

Elisabeth Sparkle (Demi Moore) es una actriz cuyos mejores años de carrera ya pasaron. Tras ser despedida por un productor sexista y no poder conseguir más papeles por su edad, cae en una espiral de desesperación. Un día, sufre un fatídico accidente de coche que la lleva a una misteriosa empresa donde le ofrecen una sustancia que supuestamente te convierte en una mejor versión de ti misma.
Decidida a recuperar la juventud que anhela, se inyecta este tratamiento experimental con el resultado del nacimiento de una versión renovada y joven llamada Sue (Margaret Qualley). Obligadas a intercalar una semana de conciencia, deberán aprender a vivir en equilibrio.
Una de las primeras escenas de la película resume de cierta forma el conflicto central de la misma: la estrella de Elisabeth en el paseo de la fama se va deteriorando con el paso del tiempo. Esa estrella es un reflejo de lo que se ha convertido la vida de la protagonista. Una fantástica y arriesgada Demi Moore se ve encerrada en su apartamento de lujo, abrumada por su despido de un programa de ejercicios debido a su edad. Sola, como una Norma Desmond postmoderna filmada con un filtro pop propio de películas como Barbie o Pobres Criaturas, se enfrenta al ocaso de su estrellato. La película está construida como una sátira sobre los cánones de belleza a las que son sometidas las mujeres en el mundo del espectáculo, principalmente en lo audiovisual.
En esto ejerce un rol brillante Dennis Quaid como el productor a cargo de la cadena televisiva en la que trabaja Elisabeth gracias a una actuación que raya en lo desagradable, mientras encarna una serie de elementos machistas y sexistas asociados a diversos magnates corporativos, tanto de la ficción como reales, llevados a los límites de lo paródico. Hacia el final, lo que podría haber sido una audaz crítica en clave de body horror acerca de los cánones de belleza busca aumentar aún más su propia apuesta y termina alargando diversos momentos que pudieron haber cerrado de buena manera la cinta.
Fargeat quiere generar aún más impacto, ser aún más efectista y decide pisar el acelerador a fondo para llevar sus cuotas de sangre y mutaciones a nuevos límites, aunque bien es cierto que la cinta no se toma demasiado en serio a sí misma.
Tal vez es ese el mismo tono que busca la película: el de lo incómodo y la parodia. El de los cultistas y los detractores. El de la fascinación y el escándalo. Y en medio de ese festival de gore histriónico y estilizado, la polémica es algo que definitivamente logra.
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