Adaptación cinematográfica de la novela homónima de Pierre Lemaitre, ganadora del prestigioso Premio Goncourt.
La trama, que se mueve entre el drama y la comedia. Se ubica en la Primera Guerra Mundial, durante el 1919. Relata cómo dos supervivientes de las trincheras, un magnífico ilustrador y el otro, un modesto contable, montan una estafa sobre los monumentos a los muertos de la guerra. En la Francia de los años veinte, el proyecto se convierte en algo tan peligroso como espectacular.
Es una película en la que destaca la amistad de los dos actores protagonistas. Dos personajes que preparan una venganza contra Francia. Un país que resalta los muertos en la guerra pero se olvida de los supervivientes, según el guión-novela. Se describe en la historia a una sociedad que desprecia aquellos soldados que no murieron durante la guerra. También es una reflexión que llega a los personajes que protagonizan la trama, desde los cuales se crea una crítica social. De hecho, a pesar de ubicarse en la Gran Guerra, el director Dupontel, quien también aparece entre los papeles protagonistas, cuando leyó el libro vio como todos los personajes eran de una modernidad desconcertante. En medio la trama aparece una pequeña minoría codiciosa y avariciosa que domina el mundo, que según el director podrían ser las multinacionales actuales.
Nos vemos allá arriba es una historia singular; comienza con una absurda y épica carga el último día de la guerra, pocas horas antes de que se firmara el armisticio. El resultado marca a tres supervivientes: el malvado teniente Henri d’Aulnay-Pradelle, que ordenó el ataque; el pobre Albert Maillard, contable, que se dio cuenta de la maniobra de su teniente; y el desgraciado Édouard Péricourt, hijo de un importante industrial, buen dibujante, que quedó desfigurado al salvar a Albert. De las trincheras a los hospitales y de allí a París, donde la vida continúa y comienza la belle époque, con sus lujos, bailes, corruptelas y patriotismo exaltado; para algunos no es tan bella. Édouard, desfigurado, se oculta, se hace pasar por muerto y concibe una divertida y singular venganza contra todos los que le hicieron mal.
Nos vemos allá arriba obtuvo 12 nominaciones a los premios César del cine francés y ganó cinco. Dentro de sus muchos méritos, destaca por la ambientación, el diseño y la fotografía. El director favorece en todo momento largos planos secuencia. Un soberbio arranque por las trincheras, uniformes, armas… da paso a unos hospitales de campaña, a unas mansiones y a unos salones en los que no hay fallo alguno.
Todos los detalles son perfectos y armonizan perfectamente. A ello hay que añadir el tratamiento del color, para destacar que se trata de una historia de época. La fotografía, el vestuario y los decorados fueron galardonados. La historia, premio al guion adaptado, tiene un tono desenfadado que evita caer en el pesimismo y la negrura que tienen los temas tratados: las matanzas gratuitas, los heridos y mutilados, las corruptelas y los arribistas, la desmovilización, y siempre –sello de Dupontel– el tono social y el toque anticapitalista. Dupontel consigue mantener todo el tiempo ese raro equilibrio que funciona de maravilla y le valió el César al mejor director.
Del reparto cabe destacar a Nahuel Pérez –premio César por otra película–, que, embozado y mudo, tiene una extraordinaria presencia y una mirada expresiva que vale por cualquier discurso. La historia cuenta también con una serie de personajes secundarios interesantes, que han sido muy bien trabajados: el padre de Édouard, su hermana, la criada Pauline, la niña…
Un estreno interesante en meses de verano, algo que no suele ser habitual.
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