
El largo viaje de la vida de Parthenope, desde su nacimiento en 1950 hasta hoy. Una epopeya femenina desprovista de heroísmo pero rebosante de una pasión inexorable por la libertad, Nápoles y los rostros del amor, todos esos amores verdaderos, inútiles e indecibles. El perfecto verano de Capri, el desenfado de la juventud, que acaba en emboscada. Y luego todos los demás: los napolitanos, hombres y mujeres, observados y amados, desilusionados y vitales, sus olas de melancolía, sus ironías trágicas y sus miradas abatidas.
La vida, ordinaria o memorable, sabe ser muy larga. El paso del tiempo ofrece un vasto repertorio de emociones. Y ahí al fondo, tan cerca y tan lejos, está Nápoles, esa ciudad inefable que hechiza, encanta, grita, ríe y siempre sabe cómo hacerte daño.
Esta película comparte ciertos rasgos con su penúltima película, como esta especie de tono nostálgico por la Nápoles del pasado, pero tiene ecos de toda su filmografía tanto en cuanto a temas (la reflexión metafísica sobre cómo somos los seres humanos) como a forma (con todos esos planos que nos remiten más a un sueño que a la realidad tangible).
Parthenope es una mujer que nació en el mar y con el peso de llevar el nombre de lo que hoy conocemos como Nápoles. La joven posee una belleza extraordinaria y, con el paso del tiempo, acabará descubriendo las verdaderas consecuencias que supone este don y a la vez maldición.
La belleza de sus planos y esa vocación onírica no son suficientes para levantar la inconsistencia de su guion, que se pierde embelesado por sí mismo y no llega a plantear un discurso tan profundo como realmente cree tener.
Sorrentino quiere hablar de la belleza femenina elevándola a la categoría de fuerza divina, pero lo hace como si en su vida hubiera conocido a una mujer. Su apreciación de la misma se siente ajena y hueca, como si escribiera un soneto ensalzando la vida en el campo alguien que jamás ha vivido fuera de su ático en la gran ciudad.
PARTHENOPE es belleza, sí… pero todos sabemos que en la vida hacen falta muchas cosas más porque esa cualidad siempre es pasajera.
Por último, un aviso: se emocionarán escuchando la música de Ricardo Cocciante.
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