AGNÈS VARDA (RdP 65SSIFF), por Yolanda Aguas

La directora belga Agnès Varda mantuvo hoy un encuentro con la prensa acreditada en la 65 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián.  Por la tarde recibió su Premio Donostia, en el Teatro Victoria Eugenia, de la mano de José Luis Rebordinos : «Es un premio que dan a gente con éxito comercial, me siento la primera premiada marginal», señaló al recoger el galardón.

Horas antes de recoger el premio, la cineasta belga manifestó que «el cine tiene que tener sentido y no simplemente dinero».

La Sra. Varda, de 89 años, a quien la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood le entregará el próximo mes de noviembre un Oscar honorífico por el conjunto de su carrera, ha reivindicado durante este encuentro con la prensa «libertad, calidad e independencia económica» para el cine.

«Yo podría ganar más dinero, el cine se paga caro, pero no quiero vender productos o jamón. Por eso tampoco hago películas publicitarias y no gano mucho dinero pero hago un cine que es libre», ha defendido la directora, quien al comienzo de la rueda ha quitado de la mesa una botella de agua y la ha posado en el suelo. «Nada de publicidad», ha dicho.

Precisamente, señaló que la libertad era el elemento que compartieron los cineastas de la Nouvelle Vague, a la que perteneció, aunque los objetivos de los integrantes fueran diferentes, y ha precisado que este término no solo implica «salir y gritar», sino «saber si uno puede salir de los cajones».

Agnès Varda (Ixelles, Bruselas, 1928) afirmó sentirse impresionada por recibir el Premio Donostia y se ha preguntado si esta es la primera vez que el galardón recae sobre una persona «marginal» como ella que trabaja «con honestidad» y «no gana dinero». Según recordó, siempre ha tenido «dificultades» para financiar sus proyectos porque, tal y como ha subrayado, los cineastas de su «categoría» siempre han tenido problemas económicos.

Con sus manos cogió la cámara para subirse a la ola de la nouvelle vague, la única mujer directora en hacerlo, y con ellas recogió ayer el Premio Donostia en reconocimiento a toda su trayectoria, algo que repetirá en unos meses con el Oscar de honor. Y a sus manos mira cuando reflexiona sobre su edad, 89 años, y sobre el proceso de hacerse mayor: “Les digo a mis nietos que vengan a verlas, que tienen ríos y manchas, y les hago descubrir en ellas un paisaje”.

Pero Agnès Varda no ha venido a San Sebastián para disfrutar la vida de jubilada. Presenta película, “Faces Places”, con la que ganó en Toronto el premio a mejor documental, y reflexionó con lucidez sobre las cuestiones que los periodistas le planteamos. Para cada respuesta se tomó varios minutos que le permitieron pensar desde la situación de los obreros franceses hasta la cercanía de la muerte, temas que aborda en su filme, en el que junto a un joven artista recorre los pueblos de Francia para fotografiar a sus gentes. “Tengo ganas de que llegue la muerte, porque todo habrá acabado”, llega a decir en el filme. Luego matiza sus palabras: “Yo tengo muchas razones para vivir. Mi cuerpo se estropea, pero trabajo con mucho gusto. Esa frase no es una llamada a la muerte, es la idea de que estoy de acuerdo en que tiene que venir si no me hace sufrir. En eso sí pongo mis condiciones. Pero pienso que si me duermo esta noche en mi cama… Pues muy bien”.

 En esa contradicción, la de vivir a la espera del final y disfrutar cada momento del presente, resiste Agnès Varda como su cine resiste en la contradicción de ser visto por una minoría y reconocido por casi todos. Y en esa circunstancia le llega el Oscar: “Creo que es como una broma, porque a los Oscar van a personas conocidas que han hecho ganar mucho dinero, y yo en eso soy un cero”, explicó sonriente. “Le dije a mi hija que no iba a ir a recogerlo, pero me convenció de que tenía que ir. No puedo negarme, no puedo decir que no”.

La directora de “Sin techo ni ley” y “Cleo de 5 a 7” reconoce pese a todo que siempre le han gustado los retos, y que cuando no los ha tenido, los ha buscado. “Me puse dificultades, el objetivo de buscar otras estructuras de cine. He hecho muchos documentales, porque los documentales son la escuela de la modestia, porque estás al servicio de los sujetos que filmas”, explica sobre la libertad de su cine.

Un cine cuyo éxito y valor, dice, ha sido gracias a que no ha tenido exceso de dinero: “Yo podría ganar más dinero, el cine se paga caro, pero no quiero vender productos. Por eso tampoco hago películas publicitarias y no gano mucho dinero, pero hago un cine que es libre. El cine tiene que tener sentido y no simplemente dinero”.

Una delicia escuchar a esta intelectual, a una mujer brillante, a una directora mítica que no pierde su sentido del humor.

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NOTA:  Todas las fotografías insertadas en este artículo son propiedad y autoría de YOLANDA AGUAS para CINET FARÖ.

 

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