El autor de “El Padre”, Florian Zeller (1979), es uno de los jóvenes dramaturgos más importantes del actual teatro francés. Estudió filosofía y empezó su carrera literaria como novelista, pero desde 2004 su vocación teatral se hizo cada vez más fuerte. Hasta hoy ha publicado cinco novelas y nueve obras teatrales. Con su tercer libro La fascination du pire (2004) ganó el Premio Interallié y fue seleccionado al Premio Goncourt.
Su obra teatral Si tu mourais (2006) fue galardonada por el Premio Jeune Théâtre (Teatro Joven) de la Academia Francesa. Tanto su literatura narrativa como su dramaturgia se concentra en problemas familiares: de pareja, de madres/padres con sus hijos, de la mujer abandonada, etc. El autor fue también muy bien recibido -por crítica y público- con sus dos primeras obras “L´autre” y “Le Manege”, sin olvidar “La Mere” que le dieron prestigio en toda Francia.
El texto teatral que hasta el momento ha cosechado mayor éxito – y tres premios Molière– es Le Père (El padre), escrito por Zeller en 2012. El dramaturgo, para formar a la figura del protagonista de la obra, se inspiró en la personalidad del actor francés, Robert Hirsch, en quien admiraba la mezcla de clown y actor trágico.
“El padre” lo muestra como un autor dúctil para combinar perfectamente el drama con la comedia, ya que la temática de la obra no es fácil.
El protagonista de la historia es Andrés (Héctor Alterio), un ingeniero de 80 años que ha comenzado a sufrir desarreglos en su memoria y confunde situaciones que su imaginación va armando –con seguridad en base a datos que su mente capta- con hechos reales. La primera escena comienza cuando la hija con la que vive –hay otra que se menciona con frecuencia, pero después nos enteraremos por qué no está- le dice que se irá a vivir a Londres con su actual pareja y que para eso deberá dejarlo a cargo de una enfermera, de alguien que lo cuide, tal vez una institución. A partir de allí la obra va articulando distintos episodios, en los que el hombre confundirá una y otra vez a los personajes con otras personas, mostrando que su estado es delicado, que no puede moverse dentro de la realidad sin extraviarse.
El texto tiene, eso sí, momentos para la risa. Sería casi imposible resistir toda la función sin esos pequeños alivios emocionales entre tanta tristeza. El protagonista muestra momentos de lucidez y una absoluta seguridad en su mundo. Siente que es amenazado por quienes quieren cambiarlo, él asegura que está perfectamente bien, que los que se equivocan son los otros.
En el fondo, conmueven sus reproches, sus preguntas, sus momentos de enfado, y el público empatiza plenamente con él, no sólo porque es el más desprotegido, sino incluso porque se puede llegar a pensar que tal vez tenga razón y realmente lo que sucede es que sus parientes quieren desembarazarse de él.
Una obra dura, no podemos negarlo, pero que deja al espectador el tiempo necesario para su propia reflexión. Facilita ese espacio temporal para que se imaginen en el lugar del padre demente, y entender así sus pensamientos y sentimientos desde su propia perspectiva.
Con la producción de Jesús Cimarro (Pentacion), la obra está dirigida por José Carlos Plaza y protagonizada por Héctor Alterio, Ana Labordeta, Luis Rallo, Miguel Hermoso, Zaira Montes y María González. Todos ellos, y también el equipo técnico, arropan brillantemente a Alterio. Ana Labordeta, magnífica actriz y formada en esta disciplina teatral al lado de Plaza, clava su personaje. Especialmente logrados son dos pequeños monólogos (como en el que aparece sentada en una silla). Emocionada y emocionando al público hasta las lágrimas.
Antes de su estreno en España, la obra se ha representado con éxito en otros países donde ha contado con grandes actores para interpretar el personaje principal. En Argentina, por ejemplo, y con dirección del gran Daniel Veronese, fue Pepe Soriano (a sus 90 años) quien le dio vida.
En España, es el gran actor argentino-español Héctor Alterio quien protagoniza esta obra de Zeller. Está inmenso… me atrevo a afirmar que en una de sus más grandes interpretaciones (y ya saben que hay mucho dónde elegir, tanto en cine como en teatro). El actor logra expresar con maestría el mundo interior de un hombre anciano que se pierde en el laberinto de sus recuerdos.
No hay un solo pero en su creación. Lo único que podemos hacer ante ella es ponernos en pie y aplaudirle. Como sucedió los tres días que estuvo en el Teatro Principal de Zaragoza: ovaciones interminables con todos los espectadores puestos en pie.
Una velada inolvidable, que tuve el placer de vivir al lado de Claudina Gambino. A ella dedico este artículo.
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NOTAS:
Las fotografías oficiales de la obra EL PADRE son propiedad de PENTACION.
Las fotografías del reparto saludando al final de la representación son propiedad y autoría de YOLANDA AGUAS para CINET FARÖ.