Consuelo Trujillo: Actriz y directora de teatro. Maestra de actores e investigadora de los procesos artísticos aplicados a la interpretación, la educación y a la psicoterapia.
Licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad de Sevilla.
Formación en Arte Dramático en el Instituto de Teatro de Sevilla- CAT, en la Escuela de Carlos Gandolfo en Buenos Aires y en el Estudio Corazza para el Actor en Madrid y durante 14 años miembro de su equipo pedagógico.
Eso dice su C.V. pero ella es mucho más. Decía Artemisia Gentileschi: “Durante toda mi vida deseé alcanzar lo sublime, trabajé sin descanso para la inmortalidad, ¡peregrina e irrisoria ambición¡ Me soñaba adamantina. A un tiempo leona y domadora. Hormiga laboriosa, madre. Hada. Mujer de mundo, fuego fatuo, artista reconocida. Musa. Rayo, trueno y lluvia refrescante. Estrella en el firmamento, hacendada en su chamizo. Pintora. Viajera, amante, humilde ama de casa. Compañera. Me habría gustado ser todo y tener todo a la vez. Y tal vez lo tuve, a ratos”.
La conversación que leerán a continuación se realizó el pasado sábado 14 de noviembre en el Espacio Mariano Cariñena del Teatro Principal de Zaragoza, donde ella representaba “Medea” con dirección de José Carlos Plaza. Suya es la obra, y suyos los aplausos y bravos que el público le dedicó.
Para tu maestro, Juan Carlos Corazza, “el teatro es un lugar al que hay que acudir. Un espacio y un tiempo en el que dejamos el mundo real para entrar en otro mundo” (…) “¿Hay algo más mágico?”
Totalmente de acuerdo…, pero ¿El teatro es para minorías?
Yo creo que no. El teatro es un acto humano por excelencia, como cualquier arte. No me parece que el arte sea para minorías, lo que sí creo es que lo mismo que hay diferentes maneras de sentir la vida, hay diferentes maneras de apreciar la belleza y hay diferentes maneras de vivir el teatro.
Lo que sí creo también es que vivimos en una época y en un país en el que hay pocas posibilidades de que la gente se encuentre a sí misma en el teatro y encuentre cual es el teatro que más le llega o abra su mente a nuevas visiones, porque todo eso hay que propiciarlo. Yo creo que el teatro es para todo, de hecho lo he comprobado muchísimas veces.
A una gran actriz – fallecida hace poco – le gustaba decir que “el teatro te permite vivir cien muertes y morir cien vidas”. ¿Por qué eres actriz?
Me lo preguntas y me emociona… Soy actriz por vocación. No sé en qué momento de mi vida sentí ese pálpito, pero desde muy pequeña recuerdo ese deseo de actuar, de contar historias, de expresarme con la belleza, de comunicarme con la gente a través de textos, de poesía… Lo sentí desde muy pequeña. Recuerdo, así como hitos, que en el colegio hubo varios momentos en diversas representaciones en los que sentí una felicidad muy grande cuando lo podía hacer y me elegían para poder hacerlo. Hubo un momento muy fundamental, yo tenía trece años y mi profesora de Literatura (a la que le estaré muy agradecida) me dio unos poemas de Lorca y yo los recité en el acto final de curso. Sentí como un subidón enorme, como si aquellas palabras me elevaran a lugares que yo, una chica de trece años que estaba en plena pubertad, pues no había sentido nunca. Desde entonces me acompañó ese deseo.
Vienes de hacer llenos absolutos con “Medea” y “Cuando deje de llover”, pero imagino que también habrás vivido la experiencia de actuar ante una sala medio llena o casi vacía… En esos casos ¿hay una mayor motivación para el actor o no le afecta?
Yo, ante una sala muy vacía, lo primero que siento es mucho respeto hacia la gente que está allí. Me esfuerzo mucho en realmente dar una calidad con mi trabajo. Valoro mucho la gente que ha ido a ver un espectáculo que a lo mejor no ha tenido tanta difusión, no está llegando tanto a los mass media o – digamos – no está siendo tan bien recibido. Intento, junto a mis compañeros, esforzarme al máximo y crear una energía de llegar al espectador como si la sala estuviera llena para que la gente que está allí realmente se vaya con la convicción de que ha visto el espectáculo con nosotros dándolo todo.
Con “Cuando deje de llover” habéis recibido innumerables premios:
3 Premios MAX: Mejor Dirección Escena (Julián Fuentes Reta), Mejor Espectáculo Teatral, Mejor Actriz Reparto (Susi Sánchez)
4 Premios Unión de Actores: Mejor Actor Reparto (Felipe García Vélez) y Mejor Actriz Reparto (Susi Sánchez), Mejor Actor Secundario (Jorge Muriel) y Mejor Actriz Secundaria (Consuelo Trujillo)
Sabéis que con esta obra habéis hecho historia, “Cuando deje de llover” ya es un espectáculo teatral histórico… Los premios materiales son importantes, pero ¿el mejor premio es el público?
El texto de “Cuando deje de llover” me lo pasó Jorge Muriel, y desde que leí la obra yo vi un grandísimo texto, enorme… Lloré mucho en la primera lectura, volví a emocionarme en la segunda lectura y me di cuenta que tenía delante una gran historia.
(Le muestro unas fotografías de las primeras lecturas)
¡Qué bonito¡ Sí, muy bonito.
Me emocioné en esas primeras lecturas, entonces cuando luego se fue forjando la historia, nos fuimos dando cuenta que estábamos ante una cosa muy grande y ante la convicción que era muy grande y que nosotros éramos muy pequeños y que lo único que teníamos que hacer era ponernos a ese servicio. Luego, a nosotros la historia nos atrapó, nos transformó como seres humanos, nos hizo sentir muchas cosas como equipo. Yo creo que sacó lo mejor de nosotros mismos, y luego lo siguiente fue el público…
Ver qué pasaba con el público, porque como tú misma lo viste, no es una historia fácil de seguir, le exige al público estar activamente participando de la obra. Un abrirse ¿no? a ese puzzle desordenado en el que todo empieza a componerse pero que no se compone de una manera racional y cronológica. Decíamos “qué va a pasar? ¿se van a enterar que ahora estamos en Londres y luego en Australia?“ . Todo esto lo fuimos viviendo y claro… el impacto llegó cuando sentíamos que el público nos tomó, yo sentí que el público tomó la historia.
Te voy a contar, y esto no me había pasado nunca, que muchísima gente, cientos de personas, han visto la obra dos y tres veces. Cuando ha finalizado la función me han dicho: “voy a volver con mi padre, voy a volver con mi hermano (que hace mucho que no hablo con él), voy a volver con mi pareja…”. Se ha producido toda una serie de cosas que hemos comprendido que la historia que contamos ya no es nuestra. La historia es de todos los que habéis estado allí con nosotros en las Naves del Matadero, y de todos los que estarán ahora en la gira que se inicia por toda España. Ojalá podamos venir a Zaragoza, porque además nuestro director Julián Fuentes Reta es de Zaragoza, es aragonés…
Yo siento que ahora cuando salimos a contar la obra, la contamos todos juntos, esas cuatro bandas de butacas del público del Matadero y todos nosotros en el escenario estamos en ese mundo cósmico, en ese viaje desde Australia a lo largo de cuatro generaciones. Yo creo que todos hemos vivido lo de “cuando deje de llover”, nos toca a todos. Ahí se produce con esta obra lo que se tiene que producir con el teatro y es que la obra ya no es nuestra, de los actores y autor, la obra es de todos los que estamos participando en ese rito teatral. El público, los actores, la música, las luces, el vestuario, el texto… y, como dice mi maestro, la magia.
Háblanos de tu etapa en Argentina, esos años de formación junto a Carlos Gandolfo y explícanos si la responsable de la llegada a España de Juan Carlos Corazza fuiste tu… (reímos).
Sí, sí, sí… claro. En el año 1987, yo sentí que entraba en una crisis artística (sonríe al recordarlo). Estaba trabajando profesionalmente con una compañía de Sevilla, Esperpento, y estábamos con gira por toda España con “La marquesa Rosalinda” de Valle Inclán. Con esa obra estuvimos en el CDN, en el Teatro María Guerrero, pero yo sentía que mi interpretación no era lo que yo quería, me faltaba algo.
Yo conocí en un curso del Instituto del Teatro a Carlos Gandolfo, me impactó mucho su profundidad a la hora de analizar los textos, de entender los personajes, de llevarnos a los actores a lugares desconocidos… Todo eso, y también una crisis de amor, me llevó a preguntarme “¿por qué no hago un cambio en mi vida?”. Mis compañeros no lo entendían “pero si tienes trabajo ¿cómo te vas a ir?”. Yo soy así, cuando siento que hay algo que transcender, o que romper o que cambiar lo hago y me dejo llevar por mis instintos y por mi intuición.
Tuve la suerte de tener una beca del Ministerio de Cultura, del INAEM, era cuando todavía había esas posibilidades para los que nos queríamos formar más en el extranjero. Conté además con una beca de la Junta de Andalucía y Carlos Gandolfo me admitió en su escuela y también me becó. Primero iba por un año, pero lo alargué a dos e hice un intensivo absoluto porque estaba todo el día en su escuela. Allí, en Argentina, trabajé mucho el cuerpo, me abrió mucho mi visión del trabajo con el cuerpo. En aquella época, se hacía muchísimo teatro y yo creo que me cambió la vida también porque empecé un camino que ha ido paralelo para mí en el arte y en la vida. Es el camino de conocerme a mí misma, de ahondar en mí, en mis trabas, en mis bloqueos, en mis zonas menos conocidas, en mi historia… y sanarla y también sentir cómo todo eso se ponía a disposición del arte.
Fue allí, cuando yo estuve en Argentina cuando me di cuenta, entre los 27 a los 29 años, el teatro que quería hacer, el tipo de actriz que quería ser y por dónde quería encaminar mi vida. Allí conocí a Juan Carlos Corazza. Él ya era uno de los alumnos veteranísimos de Carlos, y ya estaba colaborando como profesor en su escuela. Nos hicimos muy amigos, y ahí surgió la idea de que él viniera a España a dirigirnos a Manuel Morón y a mí. Hicimos un proyecto que no salió para el Festival de Cádiz, pero él ya estaba a punto de venir a Madrid porque también estaba interesada Katrina Bayonas y su hija Lorena, para que hiciera un curso. Organizamos una cosa para que él viniera a Sevilla en la que estábamos Manuel y yo, y luego Juan Carlos encaminó su vida aquí.
¿Fue ése el momento en que él te transmitió la idea para que te dedicaras también a formar a otros actores?
Sí, él siempre creyó mucho en mí para desarrollar esa faceta. Al principio yo no estaba muy por la labor, estaba más centrada en mi trabajo como actriz, más enfocada en ese camino. Él me impulsó mucho a dirigir, y lo hice primero con un par de cosas, pero luego me metí en la misión de la enseñanza. Él tenía mucha fe en ese sentido mío de poder ayudar a otros actores a poner en pie obras. Más tarde, él me propuso entrar en su equipo. Yo tenía 33 años y la verdad es que me cambió también la vida ser maestra y formarme para ser maestra. Durante catorce años estuve allí trabajando, formando actores. Muchos de ellos están ahora recorriendo las pantallas de cine y los teatros de España. Fue una satisfacción muy grande que además me aportó muchísimo como artista y como ser humano.
Corazza dice que “la formación básica sí acaba. En nuestra profesión ocurre como en la vida, tendemos a dormirnos, y la carrera siempre amenaza con devorar al artista. El actor se hace más libre cuando se permite pedir ayuda, y también cuando es capaz de arreglárselas solo. ¿Qué es lo primero que les dices a tus alumnos? ¿En qué señal detectas que ese alumno/a no logrará alcanzar el sueño de convertirse en un gran actor o en una gran actriz?
Lo de convertirse en un gran actor es una cosa muy compleja, porque hay muchas cosas que pueden influir, algunas están en nuestras manos y otra no. Lo primero que yo hago con la gente que viene a trabajar conmigo y que tiene el deseo de ponerse en mis manos, es hablarles de la entrega. Para mí la entrega es lo que me rige en la vida y en ese caso hablo de la entrega al material, al texto que tenemos con el que estamos trabajando. La entrega al actor, al personaje… y también les hablo de que se entreguen a mí en ese momento, como yo me voy a entregar plenamente a ellos. Yo me entrego a la persona que tengo ante mí con sus dificultades y con sus dones, lo tomo por completo. Le digo “te voy a acompañar en este tránsito que vamos a hacer juntos. Te acepto como eres, con todo lo que eres. Ahora… te pido que tú también te entregues a mí. Habrá momentos en el que esté más acertada, momentos que menos, pero si hacemos esa danza juntos, sin estar precavidos, sin defensas, sin juicios… yo te podré dar todo lo que tengo y para eso tú tienes que estar abierto a ello”.
Eso es lo primero que yo hago con mis alumnos. Para mí enseñar es un acto de amor, es un acto de entrega y aprender también lo es. Ahí es donde yo me siento cómoda con los alumnos, donde doy lo mejor de mí misma, donde me siento libre, donde me permito explorar, investigar, hacer locuras… Para mí el darse el permiso a la libertad, a la locura, a lo que no es tan apropiado, lo que es el espíritu de la experimentación, de la creación es fundamental y yo siento que además es dónde yo funciono.
Tu labor artística y profesional abarca diversos campos. Actriz, profesora y directora. Vamos a hablar de tu faceta en la dirección.
Hubo un proyecto pedagógico para el Auditorio Nacional: “El río de la vida” de la compositora Marisa Manchado, también:
(1989) Mujeres al vapor de Nell Dunn, para Pez Luna Teatro
(1999) Muriendo de Antonio Álamo, para Estudio de Actuación J.C. Corazza
(1999) Noche de reyes o… lo que quieras de W. Shakespeare, para Pez Luna Teatro
(2014) Criatura, co-directora, creadora e intérprete
¿Con qué piensas continuar?
Lo estoy haciendo ahora con “Criatura”.
Ese proyecto lo empezamos codirigiendo Andrés Waksman y yo. Ahora ya sólo lo dirige él, porque yo me dedico a la creación y a la interpretación de la pieza. Mi faceta como directora me gusta mucho, pero una cosa importante para mí en la dirección es el texto. Que sea un texto o una creación que yo quiera, que yo desee mucho contar, que me mueva, que me agarre las tripas y que me mueva el deseo de ponerlo. Soy una directora que funciona de esa manera. Luego tengo una cosa muy mala y es que me gusta dirigir textos en los que hay muchísimos actores…
Eso es un problema a la hora de levantar el proyecto… (reímos)
¡Totalmente¡ Eso es un problema…
No has mencionado un proyecto que hice en Barcelona con mujeres, que fue “Mara Truth” hace tres años. Me invitaron de la Asociación Vacas (Projecte Vacas) y lo hicimos en coproducción con Criatura del Arte. Eran diecisiete creadoras: bailarinas, actrices, músicos… hicimos una investigación maravillosa en torno a lo que han sido las mujeres que han ido abriendo brecha a lo largo de la historia ¡cómo las activistas históricas¡ ¿sabes? (sonríe).
Desde Hildegarda Von Bingen hasta Petra Kelly pasando por Tina Modotti, Janis Joplin o Artemisa Gentileschi… entre otras muchas. Era un proyecto muy bonito entre musica, danza, teatro… Yo fui feliz. (sonreímos)
¡Diecisiete mujeres¡ Creando con la música, con la ayudante de dirección, Mónica Dorta trabajando con la voz… ¡ese equipo enorme¡ Yo lo que hago es coordinar, impulsar para que salgan los dones y que lo creemos juntas. Eso es lo que más me gusta. No soy una directora de sentarme en mi casa, imaginar la puesta y decirme “tengo ahora 30 ó 40 días para ponerla en pie”, que lo veo bien si los demás lo hacen así… Hay directores que eso lo hacen muy bien. Yo soy más de meterme en el equipo, de ver qué surge, aunque yo tenga mucho estudio y mucha propuesta que traer. Me gusta moverme en esa cosa que es – como dice Peter Brook – “al principio cabe todo, entonces pongámoslo todo”, yo ahí me siento muy identificada. Pongámoslo todo, tengamos esa etapa caótica-creativa en la que todos nos conozcamos… y luego empecemos a seleccionar, a definir, a dibujar, a precisar lo que queremos contar. Me gusta trabajar así, y hacerlo así es difícil.
Como decía Lorca: “Vamos a no llegar, pero vamos a ir”. ¿Qué te ha dado Lorca y qué has intentado darle a él?
Lorca… (cierra los ojos al pronunciar su nombre).
Me lo ha dado todo. Yo siento que es un maestro interior que tengo, una guía, un amigo, un padre. Federico para mí es el símbolo de lo que yo quiero en el arte, y aparte es de mi tierra y siento un orgullo maravilloso que me conmociona que sea andaluz y a la vez una pena muy grande por lo que le hicimos.
Como ya te conté antes, a los trece años me encontré con Federico y desde entonces hasta ahora. El domingo estuve en la Feria del Lector del Teatro que se celebró en Madrid, y me llevé un libro sobre Federico – ¡y tengo cincuenta mil en mi casa¡ – que habla del sentido de su obra.
Conecto con el alma de Federico, lo entiendo. Conecto con su atmósfera poética, con su concepción del teatro. No me cuesta ningún trabajo aprenderme sus textos, es como si me nacieran de dentro y son suyos… No me cuesta ningún trabajo interpretar sus personajes y lo digo con humildad, de verdad, porque no lo veo como obra mía, lo veo como esta conexión, este río que hay entre él y yo. Me siento entregada a él. Por lo tanto, cada vez que tengo la oportunidad de participar en un proyecto en el que esté Lorca, me siento afortunada y es un motivo, una gran oportunidad que me da la vida para crecer como artista. Cada vez que he tenido un texto de él he dado un grandísimo salto como artista.
En “Criatura” hay textos de Federico, y aparte son textos desconocidos de él. Yo tengo en mente obras suyas. No sé… Federico ocupa muchísimo de mí como artista, como actriz y como ser humano.
Tu trabajo en “La Novia” de Paula Ortiz es deslumbrante. No es únicamente el texto y cómo lo dices… es tu trabajo corporal, tus movimientos, tus miradas… Emocionan profundamente.
¡Qué bonito¡ Gracias…
Fuiste una sorpresa maravillosa para mí. Cuando fui a ver la película iba con el deseo principal de ver el trabajo de Luisa Gavasa. Actriz a la que admiro desde hace mucho tiempo, ella es de Zaragoza y aquí le queremos mucho. Me habían dicho amigos – que vieron el pase previo que se proyectó en Zaragoza antes del Festival de Cine de San Sebastián – que Luisa estaba magnífica, incluso para ganar el Goya. Pienso que es así, pero también te digo –con total sinceridad- que si fuera por mí debería ser un ex aequo contigo.
Gracias… El personaje de Luisa es más potente como para llevarse el Goya, y yo estaría encantada de que se lo llevara porque me he hecho muy amiga de ella en la vida personal a partir de rodar “La Novia”.
Cuando asistí en San Sebastián al primer pase con público de la película en Tabakalera, tras la proyección hubo un coloquio y allí te hice la pregunta que ahora voy a compartir con nuestros lectores:
Consuelo, tu personaje en La Novia, es el personaje “bombón”. Todos sabemos la importancia que las criadas tienen en la obra de García Lorca (Doña Rosita la Soltera, La casa de Bernarda Alba, Bodas de sangre…). Ellas son el alma de la casa, lo saben todo, lo escuchan todo, lo viven todo… Son y representan la sabiduría más profunda, ésa que viene directamente de la tierra… ¿Qué pensaste cuando Paula te dijo que este personaje ibas a interpretarlo tú? Y ¿Qué has sentido al hacerlo para el cine?
Mira… voy a contarte una cosa: yo hice la madre en “Bodas de sangre” en teatro.
Sí, con José Carlos Plaza.
Y Paula vino a verlo porque le invitó Carlos Álvarez-Novoa. Allí me conoció Paula y se quedó conmigo (sonríe). Ella me dijo que quería contar conmigo para hacer su película, me lo dijo cuando el proyecto estaba todavía haciéndose. Yo le dije: “bueno… cuenta conmigo, pero cuenta conmigo para lo que sea. No te creas que yo sólo quiero hacer la madre ¡que me encantaría¡, pero de “Bodas de sangre” lo que tú digas. La mendiga… lo que sea”. Yo ni había leído el guión ni sabía qué versión iba a hacer ella, pero se lo dije. Y me llamó para hacer las pruebas para la criada y al final salió ese personaje para mí.
Cuando Luisa y yo nos encontramos, ella estaba muy apurada porque yo había hecho la madre en las “Bodas de sangre” de José Carlos Plaza. Luisa sabía el trabajo hecho que yo ya tenía… (sonríe) y yo le dije: “Luisa, estoy aquí para lo que tú quieras. Yo te ayudaré en lo que quieras pero -por favor- el personaje es tuyo. Tómalo, estoy a tu lado”. Y nos hicimos super amigas, cómplices, nos ayudamos mutuamente. Con lo cual es toda una historia: Luisa y yo, la madre y la criada… Y Luisa es muy generosa porque por todas partes va diciendo que yo hice la madre antes en teatro.
Eso indica que existe entre vosotras un verdadero cariño, porque cuando dos actrices aspiran a un mismo personaje puede haber allí un pequeño o gran conflicto…
Yo creo que para esta novia, era Luisa la madre y yo, además, con la criada (ya lo dije cuando tú me lo preguntaste en San Sebastián) he hecho una travesía maravillosa. Yo venía de hacer la madre, que es energía, es un carácter, es una fuerza, es una visión del mundo. La criada es otra cosa… es pura humanidad, es empatía, es humildad, es estar al servicio y es esa sabiduría de las mujeres que no olvidamos en nuestra vida. Las mujeres que ven, que oyen, que sienten y que no dirigen. No están en primer término, pero están ahí. Son las realmente importantes. Y yo le agradeceré toda la vida a Paula, esa mirada final que me pone a mí, que me la pone a mí respecto a la novia, porque es la última que la mira porque es la que le ha mirado siempre, la que ha visto lo que se cuajaba en su corazón, los conflictos… es la que ha estado ahí. Sin embargo, como no era su madre, no le ha dicho… “niña… esto y esto…” sino le ha tratado con un respeto, queriéndola ayudar, pero a la vez haciéndose cargo – con esta cosa que yo creo que tienen las mujeres sabias y humildes – que es que el destino es más grande que nosotros. Que el fatum trágico, y esto lo siente Lorca y él conoce a estas mujeres, es más grande que nosotros, no podemos ir por delante y que cuando las cosas llegan a los centros no hay quien las arranque.
Cárlos Álvarez-Novoa falleció el mismo día que se proyectaba el pase de prensa en el pasado Festival I. de Cine de San Sebastián. En La Novia interpreta el padre de la novia. Vosotros ya habíais trabajado juntos en teatro, en el montaje para el CDN que dirigió José Carlos Plaza. ¿El vacío que deja un gran actor se puede llenar alguna vez?
Para mí Carlos era un gran actor, un gran amigo. He aprendido muchísimo con él, sobre todo de su actitud. Su actitud en los rodajes, su actitud con los equipos. Era un caballero en la forma de tratar a la gente, un enamorado del teatro pero, además, un hombre también de muchas facetas. Fue profesor, director, escritor… Era un hombre del Renacimiento, un humanista. No estaba solamente ante un actor sino que era alguien que tenía muchas facetas, era realmente un hombre culto.
Yo creo que Carlos estaba lleno de vida, es un misterio que tuviera que irse de pronto, es que todavía no lo hemos asumido. Hace unos días vimos la película en Sevilla, su hija estaba sentada cerca de mí y estuvo llorando hasta el final. Una chica maravillosa, sensible que se dedica a la producción. Su mujer, su viuda, no pudo venir. Me dijo que iría a ver la película cuando pueda, cuando se encuentre un poco mejor. A mí todavía me cuesta mucho ver “La Novia” y ver a Carlos ahí porque aún no lo asumo.
Se fue lleno de vida, lleno de proyectos, lleno de ganas de hacer cosas. Es un misterio el por qué la vida nos tronca. Yo siempre le voy a recordar. Le recuerdo desde que hizo “Luces de Bohemia” en Sevilla, su Max Estrella… y hemos coincidido en muchos proyectos juntos. No le voy a olvidar nunca.
Y ahora, llegas a Zaragoza con “Medea” donde interpretas el personaje de la nodriza. Estrenaste la obra en el Teatro Romano de Mérida… pero dices que te sientes igual de feliz allí que en espacios pequeños del off teatral madrileño… como “La casa de la portera” donde hiciste “El huerto de guindos” (adaptación de El jardín de los cerezos de Chejov).
¡Sí¡ Me da el mismo miedo y el mismo deseo. (sonríe)
Sobre tu personaje de la nodriza en “Medea” decías “mi personaje es como la Madre Tierra, que siempre está allí y cuida incondicionalmente. El conflicto es que ella ama a Medea y también a los niños. Lo innovador del personaje es que, cuando presencia la tragedia, ella no juzga, ni castiga, ni culpa a Medea. Ella sufre”.
Y en la vida ¿estás liberada de juzgar, castigar o culpar?
No… no ¡qué va¡ En la vida me tengo que trabajar mucho mi juicio, la rabia que me dan muchas cosas. Las ganas que me dan de cortar la cabeza a montones de gente… (reímos)
Hoy estoy destrozada con los atentados en París, estoy dolida y muy enfadada por las consecuencias que estos hechos nos van a traer. Estoy dolida por lo que ha pasado. Sufro por las personas, pero estoy muy enfadada también por el mundo que le estamos dejando a las personas que vienen detrás, a los niños.
Hay un texto que dice la nodriza y que hoy viene a colación con lo que está pasando en el mundo: “¿Qué culpa tienen los hijos de los desatinos de sus padres? Terribles son las decisiones de los soberanos acostumbrados a mandar mucho y a obedecer poco. Yo me acostumbré, ¿qué otra cosa podía hacer? A vivir como igual de mis iguales, y pienso pasar lo que me quede de vida no entre grandezas sino en lugar sereno y apartado porque también terrible son las decisiones de los amantes”.
Allí podemos decir: también los yihadistas, los terroristas, los exaltados ¿no? Sobre todo los despechados… “¡Qué alivio es sentir agotadas las pasiones¡ La edad que declina también tiene sus encantos o quizá el encanto es no tener ya necesidad de ellas”. ¡Eso es la nodriza¡ Está comprendiendo lo que le está pasando a Medea, y está viendo desde el principio que la fuerza del mal está naciendo en ella. Es un mal que viene del dolor, del despecho, del maltrato, de lo que una sociedad patriarcal hace con una mujer. Ayer vimos cómo fue asesinada otra mujer de cuarenta y cinco años en Andalucía. Vemos cómo estos padres matan a esta niña en Galicia, que esto es una cosa incomprensiva. Todos decimos “el mal está fuera de nosotros, nosotros no somos eso” ¡Mentira¡ El mal está dentro de nosotros, y si como civilización, como humanidad no sanamos eso, no empatizamos, no abrimos la puerta a la oscuridad, a comprenderla, a sanarla… pues pasan estas cosas.
José Carlos Plaza me dijo muchas veces: “piensa en una mujer de 200 años, no para que hagas una caracterización, sino piensa en esa mentalidad de la que ya lo ha visto todo”. Y lo dice ella: “Ver mucho enseña mucho. Yo he sufrido cuando he amado y he visto demasiado”. ¡Ése es el asunto¡ Ella sabe a dónde va Medea, porque conoce que Medea tiene dentro de ella ese fuego de mal, que cuando ha sido amada ese fuego se ha apagado pero cuando es despechada, cuando es traicionada, cuando después de lo que ha hecho: traicionar a su familia, a sus padres, a su pueblo… Cuando ha matado a su hermano… ¡todo eso por Jasón¡ y él le hace eso, la nodriza ya sabe que Medea es capaz de todo. ¿Y qué hace? No quiere que lo haga, quiere llevarla hacia la luz, hacia el bien, quiere protegerla… pero sabe de dónde viene su dolor y entonces no la juzga.
Yo no soy así, yo todavía me enfado.
Consuelo, muchas gracias por este tiempo, por estas palabras… y espero que sea hasta pronto…
¡Claro¡ Seguimos en contacto…
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NOTAS:
Las fotografías insertadas en este artículo de «Criatura» y «Mara Truth» son propiedad de CRIATURA DEL ARTE.
Las fotografías insertadas en este artículo de «La casa de guindos», «Medea» y «Bodas de sangre», son propiedad de sus autores.
Las fotografías insertadas en este artículo de CONSUELO TRUJILLO en San Sebastián y Zaragoza, son propiedad y autoría de Yolanda Aguas para CINET FARÖ.