Texto: Yolanda Aguas
Fue una de las películas más aburridas de las que pude ver en la pasada edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Insoportable y previsible a partes iguales.
Protagonizada por “la estrella emergente” Timothée Chalamet (que se comportó como un joven caprichoso y vago durante su estancia en el festival), la película había congregado esos días a sus números fans en la ciudad de San Sebastián.
Beautiful Boy, es la primera colaboración entre Felix Van Groeningen y Luke Davies. El director de Alabama Monroe y el guionista de Lion, respectivamente, parecían una combinación ganadora para llevar al cine las memorias de David y Nic Sheff, un padre y un hijo que se enfrentaron durante años a las adicciones a las drogas del joven.
Sin embargo, el guion escrito a cuatro manos por ambos cineastas no lograr reflejar con verdad el drama familiar protagonizado por Timothée Chalamet y Steve Carell.
El guión utiliza una estructura temporal que aborda los constantes altos y bajos de la enfermedad del joven adolescente (saltando constante entre puntos de vista y épocas diferentes) convierte la dramática lucha de los Sheff en una historia monótona en la que el espectador tiene problemas para conectar con el viaje emocional de la familia.
El tema que trata la película, la drogodependencia en las personas que las sufren y los seres queridos que son testigos de ellas, no consigue emocionar. ABURRE.
Lo más destacado son los encuentros protagonizados por las figuras maternas que encarnan unas Maura Tierney y Amy Ryan. Apenas aparecen, pero son ellas las que dejan claro que es ahí donde está el interés de la historia.
Un filme que pretende mostrar la caída a los infiernos del joven y la desesperación de un padre ansioso por saber qué le pasa a su hijo y cómo puede ayudarle. Una pena que no lo veamos en la pantalla.
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