Casi dan ganas de comenzar esta entrevista con el lema que acompañó toda la vida a Concepción Arenal: “A la virtud, a una vida, a la ciencia”. Una extraordinaria mujer, a quien Blanca Portillo dio vida en 2012.
Es muy difícil presentar a una actriz, considerada por todos (espectadores y especialistas de la escena) “grande entre las más grandes”, cuando ya se ha escrito mucho y muy bien sobre ella y su trabajo.
Tenía muchas ganas de conversar con la Portillo. Esperaba encontrar a una mujer inteligente, y me encontré – no sólo con eso – sino con una persona muy amable, lo que solemos definir como una mujer “majísima”.
Si ya la admiraba antes de conocerla, ahora lo que anhelo es un reencuentro con ella para continuar la conversación que leerán a continuación.
Yo la considero «una primera entrega»… y me gustaría que Blanca Portillo también.
Hace unos días pude ver “La máscara y la palabra”, programa de RTVE dedicado a José Luis Gómez. Él decía: “Uno coge la máscara y deja que te entre. Tiene que contemplarla mucho tiempo y dejar que te entre. Es un proceso de imaginación y un proceso de SENTIR, sentir… Y luego, coges la máscara y a partir de ahí la máscara te posee. Hay gente que se pone una máscara y desaparece, y hay gente que se pone la máscara y se multiplica”.
Diderot también habla de la máscara. Sin embargo, él afirma que el actor no debe sentir, el que debe sentir es el espectador.
¿Con qué filosofía estás de acuerdo?
Creo que es una mezcla de las dos. No creo que una excluya a la otra. Yo creo que cuando Diderot habla de ese despojamiento también está hablando de esa capacidad que debe tener el actor de asumir la máscara. Dejar los canales libres, emocionarse… no con su emoción sino con la de su personaje. Que sea el espectador, el receptor, el que acabe de componer esa evocación y se adueñe de ella y, después, terminar quitándote la máscara y estar limpio de nuevo y volver a ser tú. Creo que es una mezcla de las dos cosas.
Yo siempre hablo de una posesión, como habla José Luis, quizá también porque he sido alumna suya, porque él me ha dirigido, he trabajado con él y le conozco. Yo creo en eso, creo en la capacidad que un ser humano puede tener para dejar de ser uno mismo y ser otra persona.
¿La máscara es como una protección?
Yo hablo de posesiones, hablo de la sensación de que yo desaparezco detrás de esa máscara y esa máscara cobra vida y es una entidad en sí misma. Después, cuando te la quitas, vuelves a ser tú. Yo sí creo en eso, profundamente.
Pero también creo en lo que dice Diderot, yo creo que quien debe sentir, sobretodo, es el espectador.
Siguiendo con Diderot, él decía que la interpretación “es el arte de imitar todo”. Juliette Binoche, en una masterclass en Morelia, dijo que “La interpretación es una declaración de amor”. ¿Qué es para ti?
Yo me quedo con la segunda. La interpretación es un acto de amor y de generosidad. De ser capaz de dar todo lo que tienes, ponerlo en función de un personaje y entregarlo al espectador, al receptor. Es un acto de amor. Yo también lo creo.
Desde tu debut en teatro con “Bodas de sangre” – dirección de José Luis Gómez- , hasta hoy… al mirar tu impresionante trayectoria me gustaría preguntarle ¿Cómo elijes las obras de teatro que vas a representar? Son títulos, personajes, autores y directores tan grandes…
Yo esto también lo veo con los años y especialmente cuando me decís estas cosas. Si te fijas en mi C.V. no son tantos los personajes como las obras que he hecho. La fortuna que he tenido en hacer determinadas obras y en manos de determinados directores.
¿Qué debe tener un personaje para que te interese interpretarlo?
Yo no elijo un texto por el personaje, nunca lo he hecho. Yo no quiero ser Medea si detrás de esa Medea no hay un director maravilloso y unos compañeros maravillosos. La historia puede ser muy buena, el personaje puede ser muy bueno, pero tiene que tener dos elementos más que son el director (que es un punto de vista sobre la vida) y unos compañeros en los que pueda descansar y confiar. Nunca he tenido problema en hacer un personaje pequeño. Me interesan las historias que se van a contar y cómo se van a mostrar. Luego, para bien o para mal, eso ha ido derivando en que suelen darme los protagonistas de las historias. Me hace una ilusión enorme, pero yo no hubiera tenido ningún inconveniente en hacer un secundario en cualquiera de las obras en las que he estado de protagonista.
Como decía Peggy Ashcroft “no hay papel pequeño para una gran actriz”…
No, no lo hay. Además, lo he comprobado. Me encantan los trabajos corales.
Yo nunca he elegido las obras que hago por el personaje… Nunca.
En “El Septimo Sello” de Bergman, habla la muerte y dice:
“Hubieras gozado más de la vida despreocupándote de la eternidad. En este último instante, goza al menos del prodigio de vivir en la realidad tangible antes de caer en la nada. (…) Al borde de la vida el miedo nos hace crear una imagen salvadora y esa imagen es lo que llamamos Dios.”
¿Crees en Dios?
No, yo no soy creyente. Creo mucho más en esto que dices, yo no tengo afán de perdurar. Intento vivir el “aquí y ahora” lo mejor que puedo sin dejar de observar el pasado. Intentando mejorar y lo que sí sé es que, de alguna manera, mi misión (porque yo creo que todos tenemos una misión en el mundo y en la vida), es hacer esto que hago.
Intentar mejorar la vida de la gente desde donde lo sé hacer. Dar para que la gente salga un poquito mejor persona después de ver cualquier cosa de las que haga. Pero no soy creyente.
¿Cuál es tu relación con la muerte?
¡La muerte es una putada¡ Sí que lo es, porque la vida es apasionante y es muy jodido pensar que se acaba y yo necesitaría 20.000 vidas para seguir haciendo esto que hago.
Josep M. Pou me hizo reír mucho cuando me contó que a él le cabrea morir, sobre todo al pensar en todos los que se quedarán aquí disfrutando de las cosas que a él más le gustan. (reímos)
¿A ti también te cabrea?
¡Sí¡ A mí me da mucho coraje… Sí, muchísimo coraje. Es una mierda morir…
¿Sigues algún ritual antes de salir a escena?
No tengo un ritual concreto. Creo un ritual para cada uno de los personajes. Cada uno tiene sus necesidades. Yo no soy de talismanes ni nada de esto. No soy supersticiosa. De repente cada personaje te requiere cosas, unos tiempos, unas magias especiales…
Hay una cosa que sí hago siempre: intentar hacer unas cuantas respiraciones y vaciar la mente, justo antes de salir al escenario. Y, así como es verdad que en el trabajo literario el autor está solo en su casa, parece como que el de los actores es mucho más comunal ¿no? Pero hay una parte de soledad absoluta, en tu interior. Nadie sabe qué está pasando y hasta dónde está pasando. No lo sabe el director, no lo saben los espectadores, no lo sabe nadie.
Lo que yo siento justo antes de salir al escenario es… ¡pánico¡ Verdadero pánico.
Y cuando has estado en el escenario junto a otros compañeros… ¿te has sentido alguna vez más sola que cuando hiciste “El testamento de María”?
¡Sí¡
Lo imaginaba…
Y es una sensación que no quiero volver a vivir. Lo he vivido muy pocas veces, esa es la verdad, y esa es una de las razones por las que también me he obligado a mí misma a ir eligiendo muy bien a mis compañeros. Por eso te lo comentaba antes… Sin unos compañeros con los que poder estar, es muy difícil hacer teatro y es muy difícil hacer nada en la vida. Si no tienes gente implicada igual que tú en la que confiar… porque esto es un trabajo colectivo. Se siente uno horriblemente solo cuando no tienes buenos compañeros de viaje. A veces, mucho más que cuando estás tú sola.
Hablando de buenas compañeras de viaje…con las que has trabajado varias veces: Susi Sánchez. Una actriz que venero…
¡Sí¡ Hemos trabajado muchas veces. (sonríe)
En teatro hicisteis juntas:
Bodas de sangre de José Luis Gómez (1986)
Mujeres soñaron caballos, de Daniel Veronese (2007)
Hamlet de Tomaz Pandur (2009)
¿Te gusta trabajar con ella?
¡Me encanta¡ ¿Ves? Creo que hay actores “locos de mentes”… (Blanca ríe a carcajadas) y ¡hay muchos¡ y Susi es otra loca… Entonces cuando me encuentro otra loca como yo pues ¡soy muy feliz¡ Lo mismo que me pasa ahora con José Luis García Pérez.
Susi Sánchez, además, es bellísima en el escenario. A pocas personas conozco a las que un escenario las convierta en una mujer tan bella…
Almodóvar le dice: “Tú, hagas conmigo lo que hagas, en el pasado siempre fuiste modelo”…
¡Totalmente¡ Susi tiene una elegancia en su ser, en su forma de interpretar y una enorme hondura. Cuando trabajas en una escena con Susi y la miras a los ojos… da vértigo. Es maravillosa, es una gran compañera.
En el capítulo 12 de la 2ª Temporada de la serie “Acusados”, donde diste vida a la juez Rosa Ballester, hay un “momentazo” entre Susi, Mónica López y tú…
En esa serie tuve el privilegio de trabajar con mujeres absolutamente increíbles y con actores maravillosos, la verdad.
Era muy bonito, antes de que nos dijeran “acción”, repasar el texto con ellas, hablar, analizar la escena, y luego verlo convertirse en realidad. Yo nunca me preocupo si hay una cámara o hay espectadores. A mí no me preocupa eso. Lo que me preocupa es si lo que me está pasando en ese momento, sea en un escenario o delante de una cámara, esté sucediendo de verdad.
Y con Mónica y con Susi era ¡imposible que no fuera verdad¡ (sonríe). Era una sensación muy bonita porque era casi una generación de actrices. Aunque nos separen algunos años a unas de otras, pero más o menos ahí hay tres mujeres que yo sentía (o así me sentía yo al menos) que éramos tres pesos pesados. Algo así como “cuidadito que vienen las tres juntas” y eso es fuerte ¿no?
Para el espectador es una gozada…
Es muy bonito, un privilegio. Esta profesión te da regalos maravillosos como ése.
Casi no tenemos tiempo para seguir conversando. Es “nuestra primera vez” y me voy contenta, pero lo volveré a intentar… (reímos).
No puedo dejarte ir sin pedirte que me hables de uno de tus trabajos más potentes: “Concepción Arenal, la visitadora de cárceles” con dirección de Laura Mañá.
Esa es otra de esas mujeres que a mí me han dejado huella. No he tenido muchas ocasiones de interpretar personajes que hayan existido. Claro, yo no podía hablar con Concepción para que me explicara cómo era ella, pero “a través de sus obras los conoceréis” ¿no?
Estudié mucho su obra, me fui a donde estaba enterrada, charlé en su tumba con ella, pero no porque yo crea que estaba allí abajo… Me pasó una cosa muy bonita. Cuando fui a ese cementerio pasó a mi lado un hombre joven, de unos treinta y tantos años, y su hijo de cuatro o cinco años. El padre le dijo al hijo: “¿Ves ese monumento en el cementerio? Pues ahí está enterrada una mujer importantísima. Fue la primera abogada de España”.
Yo me acerqué a la tumba y dije: “Estarás contenta Conchita, porque 118 años después de tu muerte, hay un padre joven que le está enseñando a su hijo quién eras”.
Hacer ese personaje de tantísima contención, que podría haber explotado en cualquier momento o matado con las mismas manos pero que tuvo una paciencia infinita y una gran generosidad.
Yo me siento muy orgullosa de haber interpretado a Concepción Arenal, por el legado de esta mujer y el trabajo con Laura Mañá.
Muchísimas gracias Blanca…
Un placer… y que haya más ocasiones para volver a hablar.
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NOTAS:
Todas las fotografías de la presencia de BLANCA PORTILLO en el Teatro Principal de Zaragoza, son propiedad y autoría de Yolanda Aguas para CineT Farö.
El resto de fotografías insertadas en este artículo, son propiedad de sus autores.