LOS COLORES DEL INCENDIO (Dir. Clovis Cornillac)

Coincidiendo con la despedida fúnebre del rico banquero Marcel Péricourt, el nieto del difunto se lanza por la ventana a la vista de amigos y familiares. Madeleine Péricourt, madre del chico e hija también del millonario fallecido, queda destrozada. El niño quedará impedido en una silla de ruedas y con el tiempo lo único que le aportará ilusión de vivir es la voz de la diva Solange Gallinato, con quien establecerá una apasionada relación epistolar que más tarde se convertirá en amistad y admiración mutua. Por su parte, el socio del difunto pretende la mano de la hija, pero al ser rechazado pergeña malévolamente, junto con el holgazán tío de la heredera y un corrompido periodista, el modo de quedarse con el banco del fallecido y dejar en la ruina a su hija. Consumado su abyecto plan, Madeleine será despojada de todo y será abandonada sin recursos con su hijo parapléjico.

El director Clovis Cornillac fue abordado por el productor originalmente para adaptar otra novela de Pierre Lemaitre, pero el proyecto no llegó a buen puerto. Meses más tarde, volvieron a ponerse en contacto para adaptar Los colores del incendio.

Estamos ante una película con un amplio elenco de personajes, todos ellos interpretados con esmero por un reparto con su peso específico. Destacan, claro, los principales oponentes, una calculadora Léa Drucker y un Benoît Poelvoorde en un inusual papel de tipo antipático y sin escrúpulos.

Y hay que referirse también a la importante participación de la gran actriz francesa Fanny Ardant, quien brilla sobre el escenario en el potente y catártico cántico del coro de Nabucco de Verdi, aunque la voz corresponda en realidad a la de Sandrine Piau.

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