Cuando pensamos en el Holocausto, en los terrores que albergaron campos de concentración como Auschwitz, nos vienen a la cabeza las imágenes de todos aquellos que sufrieron las calumnias dentro de las cámaras de gas. Sin embargo, ellos no fueron solo los protagonistas. Día tras día, los soldados que militaban en estas localizaciones miraban impasibles como cientos de personas morían. Algunos, incluso, disfrutaban con este hecho.
El director Jonathan Glazer (Under the Skin, Sexy Beast) comanda un proyecto que trata sobre uno de los sucesos más oscuros de la Segunda Guerra Mundial desde un punto de vista diferente: el de los captores.
En la novela de Amis la INTERESSENGEBIET o zona de interés, eufemismo con el que los nazis designaron un área infranqueable de cuarenta kilómetros cuadrados donde situaron la maquinaria de exterminio de Auschwitz amén de talleres, explotaciones agrícolas y las residencias de los encargados del campo, pasaba a definir una zona donde todo era posible, es decir, interesante; porque hasta los ejecutores de las atrocidades máximas aprenden a disociarse de ellas, y a aburrirse con la burocracia y la rutina que implican, y también sienten deseos, insatisfacciones y anhelos mundanos. Amis ponía voz sin embargo a un asomo de conciencia en algunos personajes, dubitativos ante el sentido moral último del exterminio emprendido.
La zona de interés no es una película que contraste a lo que ocurre en el encuadre lo que sucede fuera de campo. Es una película filmada desde el fuera de campo, desde lo inexplicable, lo indecible; algo muy diferente, que la cámara subrayará una y otra vez a lo largo del metraje con su ubicación en posiciones distantes, desiertas, en tinieblas.
La cámara de Glazer arroja escena a escena un manto de oscuridad sobre el mundo atrincherado de los Höss, hasta que los miembros de la familia empiezan a expresar su malestar; pero no desde la palabra, desde lo intelectual, sino desde la falta de apetito, la pesadilla, el insomnio, la desaparición o el vómito. Glazer somete la obscenidad de lo mundano a un proceso de sustracción que, en los últimos minutos, vuelve a interpelar a nuestro presente, al presente de cada cual.
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