RENFIELD (Dir. Chris McKay)

Renfield es el torturado asistente del vampiro más narcisista de la historia: Drácula. Renfield se ve obligado a procurarle víctimas a su amo y hacer todo aquello que este le ordene, por inmoral que sea. Pero ahora, tras siglos de servidumbre, Renfield está listo para descubrir si hay vida lejos de la alargada sombra del Príncipe de las Tinieblas. ¿El problema? Que no sabe cómo romper esa relación de dependencia.

Esta comedia de terror está protagonizada por Nicholas Hoult como el torturado asistente de Drácula, quien se ve obligado a procurarle víctimas a su amo y hacer todo aquello que este le ordene, por inmoral que sea, conformándose como la secuela oficial más bizarra del cine de terror, ya que es, a todos los efectos, una continuación directa de «Drácula» (1931) de Tod Browning.

Aquella era una producción Universal, y así lo deja claro su alucinante prólogo, que nos pone en situación reproduciendo la textura y momentos más míticos de la película con Bela Lugosi. A partir de ese primer encuentro, tras siglos de servidumbre, Renfield busca descubrir si hay vida lejos de la alargada sombra del Príncipe de las Tinieblas, pero no sabe cómo romper esa relación de dependencia con «el vampiro más narcisista de la historia», una aproximación al personaje que recuerda a la que tiene Nandor en la serie ‘Lo que hacemos en las sombras’. Hay un par de buenas secuencias con luchas sangrientas y decapitaciones, alternando, eso sí, una perezosa sangre digital con algunos maquillajes grotescos poco usuales en producciones de gran estudio. Sin embargo, se cohíbe de más en su apresurado clímax, que deja con la miel en los labios. Y es que en el fondo ‘Renfield’ quiere ser otro tipo de comedia, una con bastantes aciertos, como el casting de Akwafina, pero que se acaba enredando demasiado en su tesis del narcisismo tóxico y la codependencia.

Renfield juega en la liga de comedias de terror como las que los directores John Landis y Wes Craven hicieron en los 90, ubicando a vampiros en entornos urbanos, e incluso mezclando con cine negro y mafia, al estilo ‘Sangre Fresca’ o ‘Un vampiro suelto en Brooklyn’.
Nicolas Cage sigue siendo él, y en esta película debió divertirse mucho.

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