

La primera vez que vi una película de Hirokazu Kore-eda fue en el año 2004, dentro del marco del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Se trataba de una de las joyas cinematográficas de este magistral director japonés: “Nadie sabe”. La película narraba la historia de un niño que era abandonado por su madre, quedando a cargo de sus tres hermanastros (de padres distintos) en un piso sin gas, sin agua y con el alquiler pendiente de pago. La presencia de la película en Sección Oficial de Cannes ya indicaba que el cineasta comenzaba a ser una de las figuras más relevantes de la cinematografía mundial.
El siguiente título que me fascinó fue “Still walking (Caminando)” (también la vi en el Festival de San Sebastián de 2008). Es una película que emana autenticidad y emoción reposada, y fue considerada como una de las grandes películas de ese año.
Después, naturalmente, han ido llegado otros títulos, como “De tal padre, tal hijo” (2013) que para mí es “la joya de la corona” de este director y que nos cautivó a todos los que amamos el buen cine de autor.
Ayer, 23 de marzo de 2016, se estrenó “Nuestra hermana pequeña”, que también vimos en septiembre pasado en el Festival de Cine de San Sebastián. En esta película, el director aborda de nuevo los temas que son habituales en su cine: la muerte, el abandono, las relaciones familiares, la belleza. Es la historia de tres jóvenes mujeres que, conectan con una hermanastra cuya existencia desconocían, durante el funeral de su padre con el que hacía 15 años no tenían ninguna relación.
La entrevista que leerán a continuación se realizó el 20 de septiembre de 2015, con motivo de la visita del maestro japonés al festival de cine. Agradecemos desde estas líneas a Golem Distribución que nos facilitara el encuentro con Hirokazu Kore-eda.


Mi primera pregunta es casi obligatoria: ¿Por qué le fascina tanto la infancia y de dónde nace la necesidad de hablar de ella en su cine?
Los niños tienen algo único: su naturalidad y su sinceridad. Creo que la visión que tenemos los adultos de ellos muchas veces está equivocada. Necesitan su espacio para desarrollarse con libertad, aunque nosotros estemos siempre pendientes de ellos para protegerlos en lo esencial. Cuando estoy con un niño siento que él va a enseñarme muchas cosas. Eso lo vivo plenamente con mi hija, para quien rodé hace unos años la película “Kiseki” (Milagro). Me gustaría que ella se sienta partícipe de esta aventura que viven esos otros siete niños. En la medida en que estoy, de alguna manera, hablándole a mi hija, el tono es obligatoriamente más alegre. Por el contrario, la alegoría que proponía en “Nadie sabe” estaba dirigida al público adulto.
Los niños son siempre la esperanza de nuestro mundo, ellos tienen la capacidad de poder cambiarlo todo.
En su anterior película, “De tal padre, tal hijo”, trataba la figura paterna con mucha comprensión. Presentaba dos tipos de paternidad, alejadas entre sí inicialmente, pero con puntos de conexión muy fuertes al final de la película. La verdad es que era un mensaje de “volver a creer” en el padre.
En “Nuestra hermana pequeña” vuelve de nuevo a reflexionar sobre la ausencia de la figura paterna ¿Por qué?
Muchos de ustedes saben que no suelo hablar de mi vida privada. En Japón somos muy reservados con todo esto, con mostrar públicamente nuestros sentimientos. Pero a veces tengo que hablarles porque ustedes “saben demasiado” (sonríe)… Mi padre fue capturado por los rusos durante la guerra y pasó varios años en un campo de trabajo en Siberia antes de volver a Japón. Y, a su regreso, su trabajo lo obligaba a desaparecer durante semanas. Me acostumbré a no saber cuándo estaría en casa. Tuve que hacerme mayor muy rápido, y quizá por eso suelo retratar a niños obligados a hacerse adultos prematuramente.
La familia aparece siempre en sus películas como un elemento salvador. Esos momentos en los que se reúnen para comer son como actos litúrgicos de conciliación.
Es verdad, la familia es un tema muy constante en el cine oriental. Sobre todo ahora que tengo la mía propia, resulta muy interesante rodar una película sobre la familia, ya que puedo transmitir mi visión personal describiendo un mismo personaje desde diferentes puntos de vista. Uno puede ser padre, tanto como hijo o hermano. Yo me siento cómodo escribiendo historias y rodándolas en torno al núcleo familiar.


Hay grandes autores, como J.L. Godard, que apenas tienen un guión antes de iniciar un rodaje. Usted, cuando comienza a rodar una película ¿trabaja con el guión completamente cerrado o está abierto a realizar algún cambio?
Yo siempre adapto el guión a mis actores, admitiendo posibles cambios según las características de cada uno y lo que pueden aportar al personaje para que no parezca que está actuando. Por supuesto que no es un documental, pero aún y siendo una ficción, siempre trato de sacar la mayor naturalidad posible en las interpretaciones. En “Milagro”, por ejemplo, hice ciertos cambios en el guión cuando tuve claro que los hermanos Masuke protagonizarían la película, ya que quería aprovechar al máximo sus cualidades cómicas. Lo que hago es imaginarme el guión según los actores que tengo y aplicar los cambios.
¿Qué cine es el que a usted le ha interesado siempre?
Siempre me han gustado las películas de Hitchcock. Ver sus películas era algo que yo siempre hacía al lado de mi madre. De niño descubrí el cine americano, me gustaban mucho Vivien Leigh, Ingrid Bergman…
Esta mañana, cuando veía “Nuestra hermana pequeña” en el Teatro Victoria Eugenia, al ver cómo la muerte, la ausencia de nuestros seres queridos que ya murieron, planea todo el tiempo durante su película me vino a la mente un gran filme de Woody Allen: “Interiores”. Quizá sea porque “Interiores” es una película muy existencialista, de sentimientos exacerbados, de muerte omnipresente, de escenarios parcos, donde la naturaleza adquiere sentimientos y toma parte en los conflictos de los personajes y con una verbosidad por parte de los protagonistas que los hace hablar como si ante un confesionario estuvieran.
Conozco muy bien esta película de Woody Allen. También “Hanna y sus hermanas”… Pero cuando rodaba la película no pensaba ni me inspiraba en ellas. Mi objetivo era plasmar en cine la historia que reflejaba el manga. Creo que su autor pensaba más en “Mujercitas”. Esa historia de las cuatro hermanas que esperan al padre y cuando él llega todas son muy felices. En mi película el padre no vuelve, y por eso las cuatro hermanas se unen para seguir viviendo.
La presencia de la muerte es interesante para mí especialmente por cómo nos afecta a los vivos. Es un vacío que sólo se cura con la llegada al mundo de otro ser humano. Me sucedió así con la muerte de mi padre y el nacimiento de mi hija. Las escenas de las cuatro hermanas, durante las comidas, simbolizan la memoria, el recuerdo de los que ya no están. Eso, me parece, es lo que llega a los espectadores de mis películas. Cuando me encuentro con ellos por la calle y me hablan, siempre me dicen que mis películas les conmueven porque hablan de sus propios sentimientos. Eso es lo más importante para mí: saber que los sentimientos son universales aunque existan diferentes formas de entender la vida y la muerte en Oriente y Occidente.
“Nuestra hermana pequeña” es una película en la que usted analiza más el universo femenino, con la intensidad con la que lo han hecho Georges Cukor o Pedro Almodóvar, por ejemplo. ¿Significa esto que podría iniciar una etapa cinematográfica en la que sus historias aborden la psicología femenina?
Yo no creo que vaya a iniciar una investigación de la psicología femenina. (sonríe) Tengo diferente punto de vista que Pedro Almodóvar. Cuando yo estaba rodando esta película, me sentía como “un padre” de las protagonistas de mi película. Me interesaba contemplar a las hijas y creo que eso indica que tengo una forma diferente a la hora de tratarlo del que lo podría tener Almodóvar (vuelve a sonreir).
¿Cómo es su relación con Japón? Siempre dice que usted es más reconocido por su trabajo en Occidente…
Y es cierto… En Japón predominan los directores que ruedan películas más comerciales. El cine de autor quizá no interesa tanto como suele pasar en Europa. Por otra parte, y con motivo del tsunami que asoló a mi país hace unos años, fui a grabar imágenes de Fukushima con la misma cámara que rodé «Milagro» con la intención de registrarlo y poder rodar algo relacionado con el terremoto.
Pienso que aún no se puede concebir un film que esté directamente relacionado con el desastre, porque lo que nos ocurrió fue algo muy grave. Yo vivo en Tokio, tengo una hija y después de esta tragedia he de reconocer que estoy muy preocupado, antes que director soy persona y padre. Me inquieta no saber en qué condiciones exactas podré criar a mi hija por lo que me están cambiando mis sentimientos. Imagino que a partir de ahora, aunque no sea directamente, este cambio interno se reflejará en mis próximas películas.
Nos despedimos del maestro Kore-eda agradeciéndole los minutos que nos dedicó y nos emplazamos para la próxima vez que visite San Sebastián: una ciudad y un Festival de Cine donde él se siente especialmente cómodo.


**************************************************************************************************
NOTAS:
Las fotografías oficiales de «Nuestra hermana pequeña» insertadas en este artículo son propiedad de su autor.
Las fotografías de Hirokazu Kore-eda son propiedad y autoría de YOLANDA AGUAS para CINET FARÖ.