La primera vez que intenté entrevistar a Susi Sánchez fue el 12 de noviembre de 2010. No me permitieron ni preguntárselo y ella ni siquiera se enteró. Lo único que logré fue que me dedicara mi ejemplar de “Final de partida” de Samuel Beckett, que esos días iba a representar en Zaragoza junto a José Luis Gómez.
Cuando me entregó ese ejemplar con su dedicatoria, le dije: “Ojalá algún día podamos conversar tranquilamente de su trabajo. Me encantaría”. Pues bien, cinco años después se ha cumplido ese sueño.
Brillante y generosa en su discurso y amable en el trato. Así es Susi Sánchez, una de nuestras mejores actrices, una de las más grandes.


El pánico de un escritor es un folio en blanco. ¿Qué le asusta a una actriz?
Yo imagino que la pesadilla recurrente de una actriz o un actor – y los compañeros lo comentamos de vez en cuando, porque siempre la tenemos – es salir al escenario y no saber qué tienes que contar, cual es la historia que tienes que contar, cual es la obra que tienes que hacer.
Hubo una época muy larga de mi vida, en la que a pesar de que me entusiasmaba mi trabajo, mi profesión, sentía pánico escénico… A pesar de ese pánico trabajaba, los compañeros me decían que tener miedo es normal, y se trabaja también con el miedo ¿no? Uno hace ejercicios, se relaja, se concentra, intenta de alguna manera estar en su eje para poder ofrecer el trabajo de una manera tranquila y ordenada, pero a veces el miedo te paraliza. Yo creo que el mayor miedo de un actor, en general, es que se le vaya el texto, quedarse en blanco.
Eres una actriz de culto – profundamente respetada por tus compañeros y admirada por los jóvenes actores -, ¿te gusta o te incomoda esta etiqueta?
Siempre es más agradable que te respeten a que te odien ¿no? (Sonríe) pero nunca me he sentido referente de nada. A lo largo de los años, simplemente he ido desarrollando una manera de trabajar y una inquietud por seguir investigando dentro del trabajo. Quizá esto es lo que les llame más la atención a la gente joven, porque es cierto que no hay demasiada gente de mi generación que se mantenga con esa inquietud. Yo observo incluso que hay actores más jóvenes que no tienen tanta inquietud por la investigación a la hora de trabajar. Por, digamos, desarrollar más el trabajo, por crecer y desarrollar más sus capacidades como actores. Probablemente para alguna gente joven pueda ser como un pequeño faro, como una guía, una luz que indique un poco hacia donde se puede seguir, cual es el camino en lo que son los procesos del actor.
Verdaderamente, llegados al punto donde yo he llegado ahora, siento que es inabarcable, es decir, no tiene fin. Cuando era joven, hubo un momento que yo sentí que no sabía cómo crecer más y sufrí muchísimo. (guarda silencio un instante)
Fue entonces cuando me metí en el Estudio de Juan Carlos Corazza. Cuando entré tuve que salir a la semana, no podía estar… Yo tenía una conciencia clarísima de la edad que tenía (ríe), era una mujer mayor y todos los demás actores podían ser mis hijos. Pero volví al cabo de un año, estuve haciendo terapia, estuve dirigiendo mi edad real, mi estado, mi situación real… A partir de ahí volví y ahí sentí que se abría como una ventana hacia algo desconocido infinito. Y lo que siento a día de hoy es que sigo en ese caminito, es decir, no sé a dónde llegaré pero la sensación que menos me agrada es sentirme que me atasco, que me puedo repetir como actriz.
¿Qué parte no te gusta o te molesta de tu profesión?
La parte más frívola, esa es la que menos me interesa. Las alfombras rojas, los photocalls… Tener que ir a probarte ropa para todo esto, me gustaría poder ir en vaqueros y bien abrigada si hace frío o fresquita si hace calor. Punto. Entiendo que hay toda una parafernalia en torno a esto que no es lo que más me gusta en el trabajo.
No eres la primera actriz que me confiesa esto. Es algo que pensáis muchas, y es curioso también que todas sois grandes actrices…
(Susi sonríe…)
¿Eres una actriz que atrapa a sus personajes o en alguna ocasión ha sucedido lo contrario?
Yo me he dado cuenta que en muchos casos la energía del personaje – la energía, no el personaje entero – a veces se queda un ratito después de la función. Se pueden hacer ejercicios para liberarte, pero puede ser gustosa, depende del personaje que hagas. Si es una tragedia y el personaje sufre mucho no tiene sentido quedarte con ese regustillo, te puedes limpiar, pero no me ha pasado nunca quedarme atrapada por el personaje. Además, el hecho de actuar es liberador, curiosamente… entonces la posibilidad de quedarme atrapada por el personaje se aleja mucho con la idea que yo tengo como actuación.



Decía Diderot en su “Paradoja del comediante”: “… los gestos, los tempos, el manejo de la voz y los sonidos, el furor…Todo forma parte de una imitación con la realidad configurada a partir de la memoria. Al acabar la representación, el actor no padece dolor alguno ni melancolía, no está turbado, simplemente se despoja momentáneamente de todos esos recuerdos, hasta que llega un nuevo ensayo”. Esa es, según Diderot, la paradoja del comediante: un actor no debe sentir nada, son los espectadores los que deben sentir.
¿Estás de acuerdo con esta filosofía?
Yo creo que el actor es un transmisor, es un canal de la historia, es un canal emocional, es un canal mental, de tripas, visceral… de la historia. Es un canal que sirve para proyectar esa historia en el espectador.
Un actor pone al servicio del personaje todo su ser, en el sentido de contar con toda su experiencia vital, todo su mundo emocional, toda su inteligencia. Creo que el actor, una vez que acaba la función, cierra ese canal, se corta de alguna manera y entras en tu vida normal porque si no te vuelves loco. Yo creo que el que tiene que vivir sus emociones fuertes finalmente es el espectador.
Hay tragedias que si tú las subrayas y te vuelves loca haciéndolas, el espectador se queda frío porque de alguna forma le estás quitando, le estás robando la capacidad de vivir lo que tiene que vivir como espectador. Somos canales y yo creo que debemos tener mucha atención con no hacer un alarde de las capacidades que puede tener un actor, sino más bien ser simplemente un canal, tener una comprensión lo más precisa posible de la historia para poderla transmitir.
García Márquez decía: “en el trabajo literario uno siempre está solo. Como un náufrago en medio del mar”. ¿Cómo te sientes momentos antes de salir a escena? ¿Cómo son tus “treinta minutos”? Aunque ayer me decías que en tu caso es una hora…
Cuando era más joven seguía un ritual bastante fijo (sonríe), ahora ya no. Lo que hago depende mucho del día, de cómo me encuentre ese día, depende de la función que tenga que hacer. Aún siendo una preparación personal, en privado, después – juntos antes de salir a escena – me gusta y siento la necesidad de tomar la fuerza de los compañeros. Tener la sensación de hacer piña, de que somos un edificio construido con todos nosotros que somos los ladrillos. Te pongo este ejemplo porque una vez tuve un sueño que tuvo que ver con esto: que un ladrillo es importante siempre y cuando tenga al lado a otros que sujeten también. Si falta ese ladrillo se puede caer el edificio y por eso tengo cada vez más fe en el trabajo en equipo. Creo que todos somos “ladrillos” y que juntos organizamos la belleza del edificio que puede ofrecerse ese día.
¿No te interesan los monólogos? ¿Nunca has pensado interpretar un monólogo?
Sí, lo he pensado algunas veces, pero no… El monólogo me parece una cosa dificilísima, creo que es muy complicado y yo prefiero trabajar con gente. Me gusta más trabajar con compañeros, tener a alguien que me mira en escena y alguien a quien mirar yo, me gusta más.
El teatro es la columna vertebral de tu carrera como actriz. Decía Borges: “El teatro es el arte en el que un hombre (o mujer) finge ser lo que no es y otro (otra), el espectador/a, finge que se lo cree”..
Es como un juego… ¿hay tablas en esta partida o uno de los dos sale más beneficiado?
Yo creo que son los dos… Cuando la función sale adelante y llega al lugar donde tiene que llegar, tanto el espectador como el actor ganan. Precisamente una de las cosas que más me gustan del teatro es que, tanto en el actor como en el espectador, se produce una renovación a la hora de asistir al espectáculo o de hacer el espectáculo. Me gusta el teatro en el que la gente entra de una manera y sale transformada. No digo de una manera radical, pero sí con nuevas reflexiones, un estado de ánimo con el que no había entrado… Sensaciones nuevas, esto me gusta y creo que es el fin, el objetivo del teatro.
Como actriz y como espectadora… ¿te interesa el mismo tipo de teatro?
Sí.
¿Has pensado en dirigir teatro?
¡Sí¡ (reímos porque no me ha dejado terminar la pregunta)
¿Esperas propuestas? Y si es así, ¿qué requisitos deben tener para que las aceptes?
Últimamente estoy pensado en dirigir porque he tenido una suerte tan grande de haber sido dirigida por tan grandes maestros…¡me han enseñado tanto¡ que ahora, trabajando como actriz en equipos me doy cuenta de que – aunque esté dentro, metida dentro del proyecto – puedo ver cosas y aportar muchas cosas.
Me he preguntado alguna vez si sería capaz de dirigir y ponerme en el otro lado y ver qué pasaría. Yo creo que es algo que tendré que hacer en algún momento, y espero que eso no sea en tiempo muy lejano.
El único requisito es que la obra o el texto que me ponga a dirigir, de alguna manera, me toque en algún lugar que me pida y me despierte la necesidad de contar eso que siento que está dentro del texto, de comunicar eso que está ahí dentro. Si yo encuentro un texto así, buscaría a los actores adecuados y lo dirigiría. No creo que me lo propongan, tendré que buscar yo el camino porque no creo que piense nadie que quiera dirigir.
Bueno, ya lo estás diciendo… ahora ya lo saben. (reímos)
Me gustaría mucho hacerlo, y espero que ese momento no sea muy lejano.


Vamos a hablar de algunos trabajos tuyos en teatro. Quiero comenzar por una obra que me ha fascinado, y que ya forma parte de mi vida para siempre: “Cuando deje de llover”.
Tú has dicho: “Es el drama contemporáneo más poderoso en el que jamás he trabajado. La gente sale sobrecogida de la función”. ¿Es también el que te ha hecho más feliz?
(Susi guarda un largo silencio antes de responder)
Esta es una pregunta muy difícil de responder… (sonríe) porque hay muchas funciones que me han hecho muy feliz y sobre todo no sólo las funciones, sino determinadas representaciones de esas funciones porque no todas son iguales…
Lo que sí te puedo decir que, a día de hoy, es la función con la que creo que más he aprendido a profundizar en lo que es el análisis de un texto, en lo que quiere contar el autor, dándome cuenta de la dimensión tan grande que tiene. ¡Es una epopeya, esa función es una barbaridad¡ Y darme cuenta de la repercusión tan poderosa que tiene en el público.
Nosotros no lo hemos visto porque salimos de escena en cuanto terminamos de saludar, pero nos han contado compañeros técnicos que, a veces, se quedan dos personas abrazadas en el patio de butacas. Quizá alguna pareja, él acurrucado en ella y ella consolándole… Situaciones muy peculiares que no se suelen dar. La gente va al teatro, ve la función y se va. Esta función no es así, esta función después de haberla visto va destilando durante días y días…
En ese sentido, sí que creo que es la función más poderosa que he hecho y lo que más feliz me hace de la función, si te digo la verdad, es poder ver a mis compañeros trabajar en ella. En la gira que estamos haciendo en teatros con el escenario a la italiana, puedo verles porque en las Naves del Matadero era imposible ya que – si salías a verles – el público te podía ver a ti. Verles… es que me emociono y me conmociono. Me siento entre cajas, en el suelo a lo mejor, tapadita… viéndoles trabajar y veo la entrega tan grande, esa generosidad, ese arte, esa manera de elevar el texto que tienen… y yo me digo “esto es una gloria divina”. (se emociona)
Cuando vi la obra, el 5 de noviembre, al terminar la representación fue una de esas pocas veces que he sentido el deseo de que volviera a empezar de nuevo… No quería que terminara, no quería irme de allí.
(reímos)
Y te voy a contar como anécdota, que inicialmente a Consuelo Trujillo le iban a dar mi papel y a mí el de ella. De hecho, la primera lectura la hicimos así… Yo me había hecho a la idea, pensé que quizá me veían con pinta más de inglesa por mi estatura o por ser más seca (ríe), no sé… Consuelo es más emocional, tiene más similitud con el personaje de la australiana… y justo dos o tres días antes de arrancar los ensayos, nos llamó el director y nos dijo que al revés… (ríe a carcajadas).
Y de repente me quedé un poco descolocada ¿no? Era como “a ver como digiero yo todo esto…”. Y me costaba al principio, y luego fíjate cómo finalmente lo hicimos así y salió muy bien.
Has trabajado en cuatro ocasiones con el maestro JOSÉ LUIS GÓMEZ:
(1985) Bodas de Sangre, de Lorca
(2004) El Rey se muerte, de Ionesco
(2008) La paz perpetua, de Juan Mayorga
(2010) Final de partida, de Beckett


¡Hay más cosas¡ Está “Castillos en el aire” de Fermín Cabal, que hicimos en La Abadía, y que dirigió también él. Y la primera vez que trabajamos juntos como compañeros, cuando yo le conocí a él, hicimos una adaptación de la “Carta al padre” de Kafka, se llamó “Juicio al padre”. Ahí fue cuando yo empecé más a hacer teatro, fue con ese montaje.
En las tres primeras como director. ¿Su forma de dirigir y trabajar se complementa con la tuya? ¿Qué tipo de ayuda necesitas de él?
José Luis Gómez es un hombre de teatro integral. Es un maestro. Ha formado a muchos actores que están funcionando muy bien en este país. Yo he tenido con él un aprendizaje muy fuerte porque es un hombre muy exigente con su trabajo y con el de sus actores. Él va muy a fondo, aprieta mucho las tuercas a los actores y entonces ahí aprendes a resistir. Yo he aprendido muchísimo de esto con él. Por otra parte, claro… nos conocemos desde hace muchos años y nos conocemos mucho y bien. Yo le tengo mucho cariño y mucho respeto y siento que me ha dado fuerza para poder sostenerme en este trabajo tan difícil a veces y tan arduo.
Me ha enseñado mucho de lo que es el amor y la inquietud por conocer sobre el mundo del actor. Siento que esto es lo que más me ha dado José Luis.
En el año 2010, llegó “Final de partida” de Beckett.


Aquí tuviste a José Luis Gómez como compañero de reparto, dirigidos por el gran Krystian Lupa. Dijiste de tu director: “Lupa me dio seguridad y libertad y en esa búsqueda sigo hoy: en no mecanizar mi trabajo”.
¿Cómo fue tu aproximación al universo de Beckett con un texto tan complejo como el de “Final de partida”?
Básicamente fue Lupa el que nos fue desvelando el camino. Lupa no quería dirigir una obra de Beckett, no era un autor de su gusto, no sentía inquietud por montar a Beckett. Sin embargo, cuando empezó a trabajar la función se dio cuenta de todo lo que subyacía en el texto y fue un proceso apasionante.
Principalmente era un trabajo de mesa y después se pasaba a la escena ¡una vez¡ y se volvía a hacer trabajo de mesa. No machacaba a los actores en escena sino que probábamos en escena todo eso que habíamos visto. Yo creo que Lupa ha sido actor, porque de alguna forma él improvisaba, le gusta mucho la improvisación y a mí también. Nos entendimos muy bien, a pesar de que él habla polaco y yo español (ríe), pero hubo un entendimiento como si se entendieran nuestras almas. Él en una ocasión me dijo “no hablo español pero entiendo todo lo que dices”. He sentido siempre con él y con su equipo polaco, una visión muy parecida de lo que nos gusta en el teatro. Antes de que él se fuera, yo le dije a Lupa “he sentido toda mi vida que tenía algo que descubrir, que me faltaba algo, como un velo más por descorrer y ver qué había más allá. Y he sentido que contigo he podido vivir esto”. Él me dio ese regalo. Y ese velo tiene que ver con esa libertad para crear, una vez que tú ya tienes ese personaje, no se trata de hacer cualquier cosa. Él te da el camino y tú luego puedes danzar por él libremente. Eso es un regalo para mí.
¿Conocías a Lupa antes de trabajar con él?
No. Conocía sus montajes, “Ritter, Dene, Voss” por ejemplo… que me fascinó. Había visto otras cosas de él y cuando me dijo José Luis Gómez la posibilidad de trabajar con Lupa, claro… me pareció que aquello era más allá de un regalo, era un milagro. (ríe)
LLUIS PASQUAL: (1987) El Público, de Lorca para el Centro Dramático Nacional
Fue un montaje que marcó época. Sorprende que no hayas vuelto a trabajar con Pasqual… ¿Mantienes contacto con él?
No… no hemos vuelto a trabajar juntos. He tenido contacto con él y lo sigo teniendo. De hecho le llamé para que viniera a ver “Cuando deje de llover” porque pensaba simplemente que él lo tenía que ver. Lluis Pasqual es un maestro, es otro investigador, un hombre de teatro completo. Él vino a vernos y le entusiasmó el espectáculo.
El destino ha hecho que no haya vuelto a trabajar con él. Él está en Barcelona y yo en Madrid, pero tengo muy buena relación con él. Él me sigue fascinando como director y siempre estaré dispuesta y encantada de acudir a su llamada.
RAMÓN SIMÓ, es un director que me gusta especialmente. Con él hiciste en 2005 “Cara de plata” de Valle Inclán…
Sí, es un director muy interesante. Él vino a Madrid para montar “Cara de plata”, hizo unas pruebas y me cogió para hacer el personaje de la hermana del sacristán. La verdad es que disfruté muchísimo, es un hombre con sentido del humor, muy tranquilo trabajando. Da la impresión de estar muy despreocupado, imagino que no lo será tanto, pero tiene ese talante con los actores y eso está muy bien. Da esa confianza, nos reímos mucho durante ese proceso. Además fue la obra con la que me dieron el primer premio en la Unión de Actores como mejor actriz de reparto.
DANIEL VERONESE…
¡Ay…¡
Suspiras…
Mi Veronese… (sonríe)
Hasta el momento has hecho con él dos obras: (2007) “Mujeres soñaron caballos” y (2012) “Los hijos se han dormido”, ambos textos del propio director.
Decías de tu trabajo con él: “Me dio la varita mágica con la que improvisar y sentirme libre. Eso es lo que he aprendido: la libertad”.
Si te fijas, tanto él como Lupa, los dos tienen un sentido parecido, aunque son muy diferentes a la hora de dirigir.
Yo le hice una vez una entrevista a él porque me lo pidieron en la Unión de Actores, que se llama “El hombre tranquilo” porque verdaderamente él es así. Se sienta y nos pide a todos los actores que llevemos el texto aprendido pero que sobre ese texto improvisemos y él lo corrige. Él dice “yo nunca voy a decir si algo está bien porque eso es perder el tiempo. Yo diré lo que está mal. Si no digo nada es que está bien, vosotros seguir de esa forma”. Desde luego no es la mejor manera de alimentar el ego de los actores, pero sí de sacar adelante un proyecto y estar todos concentrados en contar esa historia y en avanzar.
Recuerdo que cuando montó “Mujeres soñaron caballos” ¡la montó en tres días¡ Empezamos a ensayar un lunes, martes, miércoles… y el jueves ya hicimos un pase de la función pero improvisando y cambiando movimientos. Acomodando la función a los actores españoles porque la obra se había estrenado ya en Buenos Aires, él vino con el montaje.
Me entiendo muy bien con él. Me ha llamado de nuevo para un proyecto para el año 2016, que ojalá pueda hacerlo. Él me dijo “cada vez que vaya a España contaré contigo” (sonríe). Él es también un regalo para mí.


El año pasado estuvo en el Lliure de Montjuic con “Sonata de otoño”…
¡Cómo me gusta esa función¡
¿Qué personaje te gustaría interpretar en teatro?
Mira… acabas de mencionar “Sonata de otoño” y me encantaría hacer la madre. A través de Adriana Roffi, la ayudante de dirección de Veronese, le mandé recado cuando se fue a Buenos Aires, “dile a Daniel que venga a España a dirigir <Sonata de otoño>”. A ver si se lanza… (ríe). Es un personaje maravilloso.
Hay guiones de cine: “Persona”… hay personajes de Bergman que a mí me encantaría poder hacer en teatro. Me gusta muchísimo Bergman.
También es mi director de cine preferido…
Tiene una hondura extraordinaria, un conocimiento de la psicología humana brutal y además es muy valiente a la hora de tratarlo.
¿Y autores de teatro?
Hay muchos autores que me llegan mucho… Es una pregunta difícil de responder.
Para mí, Lorca es también un autor excepcional. Shakespeare me gusta muchísimo. Yo creo mucho en el trabajo de creación. A partir de ideas o de textos que no sean necesariamente de autores dramáticos. Desarrollar trabajos de creación y crear obras de teatro, puestas escénicas a través de trabajo con actores, me gusta mucho esa idea.
¿Y Chejov no te gusta?
¡Me encanta, me encanta¡ No lo había dicho pero me encanta, me vuelve loca.
Le muestro a Susi un libro: “Dramaturgas latinoamericanas contemporáneas” ISBN: 84-7962-014-5 (Editorial Verbum). ¿Qué sucede? ¿Por qué no se representan autoras de teatro?
Yo quisiera saberlo también… Y estoy segura que si hubiera más dramaturgas también habría más personajes femeninos para interpretar, claramente.
¡Mira lo que ha hecho Meryl Sreep en Estados Unidos¡ Ha creado una fundación para mujeres guionistas. Cada vez hay más autoras, pero es cierto que hay que romper una barra de acero impuesta
Los silencios, el movimiento, la acción… ¿alguna vez son más importantes que las palabras?
¡Por supuesto¡ Todo cuenta. La expresión del actor es todo. Los silencios a veces cuentan más que mil palabras.
¿Ha sido determinante encontrarte en el camino con Juan Carlos Corazza?
Sí. Él piensa que yo he aprendido menos de lo que él cree. Una vez me dijo que no había aprendido nada… (ríe) porque él también es muy estricto con el trabajo del actor. Tengo ganas de volver a encontrarme con él y le diré que, para bien o para mal, he aprendido más de lo que él piensa que he aprendido en su Escuela.
Tú has dicho: “En el teatro tú haces lo que tienes que hacer y el espectador elige si te quiere ver a ti o al compañero que está en el fondo del escenario. Pero en la televisión y el cine son el director y el montador quienes deciden, y yo siento que ahí hay procesos que los actores vivimos y luego no se reflejan en el resultado final”.
¿Eso te da coraje o te irrita?
Pues si… Sí, no puedo decir otra cosa porque siento que las prioridades en las televisiones de ahora están enfocadas en favorecer más a todo lo que tiene que ver con gente joven emergente, chicos guapos, chicas guapas… no tanto en contar una historia. Aunque la historia esté contada igualmente por todos, sino en favorecer los planos atractivos de la gente más joven.
Imagino que es una estrategia de marketing pero siento que ahí se ve mermado parte del trabajo de los actores que no somos tan jóvenes o que no estamos en la cresta de la ola.
Es cierto que no haces demasiada televisión, pero tienes intervenciones muy bonitas. Por ejemplo: la maestra republicada de LA SEÑORA, fueron 9 capítulos, y recientemente un papel en el que estás maravillosa: Luisa de Saboya en “Carlos Rey Emperador”, que han sido 11 capítulos.


¿Lo que te gusta menos de la televisión es la rapidez con la que se tiene que trabajar?
Yo creo que ha habido una estandarización de la fórmula televisiva en cuanto a las series ¿no? Se hacen muchísimas series, no todas tienen la misma calidad pero sobretodo lo que yo veo es que ninguna de ellas logra atreverse para romper con temas, con historias.
Yo siento que hay una falta de riesgo muy grande, en el sentido de contar una historia (la que sea) pero la televisión tiende a edulcorar las historias precisamente quizá porque es un medio al que tiene acceso todos los públicos. Echo de menos más osadía a la hora de meterse a fondo con los asuntos, más osadía a la hora de atreverse en la actuación, en que los actores fueran más rompedores también a la hora de actuar y de comprometerse con el trabajo. Que todo fuera menos dulcificado. Creo que las series de televisión, en general, excepto algunas que son más lanzadas (en España menos) les falta riesgo.
La televisión es un medio extraordinario, que llega a todo el mundo y sin embargo, en ese sentido está poco aprovechada. Está bien que haya series que estén estandarizadas, que tengan esas pautas, pero sería magnífico que hubiera otras con las que el espectador tuviera la posibilidad de decir: “¡Qué ganas tengo de que llegue tal hora para ver a fulatino o menganito en esta serie porque es la bomba lo que hacen ¿no?”.
Hay un corto tuyo que me gusta mucho: “Yo sólo miro” de Gorka Cornejo, junto a Joan Crosas e Iker Lastra. Hace muy poco, en octubre, ganaste el premio Mejor Actriz en el Festival de Gáldar con “Tras bambalinas” (2015) de Rafa García.




El corto es un ejercicio de precisión. Exige una gran capacidad de síntesis. ¿La energía e ilusión que tienen los jóvenes realizadores te contagia a la hora de interpretar tus personajes?
¡Claro que sí¡ Aparte para ellos suelen ser óperas primas, pequeños aperitivos de lo que puede ser su primer largo, pero la seriedad y la responsabilidad con la que los atajan es la misma que si fuera un largo. Y los actores igual, es verdad lo que dices que son como síntesis. Un corto encierra una historia en muy poco tiempo y tienes que desarrollarla, pero cuando está bien escrito un corto se puede hacer perfectamente, es igual que cine. Es elegir esos momentos que son los que van a contar los detalles que en definitiva, en la memoria del espectador, son con los que se va a quedar como el recuerdo de lo que es la historia, la suma de todos esos detalles.
A mí me gusta mucho hacer cortos, porque es un ejercicio de rapidez al mismo tiempo, pero también de poderte tirar a la piscina, de poder jugar y tiene más margen para poder interactuar con el director. Es más rico el poder trabajar en los cortos.
Debo elegir algunos títulos de tu filmografía, no podemos hablar de todos tus trabajos por el factor tiempo… Permíteme destacar algunos:


LA TETA ASUSTADA (2009) de Claudia Llosa. ¿Qué sensaciones quedan de aquel rodaje y de aquella gran y exquisita interpretación?
La verdad es que yo pedí a la productora si podía estar un par de semanas antes en Perú para poder atrapar más el acento peruano, porque no es un acento al que estemos habituados. Mi personaje es una compositora peruana y además es de la alta sociedad de Perú, que son muy pocos. En Perú la inmensa mayoría no lo son y casi no existe la clase media. Me estuve relacionando con ese tipo de sociedad peruana que tiene mucho que ver con la familia de Claudia Llosa. Me llevaron a muchos sitios, estuve conociendo un poquito su idiosincrasia hasta el punto de poder empezar a improvisar también con el acento en la película.
Claudia es una mujer extraordinaria. Hablamos mucho sobre lo que se quería contar de esta mujer en la película, compartimos pensamientos al respecto. Hubo momentos en que ella, de repente durante el rodaje y justo antes de rodar una secuencia que ya estaba más que escrita, la cambiaba. Veía algo, lo cambiaba y el giro que le daba le hacía cobrar todo el sentido a ese instante de la película. Es una mujer con muchísimo talento, me gustó mucho rodar con ella, mucho.
Toca hablar de Pedro Almodóvar. (2011) “La piel que habito”, (2013) “Los amantes pasajeros” y, recientemente, (2015) “Julieta”.


Siempre hablas bien de él, del trato exquisito que te da, de que notas su respeto…
Yo digo que el papel que me ha dado en su última película, “Julieta”, es muy luminoso. No sé cuál será el resultado final, él me dijo que quedó muy contento. Él se ha arriesgado a darme un personaje que yo creo que, en principio, no me veía en él… (sonríe). Me dijo un día: “Tú, hagas conmigo el personaje que hagas, de joven siempre fuiste modelo”.
(reímos)
En su imaginario él piensa que pudo ser así, aunque eso no se refleje en la película, pero siempre le gusta imaginar que en mi pasado fui modelo. Supongo que porque no pude ser otra cosa con mi estatura (ríe). Para mí, Pedro es un maestro. Disfruto mucho trabajando con él, me cae genial. Tiene mucho sentido del humor y me río mucho con él. Es un hombre que tiene muy claro lo que quiere, él escribe sus propios guiones y si tú le das en la tecla de lo que él quiere… es maravilloso. Yo no sé otras actrices qué experiencia habrán tenido, yo te puedo hablar por mí, y en mí yo siento que cada vez estoy más cerca comprendiendo y entendiendo más su mundo. Comulgando más con su mundo porque me parece un mundo poético, profundo y extraordinario lo que él cuenta en sus películas. Pronto se estrenará la película y podrás verla, yo creo que es una de sus mejores películas, es una tragedia.
En 2014 llega a tu vida Ramón Salazar, con el que ruedas “10.000 noches a ninguna parte”. Dices que sientes que es uno de los mejores trabajos que has realizado. Salazar te da intimidad y confianza a la hora de trabajar. Pronto otro proyecto junto a él. Vi vuestro coloquio en la Academia de Cine, y ahí observé mucha química entre vosotros…
Sí, sí… la hay. (sonríe)
Cuando encuentras esto con un director, esta afinidad con un director, con un compañero de trabajo, con alguien con quien colaboras, eso no tiene precio. Eso es una maravilla, que a veces sólo con una mirada o una sonrisa ya entiendo el giro que Ramón quiere que tenga la escena, por ejemplo…
Cuando rodamos “10.000 noches a ninguna parte”, al ser una producción con un presupuesto muy reducido, el equipo era mínimo pero también eso resultó ser una ventaja. Al no haber tanto aparataje dentro del set de rodaje se podía crear una atmósfera de mucha intimidad y mucha concentración. Yo sentía que él, diciéndome una palabra… él me lo decía muchas veces “yo siento contigo, Susi, que haces la escena con las indicaciones que te digo. La haces… De repente te digo no sé qué otra cosa y es que lo haces así… No hace falta estar preparando…”. Entonces eso a él le gusta y a mí también porque nos entendemos. Eso no es fácil, no se encuentra esto con cualquiera. Y a mí, a veces, me dicen las cosas y no me entero, me cuesta… (sonríe).


Cuando encuentras a una persona con esa facilidad… y además también tenemos los dos un lenguaje mágico común.
A él le gusta mucho el misterio, todo el mundo onírico, el mundo de los símbolos. Comulgo mucho con ese tipo de imágenes, de mundos… Me gusta mucho trabajar con él. Ahora en este otro proyecto, el personaje lo ha escrito expresamente para mí…
Susi, él ahí ya te está indicando muchas cosas…
Sí… (sonríe) Yo siento que es un regalo que me ha hecho por todo lo que nos ha dado “10.000 noches a ninguna parte”. Tuvimos acceso a una nominación a los Premios Goya.
Esta sí que es una película de culto, Ramón Salazar es un director de culto, de los pocos que hay en este país. Es un director al que verdaderamente se le puede dar esa categoría, ese nombre con toda ley.
En su nueva película ha querido hacer un personaje completamente diferente y la historia es apasionante, es emocionante. Él ahora está trabajando más el guión, él es escritor y estamos viendo la posibilidad de que se haga en coproducción. La película se va a llamar “La enfermedad del domingo”, hablando de ese estado de ánimo que nos ataca a las personas sensibles los domingos por la tarde. Esa sensación que parece que te estás poniendo medio enfermo. La historia tiene relación con eso, y el guión es muy bello, bellísimo.
Hablando de directores de culto, has tenido una colaboración en “Truman”, la última película de Cesc Gay… director que me fascina. Me contó Javier Cámara en San Sebastián (en la rueda de prensa) que ese ramillete de actores maravillosos que tenéis escenas de un minuto, desconocíais de qué iba la historia.
¡Yo sí lo sabía¡
¿Sí? Me dijo, por ejemplo, que Nathalie no tenía ni idea de qué iba la película, lo único que sabía es que estaba relacionada con un perro…
Jajajajaja ¡qué graciosa¡ (reímos)
Yo sí leí el guión y me quedé impactada con él.
Y todos le dijisteis que sí a Cesc Gay, aunque eran intervenciones muy cortas…
Sí, es que ese guión estaba muy bien escrito. Y mi personaje también es una joyita ¿sabes? Sé la repercusión que la película tuvo en el Festival de Cine de San Sebastián.
En San Sebastián vi otro de tus últimos trabajos: “Lejos del mar” de Imanol Uribe.
Yo vi la película en un pase que hicieron en Madrid. En esta película mi personaje tiene un arco, tenía cuatro secuencias. Por cuestiones de montaje y de guión se eliminaron las dos del centro. Al quedarse en la mitad el personaje, yo lo noto… Quizá el espectador no lo va a notar porque está muy bien montada la película y muy bien dirigida.
En la película apenas queda reflejada la historia que ha vivido esa familia, porque sólo se centra en la historia de la hija. Se han querido centrar más en la historia de ellos, algo que sucede con mucha frecuencia.
Creo que en esa película, lo que cuenta más la madre es la otra parte, la parte de las víctimas que creo que ha quedado un pelín como soterrada. Está más presente la historia de amor, aunque no sé si se puede llamar amor, es más una especie de obsesión entre ellos dos. Creo que Eduard y Elena están espectaculares, la película es muy potente, muy poderosa pero con respecto a mi trabajo yo siento que se ha quedado a mitad del camino por el montaje.


Quiero terminar esta entrevista con tus palabras: “El arte representa la belleza, la verdad y la justicia y eso son los valores eternos e indestructibles”.
¿Alguna vez te llega el desánimo ante tantas dificultades para vivir y desarrollar la cultura? ¿En qué te apoyas para superarlo?
El desánimo viene muchas veces porque la cultura no depende de la cultura, depende de la política. Y la política no depende de la política, depende del poder económico. Todo es una cadena que hace que el mundo funcione como está funcionando de mal, tristemente ¿no?
Todos los errores, y los errores que estamos cometiendo como seres humanos en este mundo, son motivos que a diario a mí me hacen preguntarme si tiene sentido y, sin embargo, pienso que precisamente por todo eso es por lo que tiene sentido. El arte es una visión para calmar el alma, para calmar los espíritus tristes, para calmar el dolor que produce todo esto que sucede en el mundo. Para dar una visión, a veces más contundente, pero más balsámica, más reconfortante. Es una manera de decir al espectador, al hombre o a la mujer que se sienta a vernos “sí, todos sufrimos pero todos tenemos la capacidad de remontar también”. Hace poco me hicieron una entrevista y decía “hay obras de teatro que yo no haré nunca porque no dejan una ventana abierta”. Me gusta “Cuando deje de llover” – muchísimo – porque a pesar de todo el recorrido de los personajes, de todos los periplos de dolor que viven, hay una redención, hay una ventana hacia la esperanza al final.
Yo creo que el Arte, el compromiso del Arte, es darle esperanza al ser humano a pesar de todo el horror que vive.
Susi, no sé cómo expresar lo feliz que me ha hecho este encuentro contigo, esta conversación generosa y brillante por tu parte. Te digo hasta pronto, en la esperanza de un reencuentro.
Gracias Yolanda…
*************************************************************************************************
NOTAS:
Las fotografías oficiales de películas protagonizadas por SUSI SÁNCHEZ que hemos insertado en este artículo, son propiedad de sus autores.
Las tres fotografías oficiales de SUSI SÁNCHEZ, son autoría de Sergio Parra y propiedad de SUSI SÁNCHEZ.
Las cuatro fotografías de SUSI SÁNCHEZ realizadas en el Teatro Principal de Zaragoza, son propiedad y autoría de Yolanda Aguas para CINET FARÖ.