
Ambientada en el competitivo mundo del tenis profesional, en el que una exjugadora convertida en entrenadora, Tashi, ha conseguido transformar a su marido Art en campeón de varios torneos del Grand Slam. Tras una racha de derrotas, Tashi le inscribe en un torneo ‘Challenger’ -el torneo profesional de menor nivel-, en el que se reencuentra con Patrick, su antiguo mejor amigo y exnovio de Tashi.
Todo arranca desde el presente, en un punto en el que Tashi se ha convertido en la esposa de Art y en su entrenadora. Al verle desmotivado, decide apuntarle a un pequeño torneo regional «challenger» para devolverle la confianza después de una racha de derrotas. Y resulta que Patrick, como es de esperar, también compite ahí.
Poco a poco la dinámica entre los protagonistas y este círculo de deseo y obsesión nos envuelve. Y nos dejamos llevar por la química que emerge entre los actores protagonistas, que nos tienen preparados reveses constantes e imprevisibles. Esto, junto a la apasionada manera que tienen los actores de dar vida a los personajes, acaba dando pie a que veamos en pantalla algunas escenas realmente excitantes.
Todos los ingredientes conforman una película que logra el objetivo de obsesionar y embelesar a los espectadores, y que además era casi esperable de uno de los cineastas que mejor retrata el deseo. Porque la sensualidad no sólo está en el sexo en sí, sino que también se puede encontrar en conversaciones, miradas o, por qué no, en la forma de empuñar una raqueta de tenis.
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NOTA: Las fotografías publicadas en este artículo son propiedad de la productora del filme.