JEAN-CLAUDE CARRIÈRE: Premio Luis Buñuel, por CineT Farö

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Jean-Claude Carrière recibió ayer en Huesca, dentro del marco de la 44 edición de su festival de cine, el premio honorífico Luis Buñuel.  Si hace unos años lo recibió otro gran amigo (y discípulo) del genial realizador aragonés, Carlos Saura, que sea precisamente Carrière quien lo reciba en esta edición tiene toda la lógica y simbolismo del mundo.

Evocando la figura de su amigo y maestro, El escritor y guionista francés Jean-Claude Carrière (Colombières-sur-Orb, 1931) aseguró que trabajar con el cineasta turolense Luis Buñuel «era vivir con Luis Buñuel», alejados de las ciudades y concentrados ambos durante periodos de dos meses en la escritura de un guión.

«Yo sé –ironizó durante la rueda de prensa- qué diría Luis si estuviera aquí: por qué le dan el Premio Luis Buñuel a Carrière cuando debería ir a Luis Buñuel».

Carrière conoció a Buñuel en 1963 y desde entonces se entabló una estrecha colaboración que cristalizó en los guiones de «Diario de una camarera», «Belle de Jour», «La vía láctea», «El discreto encanto de la burguesía», «El fantasma de la libertad» y «Ese oscuro objeto de deseo».

El guionista ha recordado que el cineasta aragonés le citaba en el Monasterio del Paular o en el balneario de Mixoacán (México) y durante dos meses, «lejos de las ciudades, sin mujeres, sin amigos», se reunían sólo los dos durante horas concentrados en un mismo tema y en la misma historia.

El guionista, para quien «no es fácil vivir con otro hombre sin ser homosexuales», se encerraba después de cenar en su habitación y daba forma a los guiones.  Posteriormente se separaban durante otros dos meses y volvían a reunirse para ver lo que el «obrero invisible» había hecho del guión durante dicho periodo y valorar si había que reescribir lo ya elaborado.

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Carrière y Buñuel inventaron dos personajes imaginarios, Henri y Georgette, a los que hablaban mientras trabajaban en los guiones y que tenían la finalidad de que ninguno de los dos olvidaran que el destinatario final de la historia era el público.

Recuerda que en una ocasión, Buñuel, muy dado a las bromas, le pidió a Georgette «salir de la habitación» en la que ambos trabajaban porque no le gustaba una de las aportaciones suyas al guión.

Se muestra convencido, además, de que fue el propio realizador aragonés quien encargó a su productor, Serge Silbermann, que se desplazara a Madrid para comunicarle, durante el transcurso de una cena, que debía de aprender a «decir no» a Buñuel.

Para Carrière, «trabajar con Buñuel es llegar a una final de los juegos olímpicos, porque no hay un nivel más alto; debías dar la parte mayor de tu imaginación porque él veía inmediatamente si estaba o no en buena forma».

Respecto al estilo del realizador aragonés, el guionista afirma que consiguió trasladar al cine un difícil equilibrio entre «lo posible y lo imposible», siguiendo «un camino muy estrecho».

Jean Claude Carrière, que ha colaborado con realizadores de la talla de Forman, Wajda, Kiarostami o Saura y con dramaturgos del prestigio de Peter Brook, considera, sin embargo, que el lenguaje cinematográfico no sólo ha cambiado mucho desde que Buñuel hizo sus últimas películas, sino que está en cambio constante.

A este respecto, ha explicado que el siglo XX fue el primero que inventó nuevos lenguajes de expresión, tras la invención del cine y la irrupción de la televisión, la radio o las nuevas tecnologías.

Se muestra convencido de que la distancia existente entre el autor y la historia, como predicaba Flaubert, es el lenguaje, y asume que «toda nueva técnica necesita de un nuevo lenguaje».  Por esta razón, considera que el guionista «es un cineasta», porque tiene que conocer «perfectamente» el lenguaje del cine.

Cuando trabaja con nuevos realizadores, señala, habla con ellos previamente para conocer sus gustos cinematográficos y profundizar así en su visión del cine, aunque admite a renglón seguido que la transformación de lenguaje fílmico está reservada a grandes autores como Buñuel.

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NOTA: Las fotografías insertadas en este artículo son propiedad de sus autores.

 

CATHERINE CORSINI y su universo femenino.

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Un Amor de Verano (La Belle Saison) nos traslada hasta el año 1971, donde Delphine es hija de campesinos, que se traslada hasta la ciudad de París para huir del yugo familiar y así conseguir emanciparse económicamente. Por otra parte tenemos a Carole, ella es parisina, vive con Manuel y esta defiende activamente los principios del feminismo. Cuando Delphine y Carole se conocen, su historia de amor cambiará por completo sus vidas.

¿Por qué le apeteció situar Un amor de verano en los años setenta?

Tenía muchas ganas de homenajear a las mujeres feministas que a menudo fueron vilipendiadas y tachadas de “mal folladas”. Tampoco fui muy feminista durante años y casi llegué a pensar lo mismo de ellas. Pero me di cuenta de que muchas cosas que hoy doy por hechas se las debo a esas mujeres comprometidas y luchadoras. Muchas de ellas eran lesbianas. Por fin, gracias a su movimiento, podían hablar en voz alta. Es más, las mujeres homosexuales hicieron mucho por la emancipación de la mujer en general.

La vitalidad, la insolencia del movimiento feminista me sedujo. Hoy en día no hay nada que se le pueda comparar. Entendí que el feminismo colocaba lo humano en el centro, y este fue el inicio del guión de la película.

¿Cómo se documentó?

En un principio gracias a la maravillosa figura de Carole Roussopoulos, la primera que filmó la lucha las mujeres, la primera marcha homosexual al margen de la manifestación del 1 de mayo de 1970. Junto a Delphine Seyrig realizó maravillosas películas militantes. Llamé Carole y Delphine a las protagonistas por ellas.

A continuación entrevisté a varias feministas, entre las que se encontraba Catherine Deudon, que fotografió las actividades del movimiento desde el principio, así como Anne Zelenski y Cathy Bernheim. Todas participaron en el primer acto feminista: depositar un ramo de flores en la tumba del soldado desconocido diciendo: “¿Quién es más desconocido que el soldado desconocido? ¡Su mujer!”

Leí todo lo que encontré, publicaciones como “Le torchon brûle” (La bayeta arde). Entregué a las actrices todo el material escrito y rodado que había recopilado. Las dos se sumergieron en las palabras, el discurso, la importancia de luchas como el derecho al aborto, el derecho a disponer del propio cuerpo.

Me pareció esencial transmitir esta energía. Fue lo que me animó durante el rodaje.

¿Y el trabajo de reconstitución? La película está insertada en una época, pero nunca parece de cartón piedra.

Jeanne Lapoirie, la directora de fotografía, Anna Falguères, la directora artística y yo estuvimos muy atentas Decidimos escoger lo más básico y mezclar cosas algo modernas para los años setenta con otras más antiguas. Por ejemplo, nos cuidamos mucho de que el coche que cruza una calle sea demasiado visible, demasiado “de época”. Lo mismo pasa con la gorra de un campesino o la forma en que visten las feministas. Era necesario situarse en los setenta, pero también esforzarse en encontrar cierta neutralidad, huir de las eternas patas de elefante, de las túnicas floreadas. Por suerte, hay mucho movimiento, muchas carreras en las escenas de calle, y el público se fija menos en los elementos de entonces. En el cine tenemos la tendencia a decorarlo todo, pero en la época en que transcurre la historia, los años setenta, mucha gente vestía como en los cincuenta.

Mi verdadera obsesión fue alejarme de una reproducción rígida de las actividades feministas. Me concedí ciertas libertades, aunque la acción no sea del todo fiel a lo que pasó entonces. Otras las revisé, como la escena en que tiran trozos de bofe al profesor Chambard. Decidí no rodar escenas demasiado obvias, como la del Arco del Triunfo. Para mí, lo más importante era transmitir la vitalidad de la época. De ahí las ganas de mezclar una de las acciones del FHAR (Frente Homosexual de Acción Revolucionaria), que consiguió sacar a un joven de un hospital psiquiátrico italiano, a las acciones feministas.

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La escena de la reunión política en el anfiteatro de la Sorbona es de puro júbilo.

Me apetecía mucho rodar esa escena, reunir a todas las mujeres, verlas hablar, discutir. Claro que gritaban, porque para una mujer que nunca ha hablado no es fácil tomar la palabra y hacerse oír. Más aún, rehusaban que alguien dirigiera los debates y pusiera orden. Pero la energía que desprende el grupo es bella, alegre e iconoclasta. También debemos recordar que su actitud militante era muy arriesgada. A menudo acababan en comisaría.

Imaginé la escena mezclando todas las versiones que me contaron. No hay rastro de estas reuniones, incluso me costó saber cómo era realmente el anfiteatro. Todas me daban versiones diferentes. Las reinventamos teniendo en cuenta la documentación que había reunido y pudimos improvisar un poco. Cuidamos mucho el casting de las figurantes. Intentamos encontrar mujeres en movimientos feministas o LGBT, militantes. En cuanto a las amigas de Carole, lo pasé muy bien buscándolas. Todas son magníficas, especialmente Laetitia Dosch, una actriz genial. Fue un día de rodaje intenso, febril, se notaba que todas estaban contentas de participar en la escena. El equipo y yo nos emocionamos cuando oímos a las chicas cantar “El himno de las mujeres”.

El material histórico se mezcla intrínsecamente con el recorrido íntimo de Delphine y de Carole.

Cómo unir lo íntimo a la historia. Era la pregunta que nos hacíamos durante la escritura del guión. Cómo comprometerse políticamente, hacer prueba de valor hacia los demás y tener dificultades en defender “su propia causa” en la vida privada. Esta oposición significaba mucho para mí y aportaba elementos dramáticos a la ficción. Delphine no es libre en su vida íntima, pero tiene el valor de liberar a un gay internado y de tirar bofe a la cara de un médico “antiaborto”.

¿Cómo fue el casting?

Escribí para Cécile de France, la veía en el personaje, para mí era evidente. Me gusta su claridad, su valor, su aspecto. Es mucho más sencillo cuando se piensa en un intérprete. Pero no era nada evidente con Delphine. Para trabajar junto a Cécile hacía falta alguien fuerte, nada evanescente. Una mujer que no pareciera parisina para que fuera creíble cuando se la ve subida a un tractor. Izïa Higelin tiene ese carácter, esa vertiente un poco brutal, salvaje. Es su temperamento. Creo que le cuesta interpretar y por eso consigue ser tan conmovedora.

De los dos personajes, el de Delphine es el más cercano a mí. Tal vez por eso me costó más encontrar a la actriz que pudiera encarnarlo.

¿Cómo las dirigió?

Empeñarse en que un actor corresponda al personaje ideal, al que he imaginado, siempre da pie a cierta decepción. Ahora, en vez de luchar con los actores para llevarlos hasta el personaje, intento verlos tal como son y llevar el personaje hacia ellos hasta revelar algo íntimo,

Es como si se produjera una reacción química entre el personaje y el actor, pero sí puedo asegurar que cuando un papel toca a un actor, no sale indemne de la aventura.

Era la primera vez que rodaba en digital y me permitió despegarme un poco del guión, filmar momentos no contemplados en la historia, inventar escenas, tomarme ciertas libertades, ser más flexible, incluso volver a introducir escenas que había escrito con Laurette Polmanss, la coguionista, y que había apartado con la esperanza de poder usarlas.

Siempre aparece la problemática política mezclada a la íntima, como cuando Manuel le hace notar a Carole que lucha para ser libre y que acaba de meterse en una historia de amor que la hace totalmente dependiente.

Me gusta mucho el personaje de Manuel. Me pareció interesante que enfrentara a Carole a sus contradicciones diciéndole que el compromiso no solo existe en un anfiteatro con las compañeras. Quiso a Carole porque ella era libre, y se lo recuerda. No quería que fuera un cabrón, un hombre celoso, centrado en su problema, a pesar de sentirse herido. Los dos son profesores, son fruto de mayo del 68. Él es maoísta, en algún momento debieron militar juntos. La pareja funciona con la idea de que se puede vivir apartados de los patrones burgueses. Cuando se enfrentan, no lo hacen con violencia. Manuel intenta convencer a Carole mediante la reflexión, el razonamiento.

Un amor de verano es una película con mujeres, en torno al movimiento feminista, con una historia de amor entre dos mujeres. No quería hombres mezquinos en todo esto. Quería que ellos se preocupasen por las mujeres y que no se limitasen a ser antagonistas. Ya lo dice Carole al principio: “No estamos en contra de los hombres, estamos por las mujeres”.

¿Por qué decidió que parte de la historia se desarrollara en el campo?

Reencontré recuerdos, sensaciones de mi infancia. Pasé una parte de mi juventud en la región de Corrèze. Quería enseñar en paralelo el bullicio de París y la intemporalidad del campo. ¿Cómo aliar estas dos vertientes en la película? ¿Cómo pueden encontrarse los dos mundos, mezclarse, contaminarse? También me documenté, sobre todo a través de Anne Bouthry, una amiga hija de campesinos que se fue a París en aquella época. Me contó muchas cosas y me ayudó a unir los dos mundos. La historia se fue construyendo a medida que hablaba con ella. También volví a ver las películas de Georges Rouquier, Farrebique Biquefarre, dos maravillosos testimonios en torno al mundo campesino, mezcla de documental y de ficción. Durante las localizaciones, hablé con campesinos que eran jóvenes en la época. Me contaron las duras condiciones en que vivían entonces y en las que todavía viven hoy en día.

En el campo está el personaje de Antoine. Kévin Azaïs es un actor muy inteligente, muy delicado. Tiene el papel del rechazado, es injusto, pero se sabe que no funcionará.

¿Y el deseo de filmar la libertad de los cuerpos?

Jugar con la desnudez casi formaba parte de la lógica y de la escritura de esos años. De pronto, era normal mostrar la desnudez, el vello en las axilas. Curiosamente no es algo que me apetecía al principio, pero sí a medida que rodaba. Primero quería mostrar la belleza de los paisajes, el trabajo en el campo. Casi como un cuadro, como Manet.

En cierto modo, Cécile me llevó hacia la idea con su encarnación de Carole. Me encantaba su look con la melena rubia loca. Luego decidimos que no usaría sujetador, y empezó a dibujarse el personaje de una parisina liberada que se siente cómoda con su cuerpo, que se pasea desnuda por el piso. Cécile me dio una libertad que me parece muy bella y que encajaba a la perfección con el personaje de Carole, una chica valiente, sin tabúes.

Cécile improvisó el momento en que Carole se abre el vestido detrás de las vacas. Me pareció divertido. Es típico de Carole aportar una brisa de libertad en ese entorno austero. Carole no tiene problemas con la desnudez, al contrario de Delphine, que no se siente cómoda con su cuerpo, quizá porque aún no asume su homosexualidad.

La escena en que hacen el amor en medio del campo estaba poco descrita en el guión. Es un momento carnal crudo, que se convierte en divertido con las vacas mugiendo al lado.

La coguionista me mostró La felicidad, de Agnès Varda, una película inspiradora para filmar el amor con pudor y libremente.

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Entre Carole y Delphine hay una gran historia de amor.

A menudo me han dicho que mis personajes son oscuros. Quería hacer una película donde los personajes tuvieran un alma bella, un carácter solar, generoso, abierto a los demás. Aunque eso no impida que haya zonas de sombra y conflictos, pero en el interior de los personajes. Se nota que el primer enemigo de Delphine es la propia Delphine. Su madre es un obstáculo, pero Delphine no se atreve a enfrentarse a ella, al igual que no se atreve a afirmar su deseo. La forma en que Delphine exagera cuando dice que su madre es todopoderosa hace que el drama duela aún más.

Durante la comida campestre con la madre de Delphine, casi da la impresión de que podría llegar a aceptar los argumentos y la libertad de Carole…

El momento al que se refiere es una pequeña improvisación hacia el final de la escena en la que Noémie y Cécile aportan una cualidad a los personajes que permite creer en un cambio; también evita que la madre sea un personaje totalmente cerrado.

La última escena con la madre es muy violenta. Funciona porque no es una caricatura.

Noémie Lvovsky es una gran actriz y se preguntaba si la escena sería creíble. “¡Eres el diablo en mi casa!” La madre reacciona con semejante violencia por miedo. Miedo a lo desconocido, miedo ante algo inconcebible, anormal: la homosexualidad de su hija.

Para poder hacer esta escena, primero tuvo que deshacerse de los estereotipos de la madre amargada. Los actores son en parte realizadores de las películas en las que trabajan. Para que sus personajes sean creíbles, necesitan construirlos.

Hacía tiempo que quería rodar con Noémie. Pero darle el papel de campesina en los años setenta era un reto, suelen ofrecerle papeles más cercanos a como es en realidad.

Es una película alegre y optimista en cuanto a la época, pero más sombría cuando se acerca a los personajes, a los que siempre acompaña una música triste.

Por una parte hay temas de la época, Janis Joplin, Colette Magny, Joe Dassin, y por otra, una música voluntariamente más moderna de The Rapture, un grupo actual que expresa la modernidad que Carole lleva al campo. También está la música original de Grégoire Hetzel, que aporta lirismo y comunica los sentimientos íntimos de Delphine y de Carole, su forma de ser prisioneras de sí mismas por momentos.

Con Grégoire trabajamos a tientas. Llegó muy pronto durante la producción y enseguida pensamos en un movimiento vertiginoso, escuchamos bandas sonoras, a Grieg. Es la tercera vez que colaboro con él. Es muy flexible, sensible, tiene un gran lirismo.

¿Qué me dice del final de la película?

Detrás del rechazo de un final feliz demasiado claro, creo que la lucha de las mujeres por emanciparse y la lucha por conocerse mejor son dos caminos muy largos. Si Delphine hubiese conseguido dejar la granja con mucha facilidad, tampoco hubiera sido para tanto. Pero al final de la película, tengo la sensación de que aún debe luchar. También me gustan las historias de amor fallidas por no ser el momento oportuno. Es mi vertiente melodramática, pero pasa en la vida.

¿Hablar del MLF sigue siendo actual hoy en día?

Hoy más que nunca, basta con ver la suerte de las mujeres en el mundo. Las mujeres deben movilizarse porque siguen siendo las primeras víctimas de los gobiernos autoritarios. Se las sigue oprimiendo. No hace mucho volvió a cuestionarse el derecho a abortar en España. Creo que las revoluciones, los cambios del mañana es cosa de las mujeres.

En la época de la película, las mujeres reivindicaban un salario igual al del hombre y que “la mujer no fuera un objeto publicitario”, pero hoy todo sigue igual. Ha habido avances, pero las mentalidades no han evolucionando lo suficiente. Ahora pasamos por una época de terrible regresión y me parece de una importancia capital ser consciente de eso y actuar en consecuencia. Cada vez que estoy en una reunión, me esfuerzo en que se escuche a las mujeres. Sigo sin entender por qué las mujeres dan tanto miedo, por qué se les impide pensar, por qué no tienen los mismos derechos. ¿Por qué?

 Y en cuanto a la homosexualidad, ¿se ha progresado más?

Creo que la gente se esconde mucho menos, pero sigue siendo doloroso para algunos vivir y pregonar su homosexualidad. En las horribles protestas que hubo contra el “matrimonio para todos”, se vio a familias desgarradas, padres conscientes de la homosexualidad de sus hijos manifestarse en su contra.

Una película alimentó mis ganas de rodar esta, Los invisibles, de Sébastien Lifshitz. Los testimonios de los homosexuales me parecieron ejemplares. Se siente el desgarro que vivieron algunas mujeres, como la mujer casada, con hijos, que descubrió tarde su homosexualidad. Estos cambios de vida son asombrosos, me maravillan. He querido plasmar en una película de ficción la emoción que me hicieron sentir.

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Es la primera vez que trabaja con la productora Elisabeth Perez, que también es su compañera.

Había realizado tres películas con la productora Fabienne Vonier, que falleció en 2013. Fabienne me cuidaba mucho, nos respetábamos y queríamos, era difícil encontrar a alguien que pudiera sustituirla.

Con Elisabeth hay mucha intuición. Me ha gustado su exigencia mezclada con una gran bondad. Ha sido una colaboración rica, agradable, respetuosa. Tengo la sensación de haber compartido la película con ella en todas las etapas y con absoluta confianza mutua.

Un amor de verano es como un nuevo comienzo, e intenté comunicar este sentimiento a todo el equipo. Al principio del rodaje escribí una pequeña nota a todos diciéndoles que esta película era sumamente importante para mí porque era la primera vez que trabajaba con Elisabeth y que hablaba abiertamente de la homosexualidad. Hacía tiempo que quería contar esta historia, pero Elisabeth fue quien me animó a trabajar en el tema, me dio el valor suficiente, me guió hacia la película. Se la debo completamente.

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NOTA IMPORTANTE: 

Esta entrevista ha sido realizada por Claire Vassé, (distribuida por Golem).

PAULA ORTIZ (Premio Ciudad de Huesca), por CineT Farö

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La realizadora aragonesa Paula Ortiz ha sido reconocida con el Premio Ciudad de Huesca de la 44 edición del Festival Internacional de Cine de Huesca.  La directora del festival, Azucena Garanto, acompañó a Paula Ortiz durante la rueda de prensa que se celebró esta mañana en la sede de la Excma. Diputación Provincial de la ciudad.  En sus palabras de bienvenida, Garanto afirmó que  “Paula ha inyectado la esperanza en Aragón de que se pueden hacer obras con proyección internacional. Ella representa el trabajo, el talento, el tesón y la ilusión”.

Por otra parte, el rodaje de segundo largometraje, La Novia, fue presentado hace dos años en este mismo Festival y ha sido una de las películas más premiadas de nuestro país en el último curso. Multitud de premios y reconocimientos que se suman a los obtenidos con su opera prima, De tu ventana a la mía, y a su trayectoria como directora de cortometrajes, especialidad de este festival de cine.

Este reconocimiento reconoce el valor de su filmografía y su proyección, ve en ella un referente para nuevos realizadores dentro de un cine español en el que, como ella misma afirma, “podemos ver todo tipo de propuestas, imaginarios y experiencias.  Este galardón es para mí una exigencia para el futuro, y siento – al recibirlo – el respaldo de una tierra a la que me une toda mi trayectoria profesional”.

Azucena Garanto afirmó también que “Paula ha inyectado la esperanza en Aragón de que se pueden obras con proyección internacional”.  Paula Ortiz encuentra en sus raíces parte de su sensibilidad para expresar. Una tierra muy presente en su filmografía y de la que ella misma reconoce su belleza natural: “Cuenta con algunos de los paisajes más hermosos de Europa. Recoge en pocos kilómetros lo más extremo de la naturaleza y del paisaje histórico y arquitectónico. El paisaje forma parte de la expresión y nosotros contamos con paisajes maravillosos”.

Durante el festival se proyectaron los tres cortometrajes de Ortiz, acompañados por un documental/making off inédito, titulado La culpa es de la tierra, sobre su adaptación de Bodas de sangre de Federico García Lorca, que muestra en 20 minutos una serie de reflexiones del rodaje y su visión lorquiana.

Paula está sumergida en varios proyectos, diversos guiones sobre los que aún no ha decidido cual llevará a la gran pantalla. De todos ellos, sólo revela uno; un texto de Juan Mayorga titulado “El arte de la entrevista”. La directora forma parte de una nueva generación del cine español a la que ella misma define como “inclasificable, podemos ver todo tipo de propuestas, de imaginarios, de experiencias”.

Respecto a sus referencias cinematográficas, Ortiz asegura que le gusta todo tipo de cine, siempre que esté bien contado, lo que le lleva a interesarse tanto por una serie de abogados como por una película experimental. No puede evitar, sin embargo, citar los nombres de dos narradores cinematográficos, John Ford y Sam Mendes, a quienes admira por la forma en que cuentan sus historias.

Sin embargo, confiesa sentirse atraída, personalmente y de una manera más íntima, por el cine simbólico con cierta vocación poética y simbólica como el de Kieslowski, Dreyer, Tarkovski, Von Trier, Haneke o Buñuel.  «Ese cine me provoca algo que se eleva dos pasos más por encima; a mí me gustaría poder llegar a esto, pero es algo muy difícil».

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NOTA: Las fotografías insertadas en este artículo son propiedad del Festival I. Cine de Huesca.

 

PREMIOS TONY: 70 edición, por CineT Farö

 

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El domingo 12 de junio, las máximas estrellas del mundo teatral se dieron cita en la ciudad de Nueva York para celebrar la entrega número 70 de los TONY AWARDS.

La ceremonia arrancó con un homenaje a las víctimas del atentado de Orlando: “Nuestros corazones pesan de dolor por la inimaginable tragedia que sucedió anoche en Orlando. Nuestros pensamientos están con las familias y amigos de los afectados. Los Tony Awards dedican la ceremonia de esta noche a ellos”, dijeron los productores del show en un comunicado oficial.

Otro hecho a resaltar de esta nueva edición, es que los Tony nuevamente regresaron al Bacon Theatre, tras llevar unos tres años celebrándose en el Radio City Music Hall.

 El maestro de ceremonias fue James Corden, amenizando toda la gala con su sentido del humor.

Hamilton se llevó dieciséis nominaciones este año, un record en la historia de Broadway, mientras que Shuffle Along le siguió con diez nominaciones y She Loves Me con ocho.

Cate Blanchett, Claire Danes, Barbara Streinsand, Keri Russell, Oprah Winfrey y Jake Gyllenhaal, fueron algunos de los encargados de presentar los premios de la noche.

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RELACIÓN COMPLETA DE LOS GANADORES:

Premio Tony a la Excelencia: Joan Lader, Seth Gelblum, Sally Ann Parsons

Premio Tony a la Mejor Trayectoria: Sheldon Harnick, Marshall W. Mason

Premio Isabelle Stevenson: Brian Stokes Mitchell

Premio Tony al Teatro Regional: Paper Mill Playhouse

Mejor Actriz en un Musical: Renée Elise Goldsberry, Hamilton

Mejor Actor en un Musical: Daveed Diggs, Hamilton

Mejor Diseño de Vestuario en una Obra: Clint Ramos, Eclipsed

Mejor Diseño de Vestuario en un Musical: Paul Tazewell, Hamilton

Mejor Música Original Lin-Manuel Miranda, Hamilton

Mejor Dirección de una Obra: Ivo van Hove, A View from the Bridge

Mejor Dirección de un Musical: Thomas Kail, Hamilton

Mejor Diseño Escénico de un Musical: David Rockwell, She Loves Me

Mejor Diseño Escénico de una Obra: David Zinn, The Humans 

Mejor Actor en una Obra: Reed Birney, The Humans

Mejor Diseño de Iluminación en una Obra: Natasha Katz, Long Day’s Journey Into Night

Mejor Diseño de Iluminación en un musical: HowellBinkley, Hamilton

Mejor Actriz Protagonista en una Obra: Jessica Lange, Long Day’s Journey into Night

Mejor Actor Protagonista en una Obra: Frank Langella, The Father

Best Orchestrations: Alex Lacamoire, Hamilton

Mejor Libro de un Musical: Lin-Manuel Miranda, Hamilton

Mejor Regreso de una Obra: A View From the Bridge

Mejor Obra: The Humans

Mejor Coreografía: Andy Blankenbuehler, Hamilton

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NOTA: Las fotografías insertadas en este post son propiedad de sus autores.

 

EL PADRE (Aut. FLORIAN ZELLER), por Yolanda Aguas

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El autor de “El Padre”, Florian Zeller (1979), es uno de los jóvenes dramaturgos más importantes del actual teatro francés. Estudió filosofía y empezó su carrera literaria como novelista, pero desde 2004 su vocación teatral se hizo cada vez más fuerte. Hasta hoy ha publicado cinco novelas y nueve obras teatrales. Con su tercer libro La fascination du pire (2004) ganó el Premio Interallié y fue seleccionado al Premio Goncourt.

Su obra teatral Si tu mourais (2006) fue galardonada por el Premio Jeune Théâtre (Teatro Joven) de la Academia Francesa. Tanto su literatura narrativa como su dramaturgia se concentra en problemas familiares: de pareja, de madres/padres con sus hijos, de la mujer abandonada, etc.   El autor fue también muy bien recibido -por crítica y público- con sus dos primeras obras “L´autre” y “Le Manege”, sin olvidar  “La Mere” que le dieron prestigio en toda Francia.

El texto teatral que hasta el momento ha cosechado mayor éxito – y tres premios Molière– es Le Père (El padre), escrito por Zeller en 2012. El dramaturgo, para formar a la figura del protagonista de la obra, se inspiró en la personalidad del actor francés, Robert Hirsch, en quien admiraba la mezcla de clown y actor trágico.

“El padre” lo muestra como un autor dúctil para combinar perfectamente el drama con la comedia, ya que la temática de la obra no es fácil.

El protagonista de la historia es Andrés (Héctor Alterio), un ingeniero de 80 años que ha comenzado a sufrir desarreglos en su memoria y confunde situaciones que su imaginación va armando –con seguridad en base a datos que su mente capta- con hechos reales. La primera escena comienza cuando la hija con la que vive –hay otra que se menciona con frecuencia, pero después nos enteraremos por qué no está- le dice que se irá a vivir a Londres con su actual pareja y que para eso deberá dejarlo a cargo de una enfermera, de alguien que lo cuide, tal vez una institución. A partir de allí la obra va articulando distintos episodios, en los que el hombre confundirá una y otra vez a los personajes con otras personas, mostrando que su estado es delicado, que no puede moverse dentro de la realidad sin extraviarse.

El texto tiene, eso sí, momentos para la risaSería casi imposible resistir toda la función sin esos pequeños alivios emocionales entre tanta tristeza. El protagonista muestra momentos de lucidez y una absoluta seguridad en su mundo.  Siente que es amenazado por quienes quieren cambiarlo, él asegura que está perfectamente bien, que los que se  equivocan son los otros.

En el fondo, conmueven sus reproches, sus preguntas, sus momentos de enfado, y el público empatiza plenamente con él, no sólo porque es el más desprotegido, sino incluso porque se puede llegar a pensar que tal vez tenga razón y realmente lo que sucede es que sus parientes quieren desembarazarse de él.

Una obra dura, no podemos negarlo, pero que deja al espectador el tiempo necesario para su propia reflexión. Facilita ese espacio temporal para que se imaginen en el lugar del padre demente, y entender así sus pensamientos y sentimientos desde su propia perspectiva.

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Con la producción de Jesús Cimarro (Pentacion), la obra está dirigida por José Carlos Plaza y protagonizada por Héctor Alterio, Ana Labordeta, Luis Rallo, Miguel Hermoso, Zaira Montes y María González.  Todos ellos, y también el equipo técnico, arropan brillantemente a Alterio.  Ana Labordeta, magnífica actriz y formada en esta disciplina teatral al lado de Plaza, clava su personaje.  Especialmente logrados son dos pequeños monólogos (como en el que aparece sentada en una silla). Emocionada y emocionando al público hasta las lágrimas.

Antes de su estreno en España, la obra se ha representado con éxito en otros países donde ha contado con grandes actores para interpretar el personaje principal.  En Argentina, por ejemplo, y con dirección del gran Daniel Veronese, fue Pepe Soriano (a sus 90 años) quien le dio vida.

En España, es el gran actor argentino-español Héctor Alterio quien protagoniza esta obra de Zeller.  Está inmenso… me atrevo a afirmar que en una de sus más grandes interpretaciones (y ya saben que hay mucho dónde elegir, tanto en cine como en teatro). El actor logra expresar con maestría el mundo interior de un hombre anciano que se pierde en el laberinto de sus recuerdos.

No hay un solo pero en su creación.  Lo único que podemos hacer ante ella es ponernos en pie y aplaudirle.  Como sucedió los tres días que estuvo en el Teatro Principal de Zaragoza: ovaciones interminables con todos los espectadores puestos en pie.

Una velada inolvidable, que tuve el placer de vivir al lado de Claudina Gambino. A ella dedico este artículo.

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NOTAS:

Las fotografías oficiales de la obra EL PADRE son propiedad de PENTACION.

Las fotografías del reparto saludando al final de la representación son propiedad  y autoría de YOLANDA AGUAS para CINET FARÖ.

HÉCTOR ALTERIO Y ANA LABORDETA: RdP de “EL PADRE”, por Yolanda Aguas

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Se notaba mucha emoción en el ambiente.  La presencia de Héctor Alterio y Ana Labordeta en el espacio Mariano Cariñena del Teatro Principal de Zaragoza era una mezcla de muchas sensaciones.  Estábamos ante un gran actor internacional y, al mismo tiempo, recibíamos a Ana Labordeta que llegaba a su teatro, a su ciudad, a su casa…

He asistido a muchas ruedas de prensa, algunas memorables por diferentes motivos, pero la de hoy creo que ha sido una de las más entrañables y divertidas que recuerdo.  Héctor Alterio estuvo brillante, ingenioso, alegre y me atrevería a decir que también era feliz.  Ana Labordeta no paraba de dar besos a quienes habíamos ido a recibirla.

El consejero de Economía y Cultura del Ayuntamiento de Zaragoza, Fernando Rivarés presentó la obra y dio, institucionalmente, la bienvenida a estos dos grandes actores.  Dijo que íbamos a asistir a las representaciones de un gran texto, un sobrio proyecto teatral que estaba combinado con una gran capacidad y talento actoral. Una obra que invitaba a la reflexión.

“El padre”, texto de Florian Zeller representado en innumerables países con gran éxito, es una producción de Pentacion (empresa dirigida por Jesús Cimarro, actual director del Festival de Teatro de Mérida).  Héctor Alterio y Ana Labordeta están acompañados en el reparto por Luis Rallo, Miguel Hermoso, Zaira Montes y María González, y dirigidos por José Carlos Plaza.

La obra narra la historia de un hombre mayor que padece alzhéimer y con su mente confusa confunde a quienes le rodean y al espectador. Un tema espinoso que se aborda con humor y suspense ya que las equivocaciones del protagonista provocan por igual situaciones hilarantes e intrigas propias de un ‘thriller’.

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Héctor Alterio nos contó que: «Andrés es un personaje que me entretiene, me siento con posibilidades de seguir indagando, no me va a aburrir, no voy a repetir sino a mejorar entre representaciones. Es algo que no se da habitualmente ya que raramente puedo sentir cosas en los personajes porque a veces uno los hace un poco repetitivos. Los personajes actúan de tal manera que hacen como si fueran pensamientos de la mente confusa del personaje. Elementos que junto con el humor del autor del texto, Florian Zeller, hacen que la oferta sea atractiva, inquietante, curiosa, entretenida, y el espectador se divierta y se emocione.

Tengo la sensación de contar cosas que ya he contado pero lo que nunca pierde es la capacidad de divertirse actuando, indagando, sé que no me voy a aburrir, que voy a mejorar con respecto a la representación anterior, me siento vivo, apoyado por mis compañeros, tengo la seguridad de sentirme apoyado y rodeado de talento, eso nos hace estar muy satisfechos cuando baja el telón…”

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Ana Labordeta manifestó que le producía mucha emoción hacer esta función.  Trabajar con Héctor “es un regalo que me ha dado la vida, y además estoy dirigida por José Carlos Plaza, mi maestro.  Esta obra es todo un viaje para mí, porque es una función que cumple con la finalidad del teatro de conseguir darle un toque, un mordisco al corazón. 

Cuando leí el texto de la obra pensé que iba a ser un bombazo.  José Carlos ha hecho un trabajo muy minucioso y estoy orgullosa y con ganas de mostrarlo en mi tierra”.

“EL PADRE” estará en el Teatro Principal de Zaragoza del 10 al 12 de junio.

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NOTA: Las fotografías insertadas en este artículo son propiedad y autoría de YOLANDA AGUAS para CINET FARÖ.