PEQUEÑAS CARTAS INDISCRETAS (Dir. Thea Sharrock)

Años 20. En la ciudad costera de Littlehampton, la devota Edith Swan y otros habitantes de la localidad empiezan a recibir cartas indiscretas escritas con un lenguaje tan excéntrico como obsceno. Rápidamente las sospechas recaen sobre Rose Gooding, una vecina impetuosa que ve cómo su libertad y la custodia de su hija peligran debido a estas acusaciones. Mientras las cartas siguen asolando la población, la agente de policía Gladys Moss pone su ingenio a trabajar para resolver el misterio y atrapar al verdadero culpable de todo este embrollo.

Película basada en hechos reales, que transcurre en 1920 en la pequeña población costera de Littlehampton, en Sussex. La solterona Edith es la hija pequeña de los Swan, y la única que queda en casa. Su estricto puritanismo contrasta que contienen son inenarrables. con el descaro de su vecina viuda irlandesa Rose Gooding, madre de una niña que vive con su novio Bill. A pesar de ser tan diferentes, ambas mujeres inician algo parecido a la amistad, hasta que discuten y Edith empieza a recibir cartas anónimas repletas de obscenidades, los insultos.

Rose se convierte en la principal sospechosa de la autoría de las cartas, aunque el anonimato no cuadra con los modos directos de la viuda. Al menos eso piensa Gladys Moss, agente de policía, hija de policía y la primera mujer de la ciudad en tener un puesto así. Rose va a parar a la cárcel a la espera de un juicio, pero una vez se paga la fianza, vuelven a circular cartas anónimas del mismo tono, pero ahora dirigidas a numerosas personas, por lo que el caso se convierte en noticia nacional.

La directora sabe combinar hábilmente los aspectos dramáticos de la historia, con elementos de comedia y la intriga –en los primeros compases– de quién manda las misivas. A ello se suman elementos como la diversidad racial y, sobre todo, el feminismo, pues las mujeres, víctimas o resueltas en sus acciones, establecen entre ellas una suerte de sororidad, se ayudan unas a otros, especialmente por los obstáculos que ponen los varones, con sus vacuos aires de superioridad y sus prejuicios. Esto a ratos carga un poco, especialmente en la reiterativa minusvaloración de Gladys por parte de su jefe y de otro agente, o por Edward, el padre de Edith, un tipo primario y nada sutil.

A destacar la presencia, siempre maravillosa, de la gran actriz británica Eileen Atkins.

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