La última vez, en Madrid, hubo un momento en el que tuve que echar a todo el mundo que estaba en mi camerino. Les dije: “¿Pero por qué pensáis que esto es el Café Gijón?”.
Me gustar estar sola en el camerino, escuchar música y concentrarme en mi trabajo.
¡Hay que volver a decirle a la gente que el camerino es un sitio sagrado, especial y al que no se debe venir a pasar la tarde¡
(Es encantadora incluso “echando la bronca”).
Concha, muchas gracias por esta conversación.
De nada querida…
Me despido de ella y sé que volveremos a encontrarnos, espero que muy pronto, en otro teatro o en algún festival de cine.
En San Sebastián, quizá… donde la adoran. De hecho, han querido estar simbólicamente con Concha en esta entrevista. (Han enviado esta imagen del Archivo del festival: 1974, donde Concha triunfó con “Tormento” de Pedro Olea).
Y porque todavía no hemos hablado de su actriz preferida: Vanessa Redgrave. Seguro que nos intercambiaremos mucha información, de la “mejor actriz europea” como dijo Nuria Espert cuando le entregó el Premio Donostia en 1999.
O, simplemente, para volver a disfrutar de su maravillosa presencia.
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NOTAS:
La fotografía de la presencia de CONCHA VELASCO en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, en 1974 con «Tormento» de Pedro Olea es propiedad del citado festival. Aparece por cortesía del Festival I. Cine de San Sebastián.
Todas las fotografías realizadas a CONCHA VELASCO durante su presencia en el Teatro Principal de Zaragoza, son propiedad y autoría de Yolanda Aguas para CINET FARÖ.
Las fotografías oficiales de CONCHA VELASCO en las series: «Teresa de Jesús» y «Herederos» son propiedad de sus autores.
Las fotografías oficiales de CONCHA VELASCO en las películas «Más allá del jardín» y «París-Tombuctú» son propiedad de sus autores.
Las fotografías oficiales de The Hours, son propiedad de sus autores.