LA VIDA DE CHUCK (Dir. Mike Flanagan)

Charles Krantz, un contable normal y corriente, ve cómo su vida adquiere un significado inesperado cuando el mundo comienza a colapsar. Mientras las estrellas explotan y la tecnología falla, misteriosos anuncios aparecen con el mensaje: «¡Gracias, Chuck, por 39 grandiosos años!».

A medida que la historia retrocede, se revelan momentos clave de su vida, como su trabajo, su amor por la música y sus luchas personales, en un relato que mezcla realismo y fantasía. Se trata de una exploración conmovedora sobre la huella que cada persona deja en el universo.

La vida de Chuck, adaptación de la novela homónima de Stephen King, tiene como protagonista a Chuck, un hombre corriente que marcó la vida de algunas personas. Contada a través de tres partes, tres capítulos de su vida, la historia comienza por el final y termina por el principio. 

La vida de Chuck atina muy fino con la voz en ‘off’ que narra los sucesos que van transcurriendo. Las rimas entre imagen y narrador son un juego del que Flanagan sale victorioso. Es su forma de sacar una sonrisa y hacer reír. Las lágrimas y el llanto vendrán, eso es seguro, pero el cineasta no pierde la oportunidad de que todo, siempre que sea conveniente y tenga sentido, se convierta en una fiesta.

Flanagan no es moralista y tampoco subraya demasiado el mensaje del filme, ese que dice que hay que disfrutar de cada segundo. En manos de otro director con menos sutileza, La vida de Chuck podría haber terminado siendo una película tosca y torpe.

Dice la voz en ‘off’ en cierto momento del filme que la anticipación al fin de semana es siempre mejor que el fin de semana en sí. Es verdad, pero no es el caso de lo nuevo de Flanagan: la anticipación por descubrir la vida de Chuck es igual de emocionante que ir descubriéndola. Esta película es un tarro de felicidad condensada en 111 minutos. 

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