Daniel Blake (Dave Johns) es un carpintero de casi 60 años que por primera vez en su vida se ve obligado a acudir a los servicios sociales. Al caer enfermo por problemas cardiacos, solicita ayuda al Estado, para poder subsistir. Comenzará entonces toda una odisea, ya que Daniel se verá atrapado en un laberinto burocrático. Y es que, a pesar de que el médico le ha prohibido trabajar, la Administración le obliga a encontrar un empleo o de lo contrario recibirá una sanción.
En el transcurso de sus citas al «Job Center», Daniel se cruza con Rachel, una madre soltera de dos niños que tuvo que aceptar un alojamiento a 450 km de su ciudad para evitar que la envíen a un hogar de acogida. Prisioneros de la maraña de aberraciones administrativas actuales de Gran Bretaña, Daniel y Rachel intentarán ayudarse mutuamente.
El cineasta británico Ken Loach (Jimmy’s Hall, La parte de los ángeles, Buscando a Eric) dirige este drama que ha co-escrito con su colaborador habitual, Paul Laverty (El olivo, También la lluvia), y que protagonizan Dave Johns (Harry Hill) y Hayley Squires (Noche real).
En líneas generales, la película tiene como arteria argumental de fondo la dignidad humana que se sobrepone a innumerables obstáculos de una sociedad deshumanizada. Habla de esa leve línea que separa tener una vida tranquila, económicamente hablando, a vivir en permanente angustia simplemente por perder un empleo. A partir de ese momento, y sin pretender vivir instalados en el lujo, un ser humano puede dejar de existir por el simple hecho de convertirse en “invisible” socialmente.
El protagonista de la historia, Daniel Blake (excelente carpintero cuando estaba activo) se tiene que enfrentar a las dificultades burocráticas para el reconocimiento de una minusvalía que avala su médico. A eso se suma la dificultad de acceder a otra vía para obtener un subsidio, la del paro.
Blake se enfrenta a una máquina funcionarial deshumanizada, que lejos de dar seguridad social, aplasta a las personas atendiéndolas con frialdad excesiva, o dando por supuesto que todos han de ser expertos en el manejo de herramientas informáticas u otros métodos que los avances de la vida moderna nos han traído. Aunque estas dificultades pesan, el buen corazón de Blake sigue estando dispuesto a ayudar a la gente con la que se topa, como es el caso de una joven madre soltera, recién llegada desde Londres a Newscastle, y que tiene que sacar adelante a dos criaturas en medio de grandes dificultades. Naturalmente, el espectador empatiza enseguida con el protagonista y los obstáculos que debe sortear en su vida cotidiana, porque cualquiera ha conocido situaciones kafkianas parecidas. Loach y Laverty hablan del buen fondo de las personas, pero también de lo fácilmente que podemos caer en la depresión o en la miseria material y espiritual, por las trabas de un ambiente social adverso, un sistema que no piensa en las personas, considerándolas puro número.
Puede que para algunos espectadores esta película predisponga en exceso a la lágrima del público. De pensarlo, seguramente obedezca a que no han tenido en su primer entorno una historia similar, algo tan habitual en los últimos años. Con todo, la película invita a una profunda reflexión sobre la necesidad de construir una sociedad más humana y más justa.
Una película muy necesaria.
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