LA ZONA DE INTERÉS (Dir. Jonathan Glazer )

Cuando pensamos en el Holocausto, en los terrores que albergaron campos de concentración como Auschwitz, nos vienen a la cabeza las imágenes de todos aquellos que sufrieron las calumnias dentro de las cámaras de gas. Sin embargo, ellos no fueron solo los protagonistas. Día tras día, los soldados que militaban en estas localizaciones miraban impasibles como cientos de personas morían. Algunos, incluso, disfrutaban con este hecho.

El director Jonathan Glazer (Under the Skin, Sexy Beast) comanda un proyecto que trata sobre uno de los sucesos más oscuros de la Segunda Guerra Mundial desde un punto de vista diferente: el de los captores.
En la novela de Amis la INTERESSENGEBIET o zona de interés, eufemismo con el que los nazis designaron un área infranqueable de cuarenta kilómetros cuadrados donde situaron la maquinaria de exterminio de Auschwitz amén de talleres, explotaciones agrícolas y las residencias de los encargados del campo, pasaba a definir una zona donde todo era posible, es decir, interesante; porque hasta los ejecutores de las atrocidades máximas aprenden a disociarse de ellas, y a aburrirse con la burocracia y la rutina que implican, y también sienten deseos, insatisfacciones y anhelos mundanos. Amis ponía voz sin embargo a un asomo de conciencia en algunos personajes, dubitativos ante el sentido moral último del exterminio emprendido.

La zona de interés no es una película que contraste a lo que ocurre en el encuadre lo que sucede fuera de campo. Es una película filmada desde el fuera de campo, desde lo inexplicable, lo indecible; algo muy diferente, que la cámara subrayará una y otra vez a lo largo del metraje con su ubicación en posiciones distantes, desiertas, en tinieblas.

La cámara de Glazer arroja escena a escena un manto de oscuridad sobre el mundo atrincherado de los Höss, hasta que los miembros de la familia empiezan a expresar su malestar; pero no desde la palabra, desde lo intelectual, sino desde la falta de apetito, la pesadilla, el insomnio, la desaparición o el vómito. Glazer somete la obscenidad de lo mundano a un proceso de sustracción que, en los últimos minutos, vuelve a interpelar a nuestro presente, al presente de cada cual.

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LOS COLORES DEL INCENDIO (Dir. Clovis Cornillac)

Coincidiendo con la despedida fúnebre del rico banquero Marcel Péricourt, el nieto del difunto se lanza por la ventana a la vista de amigos y familiares. Madeleine Péricourt, madre del chico e hija también del millonario fallecido, queda destrozada. El niño quedará impedido en una silla de ruedas y con el tiempo lo único que le aportará ilusión de vivir es la voz de la diva Solange Gallinato, con quien establecerá una apasionada relación epistolar que más tarde se convertirá en amistad y admiración mutua. Por su parte, el socio del difunto pretende la mano de la hija, pero al ser rechazado pergeña malévolamente, junto con el holgazán tío de la heredera y un corrompido periodista, el modo de quedarse con el banco del fallecido y dejar en la ruina a su hija. Consumado su abyecto plan, Madeleine será despojada de todo y será abandonada sin recursos con su hijo parapléjico.

El director Clovis Cornillac fue abordado por el productor originalmente para adaptar otra novela de Pierre Lemaitre, pero el proyecto no llegó a buen puerto. Meses más tarde, volvieron a ponerse en contacto para adaptar Los colores del incendio.

Estamos ante una película con un amplio elenco de personajes, todos ellos interpretados con esmero por un reparto con su peso específico. Destacan, claro, los principales oponentes, una calculadora Léa Drucker y un Benoît Poelvoorde en un inusual papel de tipo antipático y sin escrúpulos.

Y hay que referirse también a la importante participación de la gran actriz francesa Fanny Ardant, quien brilla sobre el escenario en el potente y catártico cántico del coro de Nabucco de Verdi, aunque la voz corresponda en realidad a la de Sandrine Piau.

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FALLEN LEAVES (Dir. Aki Kaurismäki )

Ansa es soltera y vive en Helsinki. Trabaja con un contrato de cero horas en un supermercado, abasteciendo los estantes; luego clasifica el plástico reciclable. Una noche se encuentra accidentalmente con el igualmente solitario trabajador Holappa, un alcohólico. Contra todo pronóstico y malentendidos, intentan construir una relación. Como resultado, Holappa logra controlar su adicción al alcohol.
Pasan los años y sus películas, pero lo que vemos en pantalla vuelve a ser lo de siempre, porque el cine de Kaurismäki sigue emocionando película a película, gracias a su fe en el poder sanador y en la magia de la gran pantalla.

Aunque la pareja protagonista de ‘Fallen Leaves’ se conoce en un karaoke, es justamente en una sala de cine donde se fragua el enamoramiento. Ella encadena trabajos precarios y poco cualificados; él ha sido despedido por su adicción a la bebida. Son dos espíritus errantes y desclasados cuyo horizonte estaría marcado para siempre por la desgracia si no fuera porque viven en una película de Kaurismäki.

En ‘Fallen Leaves’ se recupera esa soledad urbana retratada por Edward Hopper, una de las influencias pictóricas más claras del finlandés, capaz de traducir la melancolía de la protagonista en estampas verdaderamente hermosas.

En paralelo, la película invoca asimismo pasajes de la propia filmografía del finlandés, de ‘Nubes pasajeras’ (1996) a ‘Un hombre sin pasado’ (2002).

Una película maravillosa. Tienen que verla; serán felices.

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SOBRE TODO DE NOCHE (Dir. Víctor Iriarte)

Cuando Vera (Lola Dueñas) era joven, no pudo hacerse cargo de su hijo y tuvo que darlo en adopción. Cuando Cora (Ana Torrent) era joven, su médico le dijo que no podría tener hijos y que sólo adoptando podría formar una familia. Ambas comparten esa experiencia de haber sido madres de un niño llamado Egoz (Manuel Egozkue). Ahora, ambas mujeres se reencuentran en Portugal para repasar la historia de sus vidas y reescribir sus destinos.

Víctor Iriarte (Bilbao, 1976) siempre ha estado vinculado al cine: es seleccionador del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, forma parte del consejo académico en la escuela Elías Querejeta y es director del programa audiovisual del Centro de Cultura Contemporánea Tabakalera, todo ello en la ciudad vasca.
Además, realizó el máster de documental creativo en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, en 2001 trabajó como ayudante de Isaki Lacuesta en el debut de éste, Cravan versus Cravan, y posteriormente ejerció como director de fotografía en Buenas noches, España, del filipino Raya Martin, que se presentó en Locarno 2011.

En 2007 dirigió el cortometraje Decir adiós y en 2019 publicó la novela Geometría, con prólogo del propio Lacuesta.

Con un lenguaje fresco e innovador y profundamente emocional, la película invita a abrir un diálogo que busca un camino para la curación de heridas. Con una fuerza poética arrolladora y una dirección intuitiva, explora provocativamente los entramados políticos repletos de dolor a través de una historia de sutiles conexiones entre sus protagonistas.

La película juega narrativamente con las numerosas posibilidades que ofrece el arte, convirtiéndose así, no solo en una potente historia que necesita ser contada, sino también, creando una envolvente atmósfera, emocional y psicológica, en un alegato a la ruptura del silencio que todavía pesa sobre la sociedad española.

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Nota: Las fotografías publicadas en este artículo son propiedad de sus autores.