NATHALIE POZA (Entrevista), por Yolanda Aguas

Nathalie Poza es una de las personas más honestas, sensatas y coherentes que conozco, y no hablo sólo dentro del oficio de las Artes Escénicas y la Cinematografía. 

Ha sido fiel a su forma de concebir la vida y el arte, y ha logrado trabajar brillantemente en lo que más ama.

No puedo negar que, más allá de mi admiración como actriz (que es mucha), existe un gran cariño por el extraordinario ser humano que es.

Nos encanta conversar juntas, y ahora queremos compartirlo con todos ustedes…

Dante Alighieri dedicó su “Vita Nuova” a su gran amigo Guido Calvalcanti porque su amistad superaba el plano afectivo, era “Fideli d’Amore”, compartían una teoría amorosa y una filosofía comunes.  Afecto y solidaridad intelectual.

Observada desde fuera, tu relación con Andrés Lima parece que va por ese camino…

Tiene sus vacios… Como me dijo hace poco un maestro, si no hay vacío no se ha llenado nada.  Es verdad que, últimamente, soy más consciente del vacío que deja el terminar un trabajo con un “mago zen” como él. Hay algo como “quieres que te necesite siempre”, y hay que saber dejarle marchar, que haga otros montajes con otra gente.

Sí, son relaciones muy pasionales en el sentido que al final, en mi caso desde luego, trabajo mucho para la mirada del director.  Y siento cuando me ve, cuando me siente, cuando me celebra, cuando me ama… ¡aunque sólo sea porque me está usando¡ (sonríe).  Eso se nota mucho y ahí es cuando una es mejor actriz.

Sí, también hay una dependencia inevitable del actor que no deja de ser el instrumento del director.  Quizá haya un poso de tristeza en lo que te digo pero creo que ser instrumento de un creador es muy bello.

Esa relación de trabajo y de vida ¿lleva implícita una fidelidad de pensamiento? Quizá porque ambos os comprendéis a la perfección y respetáis profundamente vuestros espacios de creación…

Trabajar con Andrés es muy especial para mí.  Él me deja proponer, él me escucha…  ¡Él escucha a todo el mundo¡  Lo mejor de Andrés Lima es precisamente su capacidad de escucha.  Es una persona que nunca juzga a nadie.  Yo he vivido situaciones con él personales, que cualquier otro ser humano las hubiera sufrido de otra manera.  Siempre es una persona que te calma, porque no juzga, y no parece tener mucho miedo.  Estar al lado de personas así es muy excepcional.

Nathalie, nunca te lo he preguntado, pero…  sé que tu padre era pintor…

Sí, sobretodo escultor.

Tu madre no sé a qué se ha dedicado en la vida…

Mi madre quiso ser actriz.

¡No me digas¡ Me pones fácil la pregunta…  (risas)

Sí.  Pero no lo fue, y además últimamente lo hablamos mucho.  Mi madre va mucho al teatro y al cine.  De hecho, en mi casa la cultura teatral y cinematográfica existía. Y creo que a través de mí, ella vive mucho su pasión por el teatro.

¡Qué bonito¡

Siempre me dijo: “si no te bajas del escenario, no te faltará de comer”.  Ella siempre me hizo apostar mucho por el teatro.  A veces si yo me quejaba porque no me llamaban para el cine o por esas incertidumbres del comediante, ella siempre me dijo “mientras hagas teatro, las cosa irá bien”.  Y es verdad que ha sido un poco la base de mi trabajo.

Me encanta que me digas esto, que hayas tenido ese apoyo de tus padres.  Porque otras actrices han sufrido mucho al no contar con el apoyo de sus progenitores…

Mi madre no me lo había confesado tanto al principio, pero a medida que va pasando el tiempo me lo va confesando más…

He tenido la suerte de contar con su apoyo, incluso con “Animalario” cuando trabajábamos en bares venían a vernos nuestros padres, muy arreglados y guapísimos…  Los padres de todos estos “canallas”  (reímos)… estaban ahí apoyándonos.  La verdad que a nivel familiar, era siempre una tribu de soporte importante.

¿Cómo es tu forma de trabajar? Conlleva esa “bifurcación de la conciencia”, es decir, una forma de observar e interpretar el personaje desde fuera, lejos del discurso “stanislavskiano”. 

Depende.  La verdad es que hay una frase que es muy sencilla y muy fácil de entender: “Una vez que aceptas hacer algo, si lees un guión, si lees una obra, en el momento que lo lees ya se activa algo que empieza a trabajar”.   Ahora, por ejemplo, me acaban de coger para rodar una película y hoy mientras comía con mis compañeros ya empezaba a asociar cosas. Una persona sentada en la otra mesa, una frase escuchada…

No crearé ese personaje necesariamente con las cosas que yo haya vivido.  Es una mezcla.  Te conviertes en una especie de esponja y la realidad se empieza a teñir de lo que necesitas para tu personaje.

Y en el teatro, depende.  Para hacer esta obra, “Sueño”, que es lo más brechtiano que hemos podido hacer muchos, es una obra donde no puedes estar muy metido porque cuando te metes mucho posiblemente no puedes salir de escena y entrar en otro personaje.  Estamos constantemente pasando de un personaje a otro.

Como actriz, hay que tener siempre una conciencia de qué viene después y de qué estás haciendo, como si te vieras desde fuera.  Es tramposo, porque a veces cuando uno entra casi en trance…  El otro día, por ejemplo,  me pasó cuando hacía de Helena que empecé a decir verso y seguí improvisando con versos de otra escena posterior…

(reímos)

Y yo me decía “¿pero en qué jardín me he metido?”  Y Chema me miraba asustado…  (ríe), pero es que ¡no me apetecía salir de ahí… salir de ese bosque y dejar ese personaje¡  Pero ese es el juego, y también es divertido equivocarse.  Un día hablando de tocar el piano, Ernesto Alterio me decía “no hay notas equivocadas. ¡Tírate¡”.  Y es verdad, que las equivocaciones también te llevan: te mantienen viva, despierta y presente.

La formación en teatro da mucha importancia a las materias denominadas físicas: gimnasia, educación corporal, técnicas de respiración, disciplinas de yoga, impostación de la voz…  “Sueño” es un montaje teatral físicamente muy exigente.  Sin embargo, las relaciones con el espacio, los gestos más elaborados, las composiciones escénicas más complejas deben ser la caja de resonancia de la palabra.

En esta función, la palabra es el instrumento del que tiras para llegar a todo lo demás. La palabra te lleva al cuerpo, la palabra te lleva a la emoción…  El ritmo de la función, el verso es música pura y de hecho trabajábamos con Andrés hacer las escenas de versos literalmente con la musicalidad que requieren.

Y es muy diferente la palabra en cada uno de los personajes que interpreto.  Cuando hago el personaje de Andrés, que es una parte más realista, muy cinematográfica.  A veces parece neorrealismo italiano, tiene algo de cine francés de Chabrol…  hay algo que respira todo eso.  Y luego, cuando pasamos al verso, es Shakespeare, es locura, es poesía, es otro estilo…

Eduardo Mendoza hizo la adaptación de la obra de Shakespeare…  ¿Cómo ha sido el contacto con su trabajo?

El trabajo directo con él lo tuvo Andrés Lima.  Yo puedo decirte que su versión me sorprendió porque es muy sencilla pero muy poética y tiene mucho humor.  Es muy fácil entrar en los personajes desde ahí.

Nathalie, tus personajes en “Sueño” son “el hijo” (alter ego de  Andrés Lima), y Helena que se enamora de Demetrio (interpretado por Ainhoa Santamaría). Dices: “no me planteo si es una mujer haciendo de hombre, lo que me interesa es la esencia del ser. Se trascienden las definiciones, y eso nos da mucha libertad”.

El teatro es un juego en el que participan los actores y el público.  ¿“Sueño” exige mucho al público o no más que otras obras en las que has trabajado?

Yo espero que el público venga dispuesto a jugar de verdad. Y desde luego yo hablo con el público todo el rato.  Les busco, les intento meter en mi sueño, y de manera muy sutil casi les pregunto si estamos en un sueño o no estamos…  A veces les veo que están y otras veces veo que no.

El otro día hicimos la función en París y la función adquirió una alegría muy diferente.  Era un teatro muy pequeño y el público estaba muy cerca, y para esta función yo creo que es mejor. Fue una función muy especial.  Nos pasó algo parecido en Galicia. En “Sueño” se habla mucho de la muerte, y allí tienen una relación con la muerte diferente.

En algún caso, se da la magia del espectáculo perfecto, de un estado de gracia colectivo. Después, a veces, este estado de gracia desaparece y os afanáis inútilmente por encontrarlo. Es otro misterio del teatro, la fragilidad de su magia, la fascinación de un riesgo continuo.

Eso es como una droga…

¿Has vivido esa sensación de “espectáculo perfecto” alguna vez? ¿O eres una eterna inconformista que no aspira y busca la perfección?

Cada vez procuro buscar menos la perfección.  Antes era tremendamente exigente y sufría mucho.  Ahora quiero disfrutar y no me molesta equivocarme.  Si tengo la sensación de que estoy en el juego y entro en el “sueño” de la función con eso es suficiente. La sensación esa de magia colectiva, que antes te decía que es casi como una droga, en el sentido de que pasa muy pocas veces.  Si lo has vivido una vez, buscas revivirlo…

Hace poco leí una declaración tuya: “No sé decir adiós, ha supuesto para mí una inyección de entusiasmo. Porque a veces sí es verdad que pasan los años y cuando no llegan personajes así resulta desalentador. Porque una lo que quiere es abarcar proyectos hondos y de calidad”.

Nathalie, en algún momento de tu larga trayectoria ¿has sentido ganas de decir “basta”?  ¿Te ha llegado ese momento de desánimo por el que muchos actores pasan? No tanto en lo referente al teatro, me refiero más al cine…

Sí, muchísimas veces.  Muchas.  Por no decir que cada vez que tengo que empezar algo pienso que no voy a poder.  O cuando he terminado algo y pienso que no lo he hecho bien decido que no valgo.

Y lo divertido es que, por ejemplo mi pareja o mi madre, la gente que más me soporta (ríe), se suelen reír diciendo que siempre digo lo mismo.  Yo les digo que no, porque es curioso que luego yo no recuerdo que lo haya dicho antes. Supongo que desechamos ese tipo de sensaciones para volver a las que te hacen crecer y seguir.

Y tampoco lo descarto.  Yo no me veo con noventa años encima del escenario, ¡excepto cuando veo a Nuria Espert¡  Cuando la miro, me digo ¡qué maravilla encontrar la excelencia de esa manera¡  Y seguramente vivirá sus conflictos internos pero exhala una relajación y una naturalidad con el oficio que para mí es el referente.  Lo tengo clarísimo.

Lino Escalera te ha dado la oportunidad de “mirar” en el cine.  Con el cortometraje “Australia” y con “No sé decir adiós”. En ambos trabajos interpretas a Carla, una mujer que sufre porque no sabe o no puede ser feliz.

Has obtenido con ambos trabajos muchos premios en los festivales de cine donde se han proyectado a concurso.

Háblame de Carla, ¿cómo te llegó ese personaje?

Mira, en realidad, yo no iba a hacer ese personaje.  Yo iba a hacer la hermana.  Las directoras de casting fueron Rosa Estévez y Tolucha Vidal, dos mujeres que me conocen muy bien y ellas me ayudaron mucho para que yo pudiera interpretar a Carla.  Ellas creyeron en mí para este papel cuando la actriz inicial no pudo hacerlo.

Lo he contado siempre, inicialmente a mí el personaje me produjo mucho rechazo.  Era un personaje muy duro y muy oscuro.  Y después decidí darle la mano y contarlo desde donde yo la tenía.   El enfado que me producía su comportamiento lo transformé en contar su historia desde el amor y desde la comprensión.

Es una interpretación de mucho calado.  Yo lo vi enseguida, nada más visionar el tráiler antes del estreno en el Festival de Cine de Málaga.  Y te lo dije por WhatsApp

¡Sí¡  (reímos).

Yo creo Nathalie, que tú debes tomar cierto distanciamiento con todo lo que estás leyendo estos días: que vas a ganar el GOYA, el Forqué, el Feroz… etc 

Sin embargo, sí que quiero preguntarte si estás palpando el cariño y el reconocimiento de tus compañeros por la gran interpretación que has hecho…

Están llegando muchos premios para la película y el cortometraje, es verdad… Y a mí me están dando muchas alegrías y me siento muy orgullosa. Es un trabajo que hice con todo mi ser, todo lo que sé lo puse ahí…  (sonríe).

Me fui sola a rodar a Gerona, viví en un piso muy vacio.  Y no sé si antes lo he contado, pero sólo me llevé un cuadro muy pequeño de mi padre, no había nada más en la casa. Se la dediqué entera.  A veces, imaginaba que le llevaba de la mano.  Cuando algo se ponía difícil decía “ayúdame”.  Y yo no soy de hacer esas cosas, pero creo que es bonito poder hacer ese homenaje aunque ya no esté, ofrecerle lo que quizá en vida no le pude dar.

Y sí, estoy notando mucho amor de mis compañeros. Recibo muestras de que de verdad han entendido mi trabajo.  Este trabajo es muy solitario y siempre piensas que nadie lo va a ver.  Tienes miedo, porque en realidad trabajamos para un desconocido que está al fondo del patio de butacas y ¿quién sabe si alguien va a ver todo eso que tú entregas?  Es un riesgo que hay que correr, pero cuando viene este abrazo es una alegría muy grande.

La lucha de la mujer se está haciendo cada vez más presente, de forma constante. Desde CIMA, por ejemplo, se busca más presencia femenina en cualquier proyecto creativo.

Sabes que Meryl Streep y Nicole Kidman se han unido para crear una productora que potencie a las mujeres directoras, guionistas… etc.

¿Tú has pensado dirigir y/o apoyar historias hechas por mujeres y que hablen de las cosas que nos interesan a las mujeres? 

Dirigir no, lo que sí estoy ya poniéndome en contacto con compañeras, como María Vázquez (con la que tengo una complicidad de hermanas), y la idea es juntarnos con otras mujeres que me parecen interesantísimas como Clara Roquet, Nerea Castro que es otra guionista y directora muy interesante, para generar historias.

Generar trabajo entre nosotras y contar las historias que queremos contar.  Además para no despreciar el mundo masculino…

¡Que para nada queremos despreciarlo¡

Exactamente.  Si te fijas en Big Little Lies, que sería uno de los referentes en las series, todos los personajes masculinos son igualmente importantes, muy hondos y muy interesantes.  Es decir, sencillamente lo que hacen es que los personajes femeninos tengan el peso que deben de tener.  Y ahí es donde creo que la historia coge otro vuelo.  Porque tanto unos como otros están contando algo interesante.  El problema es cuando desaparece el mundo femenino.

Nathalie, como siempre ha sido un placer conversar contigo. “No sé decir adiós” y “Australia”… son pura belleza sólo por la presencia de tu mirada.

¡Muchas gracias Yolanda¡

Viene a buscarla su regidora, en una hora comenzará otra representación de “Sueño”.  Sin presumir de ello, Nathalie Poza tiene en su haber una larga lista de interpretaciones magistrales. Son muchos años trabajando con seriedad y rigor. Siempre fiel a su forma de entender la vida y su oficio.

“No sé decir adiós” debería ser su consagración definitiva ganando el GOYA como Mejor Actriz Protagonista.  Con ese trabajo, ha hecho una de las interpretaciones femeninas más importantes de la Historia del Cine español.

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NOTAS:

Las fotografías de Nathalie Poza durante su visita al Teatro Principal de Zaragoza, son propiedad y autoría de Yolanda Aguas para CINET FARÖ.

Las fotografías de «Australia» y «No sé decir adiós» son propiedad de la productora de ambos films.

Las fotografías de «Sueño» son propiedad del Teatro de la Ciudad.

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