La última película de Konchalovski sigue los pasos de tres personas cuyos caminos se cruzan en los terribles tiempos de la II Guerra Mundial. Olga es una aristócrata rusa miembro de la Resistencia Francesa que es arrestada por la policía nazi por ocultar a dos niños judíos durante una redada. Arrestada y enviada a la cárcel en espera de una decisión final, en prisión conoce a Jules, un funcionario francés colaboracionista que debe investigar su caso. Allí también se encontrará con Helmut, un alto oficial de las SS, que hace muchos años fuera su amante y que todavía parece mantener sentimientos por ella.
Cineastas de todo tipo han tratado de adentrarse en la oscuridad de una de las épocas más inhumanas de nuestra historia, abordando el conflicto desde diversas perspectivas y géneros. El realizador ruso Andréi Konchalovski ha firmado una propuesta de estilo muy definido, rechazando el formato panorámico y la policromía para encerrar a sus tres protagonistas en el asfixio de una guerra por la que tienen que rendir cuentas.
La película retrata a tres personas muy distintas cuyos destinos se cruzan en medio del horror de la guerra. Por un lado, una aristócrata rusa que ha sido arrestada por tratar de dar refugio a dos niños judíos; por otro, un policía francés que a pesar de su apariencia campechana se dedica a mandar gente a los campos de concentración y que accede a salvar a la mujer a cambio de sexo —el soborno no llega a materializarse—, y por otro, un oficial de las SS devoto de Hitler que trabaja en el campo al que es enviada finalmente la prisionera, con la que en el pasado mantuvo un ‘affaire’.
Construida sobre una elegante fotografía en blanco y negro y una sucesión de cuidadas composiciones, ‘Paraíso’ se esfuerza por ser bella y elegante y visualmente exquisita.
El título ‘Paraíso’ hace referencia a la sociedad que pretendía ensamblar Adolf Hitler a costa del exterminio de aquello que el ideario nazi consideraba residual. Konchalovski plantea una sequedad extrema, drenando en buena medida el impacto emocional del film, que se mueve fríamente entre el pasado, el presente y una suerte de dimensión espiritual abstracta.
Konchalovski mantiene su estilo a ultranza, mostrando la guerra desde diversos puntos de vista, pero cayendo en una cansina monotonía que impulsa el declive del relato. Los monólogos de los protagonistas, austeramente situados frente a la cámara, rompen el irregular ritmo de la película, que cuenta con grandes interpretaciones y momentos desgarradores de sacrificio y obstinación, aunque en líneas generales no aporta nada nuevo a la narrativa bélica.
Yuliya Vysotskaya, esposa del cineasta, realiza una estupenda interpretación, por la que obtuvo el Premio Mejor Actriz en el Festival de Gijón de 2016.
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