EL PACTO (Dir. Billy August)

Finales de los años cuarenta. La escritora Karen Blixen, de 63 años, está en la cima del éxito y parece ser la próxima en ganar el Premio Nobel de Literatura. Tras dejar atrás su renuncia a la famosa granja en África para regresar a su Dinamarca natal y habiendo perdido al amor de su vida, ahora Karen se ha reinventado a sí misma como una sensación literaria. Ella sigue siendo un genio aislado. Sin embargo, su vida se tambaleará el día que conoce a un talentoso poeta de 30 años. Karen le promete el estrellato literario si él a cambio la obedece incondicionalmente, incluso a costa de perderlo todo en su vida.

El pacto llega a esta fiesta justo a tiempo, ahondando en la misteriosa vida de Karen Blixen. Y para ello, aparte de su cuidada puesta en escena y diseño de producción recreando los años 40, cuenta con la excelente actuación de Birthe Neumann que se apodera de todos los planos en los que aparece. Transmitiendo esa mirada melancólica a un pasado triste que no puede cambiar, mientras trata de encandilar a un joven escritor. ¿La intención de ella? Demostrarle que el talento solo puede ir ligado a una vida de excesos y romances de una noche.

Establecen un pacto. Thorkild está casado, tiene un hijo pequeño. Su mujer trabaja como bibliotecaria y es la que sostiene económicamente a la familia.
El éxito, el talento y la constancia son ejes de la narración. El tema principal es la génesis de la creación literaria. La fotografía es del chileno-danés Manuel Alberto Claro. Potencia la narración.

Película cuyo principal interés radica en la interpretación protagonista femenina.

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NOTA: La fotografía insertada en este artículo es propiedad de su autor.

BELFAST (Dir. Kenneth Branagh)

Drama ambientado en la tumultuosa Irlanda del Norte de finales de los años 60. Sigue al pequeño Buddy mientras crece en un ambiente de lucha obrera, cambios culturales, odio interreligioso y violencia sectaria. Buddy sueña con un futuro que le aleje de los problemas, pero, mientras tanto, encuentra consuelo en su pasión por el cine, en la niña que le gusta de su clase, y en sus carismáticos padres y abuelos.

Esta película ominada a siete premios Oscar, incluyendo mejor película, director, guión, actor y actriz de reparto– es, siguiendo esa comparación, la versión light y accesible de «Roma» de Alfonso Cuarón, una que mantiene una similar apariencia formal pero que luego se descubre como mucho más vacía, limitada, pasajera, genérica. Es un recuerdo cariñoso y hasta amable pero muy despolitizado, algo que es entendible en función de que se narra a partir de los recuerdos de un niño de nueve años –un alter-ego del propio Kenneth– que atraviesa la creciente violencia que se vive en el lugar, pero al que quizás le falta la perspectiva que le da el tiempo y los personajes adultos.

Al tratarse de una película episódica cuyo hilo narrativo central pasa por la decisión que la familia debe tomar respecto a quedarse o no viviendo en Belfast por lo complicado de la situación, se podría suponer que Branagh armó su film buscando un tono melancólico o bien observacional, en el que lo fuerte pasara por cierto registro poético, desde lo visual al menos, de esas experiencias. Pero no. Más allá de un contrastado blanco y negro que se ve bastante digital, el actor/director narra su film de una manera entre mecánica y torpe (drones, cortes permanentes, ángulos de cámara insólitos), con los actos de violencia filmados como si fuera un mediocre thriller de acción y muchas caracterizaciones desprovistas de gracia o personalidad.

Un film que no convence completamente para quien escribe estas líneas.

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NOTA: La fotografía insertada en este artículo es propiedad de su autor.

LA ABUELA (Dir. Paco Plaza)

Susana (Almudena Amor) tiene que dejar su vida en París, donde trabaja como modelo, para regresar a Madrid, debido a que su abuela Pilar (Vera Valdez) acaba de sufrir un derrame cerebral. Años atrás, cuando los padres de Susana murieron, su abuela la crió como si fuese su propia hija. Susana necesita encontrar a alguien que cuide de Pilar, pero lo que deberían ser solo unos días con su abuela se acabarán convirtiendo en una terrorífica pesadilla.

La película es una singular reflexión de Paco Plaza acerca de un horror tan cotidiano e inescapable como el del paso del tiempo, en su versión menos correcta. La enfermedad, la vejez, la dependencia: todo ello es sobrevolado por un film estéticamente impecable y parcialmente ajeno a las corrientes actuales del cine de género.

Encerrada con una persona que ni siquiera le reconoce, la joven comenzará a tener extrañas visiones en el viejo piso en el que viven ambas. El argumento podía haber dado pie a todo un psicodrama almodovariano de cuyo fantasma, en realidad, ‘La abuela’ nunca se desprende del todo. No podía ser menos con un guión escrito íntegramente por Carlos Vermut: la personalidad del autor de ‘Diamond Flash’ o ‘Magical Girl’ se respira en muchos aspectos de la película. De la selección musical (excelente el momento Vainica Doble) al reparto íntegramente femenino, pasando por el uso costumbrista de un restaurante chino o ciertas reflexiones sobre las relaciones de poder en según qué profesiones.
Paco Plaza también aporta al conjunto su extraordinario pulso para las atmósferas enrarecidas y los espacios oscuros El director muestra todas sus cartas desde el primer momento. En efecto, en una secuencia introductoria, antes de los créditos, ya tenemos todas las claves para entender lo que sucede en la película. Porque en ‘La abuela’ no importa el giro final, ni la explicación del misterio, sino la cuidadosa atmósfera que construye desde su arranque. La película encuentra un incómodo punto discursivo equidistante entre el body horror cotidiano, las historias de casas encantadas y los horrores esotéricos de los setenta y ahí desenvuelve la trama, en un término medio entre las convenciones muy conocidas por el aficionado y el territorio sin explorar.

A destacar la interpretación de una joven actriz, Almudena Amor, que no tardará mucho en ser imprescindible en el mejor cine español.

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Nota: Las fotografías insertadas en este artículo son propiedad de sus autores.

DRIVE MY CAR (Dir. Ryûsuke Hamaguchi)

La película de Ryūsuke Hamaguchi, una de las favoritas para los Oscar, es un relato basado en un libro de Murakami que habla del amor, la pérdida y la incomunicación.

Drive my car es un viaje hacia la redención con el Saab 900 del protagonista como confesionario y local de ensayo. Yusuke (interpretado por Hidetoshi Nishijima) es un prestigioso actor y director de teatro que se traslada a Hiroshima dos años después de la repentina muerte de su mujer Oto, de quien duda si realmente la llegó a comprender. En Hiroshima se pondrá al frente de una representación multilingüe de Tío Vania y la dirección del festival le obligará a aceptar a la joven Misaki (Toko Miura) como la conductora de su coche. Las cintas que Oto dejó grabadas para que Yusuke ensayara en el coche son el vínculo con un pasado que el protagonista se niega a aceptar.

Con solo 43 años, Hamaguchi se ha convertido en uno de los cineastas de autor más destacados de la última temporada. Consiguió el Gran premio del jurado en la Berlinale 2021 por La rueda de la fortuna y de la fantasía.

En esta ocasión no es una historia sobre las consecuencias feroces de la sociedad capitalista, sino una basada en un relato de Haruki Murakami incluido en la novela Hombres sin mujeres. El texto, de apenas 40 páginas, ha sido convertido en una adaptación cinematográfica cocinada a fuego lento de tres horas de duración. Tanto, que los títulos de créditos iniciales aparecen casi 40 minutos después de que haya comenzado la proyección, dando a entender que lo que parecía la mitad de la película es en realidad el prólogo.

Aunque es complicado hablar de ello sin destripar el contenido, se puede decir que un fatídico imprevisto cambia las tornas de la relación. A partir de entonces cambia el registro del largometraje, pasando de lo que parecía una tragedia doméstica a una road movie. Dos años después de aquel evento, Kafuku pasa a trabajar en un festival de teatro en Hiroshima dirigiendo la ambiciosa producción de Tío Vania, un clásico de Antón Chéjov. El inconveniente es que, por norma de los organizadores, el dramaturgo tiene que contar con un chófer personal que le traslade diariamente desde su residencia hasta el centro de arte. Es así como conoce a Misaki (Toko Miura) que, a pesar de las reticencias iniciales, acaba tomando de forma regular el volante de su Saab color rojo.

La propuesta de Hamaguchi es, en cambio, un viaje sobre cuatro ruedas con destino a la introspección. Sin duda, una extraordinaria película.

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