“No me interesa cómo se mueve el ser humano, sino aquello que lo conmueve” (Pina Bauch)
Pina Bauch, la mejor coreógrafa del siglo XX, bailó sus sentimientos. María Araujo, la más grande figurinista de nuestras Artes Escénicas, los diseña, los dibuja y los viste.
Llevo años escuchando a las más importantes personalidades de nuestra escena que María Araujo es la mejor, la más completa, la más artista… Una maestra.
Es una mujer encantadora y humilde. Hace fácil estar a su lado y no querer dejarla. Unas veces delicada y frágil. Poderosa y fuerte otras. Es especial, es como las olas…
María, tengo una curiosidad: cuando eras niña ¿jugabas con los recortables de muñecas? (Le muestro unas fotografías)
¡Sí, sí, si…¡ y todavía los empleo en el vestuario (sonríe). Lo hago con el acetato, primero hago la figura y pongo un vestido: hago el diseño del traje. Después tengo un acetato donde hago otro recorte y hago el vestido o la falda remangada, pero nada más pongo la parte de abajo. O pongo a un protagonista con chaleco y pantalón y después la chaqueta la pego en el acetato, con lo cual el director ya ve cómo va a quedar con pantalón y chaleco y con pantalón y chaqueta. Así que no sólo jugué de pequeña, si no que todavía lo utilizo.
Toda carrera profesional tiene un inicio. Explícame, por favor, ¿cómo nació tu amor por el diseño y por la moda?
Te voy a decir una cosa: mi vida profesional la defino como que es todo casualidad. Siempre estuve rodeada de artistas, esto es cierto, desde muy joven y sin querer fui trabajando. Luego estudié e hicieron un final de curso en el cual había unas personas que iban a hacer de escultura. A mí me tocó hacer todo lo que era la parte de maquillaje. Además eran esculturas clásicas, por lo que requerían unos peinados con olas, tenía que ser terracota con imitación a mármol, etc. Y así fue como empecé.
A partir de este instante, todos los artistas conceptuales en aquel momento estaban trabajando en el Body Art y entonces empezaron a llamarme a mí como maquilladora (sonríe). Y yo, que he sido siempre una mujer atrevida, pues empecé a trabajar con ellos.
Sí que empezaba a echar a faltar unas técnicas. No estoy hablando de una técnica de embellecer, pero sí cómo hacer las cicatrices, las quemaduras, etc. Por suerte, mi hermana vivía en Nueva York y sigue viviendo, y la llamé y le dije: “Oye, búscame a alguien que me de alguna clase sobre cicatrices, quemaduras, etc”. Así que me fui a Nueva York y allí recibí unas clases muy importantes. No recuerdo el nombre del profesor, pero sí que él había trabajado con Dustin Hoffman en “Little Big Man” (1970), él fue quién envejeció a Hoffman en esa película.
Dick Smith, el primer artista de maquillaje honrado en 2011 con un Oscar honorífico de la Academia de las Artes y las Ciencias por su trayectoria. Fue el autor de la transformación de Marlon Brando en Vito Corleone (The Godfather) o Linda Blair en El exorcista. En 1985 ganó un Óscar por su trabajo en Amadeus.
Sí. Era Dick Smith. Imagina que te estoy hablando de que esto sucedió hace muchos años… Ahora ya tenemos escuelas magníficas aquí, pero en aquel momento no las había. Así que yo aprendí, absorbí… y volví a Barcelona (ríe ampliamente).
Al cabo de muy poco tiempo me llamó Josep A. Salgot para trabajar con él en su película “Mater amatísima” (1980). Fue un trabajo que hice con Victoria Abril y la hice pasar por un arco de edad desde la edad que ella tenía entonces, unos veinte años, hasta una mujer con cincuenta años. Tenía que ser un trabajo muy afinado porque iba sin maquillaje, con lo cual te diré que estuve casi un mes con una modelo en la cual yo practicaba. Hay que tener en cuenta que cuando se hacen cicatrices, por ejemplo, siempre hay un maquillaje con el que puedes tapar y puedes disimular. Aquí era a pelo. Me costó mucho pero saqué adelante este trabajo y sigo estando contenta. Victoria tenía en la película un hijo que era autista y que iba creciendo. Me acordé de la película “El padrino”, y para que la cara fuera transformándose yendo a mayor, le hice una dentadura postiza que el joven actor tuvo que ponerse. Para mí fue un trabajo interesantísimo.
Así que yo empecé en este mundo artístico a partir del maquillaje.
¿Cómo llegaste al teatro?
Yo fui la persona que hizo la nariz del Cyrano de Bergerac a Josep María Flotats. Tengo ese gran honor. A partir de entonces, me llamaron mucho del teatro. Y trabajé como caracterizadora.
¿Pero seguías dedicada al mundo de la moda?
Sí, después por azares de la vida, empecé con los complementos. ¿Cómo llegué a los complementos? Yo tengo una amiga que trabajaba en la moda, una diseñadora importante, María Luisa Rabell, que iba a colaborar con Silvia Munt en un reportaje en el que Gumer Fuentes le iba a fotografiar. Y me llamaron a mí para maquillarla. Le probaron varios vestidos, etc, pero yo eché a faltar que llevara algo en la cabeza. Así que me trajeron varios tejidos, alfileres, etc… y quedó monísima. Entonces esta amiga mía me dijo: “Oye, ¿por qué no nos haces una colección de sombreros?”. Le respondí: “¿Hacer yo sombreros?”… (sonríe). Fui a colegio de monjas hasta los trece años… y es más, le respondí: “¡No sé coser¡ ¡No me interesa¡”. Ella me dijo: “No te preocupes, eso es lo de menos. Tú diseña y yo te pondré una modista al lado”.
Así fue como empecé con los complementos. Por un lado estaba haciendo caracterización en teatro, en cine, en moda y en publicidad, y por el otro lado estaba iniciando una carrera que fue muy importante para mí y en la que trabajé como diez años. Estamos hablando ya de los 80’s. Cuando estaba sumergida en todo este mundo, al cabo de dos años comencé con los complementos yo sola. Me dediqué a sombrerería, tocados e hice una exposición de joyas en Cadaqués. La exposición era de plata y vidrio de colores. A eso añadí también corbatas, pajaritas… cada año lo iba ampliando un poco más y me iba muy bien. Hasta que me tocó trabajar con gente muy poco profesional que no pagaban las letras y tuve que cerrar. Yo cerré justo cuando EL PAÍS SEMANAL me dedicó un amplio reportaje, justo cuando estaba en mi mejor momento. Pero la vida es esto y hay que reciclarse.
Resurgir de las cenizas y sobreponerse… La lucha eterna del ser humano.
Sí, y me fui de nuevo a Nueva York con mi hermana, y estuve trabajando allí como diseñadora de sombreros, bolsos, etc. Trabajaba en casa, lo dibujaba y después lo vendía y vivía muy bien. Regresé a Barcelona porque un amigo mío, Manuel Outumuro, me dijo: “Vuelve porque hay una empresa que puede estar interesaba y podrías hacer una colección”. Volví pero no me sirvió de nada porque hice una colección magnífica pero no se sirvió en el momento, porque vendí y vendieron en Nueva York. Entonces se desbarató todo de nuevo en el mundo de la moda.
Fue entonces cuando Josep Maria Flotats ya estaba en el Teatro Poliorama y yo le conocía. Él me ofreció trabajar con él en las últimas obras que hizo allí. Primero hicimos “Cavalls de mar” en 1992, “Tot assajant Don Joan” (1993) y “Cal dir-ho” (1994). Tuve la gran suerte que ya con “Cavalls de mar” me dieron el premio los de la Crítica y en “Cal dir-ho” también. Fue un ¡buen comienzo¡
Debió verme algo “depre” (sonríe), porque a veces en muchos momentos de la vida no eres consciente que las cosas pasan por algo…y casi siempre es para mejor.
Estoy completamente de acuerdo contigo María…
Sí ¿verdad? Yo estaba, como comprenderás, completamente anonada por la petición de José María, porque yo había hecho vestidos de moda, prêt-à–porter y novia, pero lo que no había hecho nunca era dedicarme a hacer unos figurines para el teatro. Él me decía: “Lo harás muy bien, lo harás magnífico”. Y así me metí, fue muy bien tanto en “Cavalls de mar” como en “Cal dir-ho”, que fue un vestuario pedido además por José María, que me dijo “estás en época, en 1870, quiero polizón pero ¡lánzate¡”. Y yo dije: “Pues ¡vamos a lanzarnos¡”. Fue un vestuario muy atrevido y muy aplaudido a Dios gracias.
Sin que me hayas dado tiempo a preguntarte por él, que naturalmente era mi intención, llevamos un rato hablando de tu trabajo con el maestro Flotats. Hace unos meses, cuando te dieron, en el Cabildo de Gran Canaria, el Can de Plata de las Artes 2017, Josep María Flotats te dedicó unas palabras preciosas…
Me hizo mucha ilusión el video que prepararon…
Fue un video precioso. Entre otras cosas, él decía en ese video: “María Araujo es el talento, la humildad y la fidelidad”.
¿Cuándo os conocisteis?
Esa es una historia preciosa.
Me encantaría que me la contaras…
Mira, él hizo una obra de teatro con Anna Lizarán, ahora no recuerdo el nombre…
“Una jornada particular”… Se estrenó el 21 de febrero de 1984 en el Teatre Condal de Barcelona, y la dirigió y protagonizó Flotats.
¡Sí¡ Ésa. Yo tenía mucho interés en verla y fui. Llamé a Román, del Centro Dramático y le pregunté “Oye Román, ¿cómo no me has llamado para esto?”. Y me dijo, “mira María, es que José María sabe de todo: de luces, de maquillaje, de vestuario, etc… Lo ha organizado y lo ha hecho todo él”. Y respondí, “pues ¡qué lástima¡ Me encantaría trabajar con él”.
Al cabo de quince días me llamó Román a las nueve de la noche. Me preguntó: “¿Qué haces mañana? ¿No querías maquillar a José María? Pues mañana tienes una cita con él a las siete de la mañana”. Yo me quedé… (sonríe), por favor… ¡no me lo podía creer¡
Román me dijo que tenía que hacerle la nariz para el Cyrano, porque aunque tenía una, no había podido practicar. Iban a hacerle una entrevista y pidió un maquillador y Román le dijo que sería yo. Total, que acudí como una reina a las siete de la mañana, le puse la nariz y nos fuimos a las Ramblas para que le hicieran las fotografías. El fotógrafo, en un momento dado, le hizo arrodillarse, llevaba una capa horrible… y yo, como soy una mujer osada (ríe) me acerqué y le dije a José María: “Yo… esta foto con las palomas y todo… no la veo bien”. Él me dijo: “Yo tampoco, pienso lo mismo”… (ríe a carcajadas). Se levantó y regresamos en coche para quitarle todo el maquillaje. Durante ese trayecto, José María me preguntó: “¿Te gustaría dar clases de maquillaje?”. “Nunca las he dado, pero no me importaría”, respondí. Él continuó: “Mira, es que estoy montando el Cyrano y tengo clases de todo, pero no encuentro un buen maquillador. Mis actores nos saben maquillase bien. Lo quiero todo muy sutil”. Así es como comencé a trabajar con él, dando clases a todos los actores y actrices (que eran muy jóvenes, porque los sacó del Institut del Teatre de Barcelona).
Sí, yo recuerdo que Flotats ha manifestado en entrevistas que cuando llegó a Barcelona se dio cuenta que les faltaba mucha formación a los distintos profesionales de las Artes Escénicas… Tú ahora me lo estás confirmando.
Sí, te lo confirmo. No estaban bien preparados. Así fue como yo empecé con José María y seguí en todas sus obras como maquilladora y caracterizadora.
María, y esa colaboración que hiciste con Renato Bianchi y Jacques Schmidt, bajo las órdenes de Flotats, ¿cómo se produjo?
Mira, a José María le tranquilizaba mucho que yo estuviera con él. Le gustaba verme metida en todo el proceso, además yo conocía muy bien el Poliorama, era como mi segunda casa. De modo que cuando Bianchi y Schmidt necesitaban algo, yo les proponía soluciones. Muchas veces las confecciones se hacían en Francia, pero también era preferible que confeccionaran aquí. Yo tenía todas las pistas, yo tenía una baraja para hacerles la vida ¡muy fácil¡
Tu colaboración con Flotats ha sido muy importante. Primero como caracterizadora y luego como figurinista. Flotats es uno de los más grandes actores/directores de la escena europea y me atrevo a afirmar que también mundial. ¿Cómo es trabajar a su lado? Imagino que será muy exigente…
Sí, es muy exigente, pero hay personas que son muy exigentes y dentro de esa exigencia su trato no es tan placentero. A veces los nervios traicionan y la actuación no es tan brillante. En cambio, José María es una persona realmente encantadora. Trabajar con él es trabajar con un amigo. Nosotros, al trabajar tantas veces y tantos años juntos, además éramos amigos. Íbamos juntos a tomar copas al bar de un hotel precioso, justo enfrente del Teatre Poliorama, y allí pasamos muy buenos momentos. Unas veces íbamos solos y otros con toda la compañía.
A lo largo de tu prestigiosa carrera profesional has trabajado en varias ocasiones con: Xavier Albertí, Josep M. Flotats, Josep María Pou, Carles Alfaro, Mario Gas, Ramón Simó, Josep María Mestres, Natalia Menéndez… Grandes directores.
Unos querrán ver cada detalle de tu trabajo, otros quizá prefieran que les sorprendas y te den más libertad. ¿Tú cómo prefieres trabajar?
Creo que la respuesta es explicarte un poco mi proceso de trabajo, que con todos estos directores siempre es el mismo.
A mí me llama siempre un director de escena, sea en ópera o sea en teatro. Me facilitan el texto y hago un desglose de vestuario. Esto quiere decir que si un actor hace de Don Juan y se cae al agua y se moja, ya tengo que hacer un vestuario doble. Si lo apuñalan, vestuario doble porque hay sangre, etc.
Cuando ya tengo hecho todo este desglose y me lo sé de memoria todo, pido una cita al director, y la gran pregunta es ésta: “¿Estoy en la época que marca el texto?”…
“¿O tengo que hacer una “pirueta”? Así te gusta definirlo… (reímos)
“¿O quieres cambiar de época y hacer una pirueta?”. Entonces hay directores que prefieren actualizarlo… como en mi último trabajo con Xavier Albertí en su “Ricard III” para el TNC (Teatre Nacional de Catalunya). Aunque he de decir que fue una pirueta entre comillas, porque fue un vestuario minimalista.
A partir de definir la época que quiere, sigo los pasos que el director me marca. Comienzo a dibujar, busco los tejidos (que es la base para mi trabajo). Es muy importante la elección de los tejidos.
(Hablando de este montaje que se representó en mayo-junio 2017, le muestro a María una fotografía de Carme Elias, que interpretó a la Reina Margarita en “Ricardo III”)
Mira, esto que lleva Carmen en la cintura es una joya mía que reservé para ella.
Milena Canonero dijo: “El vestido es la piel del personaje que el actor/actriz utiliza para convertirse en otra persona”. Nada más y nada menos… ¿Compartes esta definición?
Absolutamente. Bueno, es que es la base de mi trabajo, y de tal forma que cuando los actores ven por primera vez los figurines, yo siempre les digo: “Si hay algo que consideráis que no beneficia a vuestro personaje solamente tenéis que decírmelo. Para mí, lo más importante es que tú, como actor que eres, te creas lo que vas a llevar encima para definir tu personaje”. Esto para mí es la base.
Y a veces hay actores que vienen y me dicen: “Mira María, a mí es que el verde loro no me gusta” (ríe). Le digo: “Muy bien, no hay problema, me voy a hablar con el director o directora y entonces volvemos a trabajar juntos”. Siempre trabajo así, y de esto tengo fama… porque creo que es muy importante. Yo digo siempre una frase: “Quiénes están encima de un escenario son ellos, no yo”.
Claro, tienen que estar cómodos…
Cómodos y sentir que el vestuario les ayuda. El vestuario debe ir a su favor, es muy importante para definir al personaje.
Has afirmado: “Mi trabajo es poco agradecido. Cuando está bien nadie lo ve, y cuando está mal todos lo notan”.
¡No estoy de acuerdo contigo María¡ (risas). Cuando está bien también lo notamos ¡y mucho¡ Y por eso te admiramos tanto… Eres una gran artista.
Muchas gracias…
El público reconoce tu trabajo, tienes un gran prestigio y eres muy respetada entre tus compañeros… ¿Quizá lo que te puede faltar es un reconocimiento oficial?
Yo me siento reconocida por todos mis compañeros: actores, actrices, directores… Y me asombra, porque soy una persona sencilla, cuando me dicen que soy la más grande en mi campo.
¡Es que lo eres¡ Y no me gusta nada la adulación, lo digo porque lo creo de verdad.
Pero te voy a decir algo que sí que echo a faltar: ¿Por qué a los más grandes masculinos les llaman maestros y a las mujeres no?
¡Exactamente¡ Estoy completamente de acuerdo contigo. Hace unas semanas hablaba con una primera actriz y le decía lo mismo: “¿Cómo a un primer actor le llaman maestro y a una primera actriz “gran dama”? Esto me parece otra discriminación más…
Así es. Son muchos años de trabajo y no se reconocen.
Otro aspecto que encuentro que no me siento reconocida, y es lógico y lo cuento más como una anécdota divertida, es cuando hago un trabajo de “deterioro” del vestuario necesario para determinar el personaje. Y es allí cuando siempre digo que “cuando lo haces bien nadie se da cuenta”. Hacer una buena ambientación son muchas horas de trabajo. Nadie imagina cuantas.
Una figurinista debe influir en la obra de teatro, ballet, ópera, película… Debe dejar su huella: unir el concepto del director, de los actores y de su propia visión.
María ¿cómo se logra este objetivo?
Escuchando a todo el mundo, estando pendiente de la opinión de cada persona y estando dispuesta a reflexionar sobre lo que te están diciendo. Esto siempre es en positivo, no tiene que ser en negativo. Así tienes a todo el mundo contento y yo lo estoy más todavía porque estoy al servicio de un trabajo que nadie puede olvidar, sobre todo cuando hablamos de ópera o cuando hablamos de teatro que es un conjunto de personas que nos unimos para que todo brille encima de un escenario.
Nadie debe pensar en ningún momento que está deslavazado. A veces pasa, porque puede haber una escenografía maravillosa y un vestuario que no está bien o viceversa. O una iluminación… si el iluminador no te escucha. En una ocasión me sucedió, que el vestuario tenía varios apartados: uno tenía más color en verde, el otro en rojo, el otro en azul, etc. Y la iluminación era muy fría y todo salía marrón. Yo vi esto el primer día y comprenderás que lo primero que hice fue ir a hablar con el iluminador.
Cuando trabajo, antes de empezar a dibujar quiero saber qué escenografía tengo, qué colores van a emplear, qué tipo de iluminación, etc. Hay una reunión artística y allí vamos definiendo bien cada apartado. No me vale cuando alguien dice “vamos a ver qué podemos hacer”. No, debe ser “qué hay que hacer”. No es por un capricho mío, es que el texto ya define los colores que son necesarios.
¿Cómo trabajas? ¿Dibujas a mano o utilizas las nuevas tecnologías?
Yo dibujo siempre a mano.
¿Cómo abordas tu trabajo? ¿Diseñas siempre las piezas que usas o recurres a otras fuentes?
Yo siempre diseño lo que firmo. Lo que hago, y me gusta decirlo, es que reciclo mis propias piezas. No quiere decir esto que coges el traje del armario y lo pones, sino que sobre esta base yo voy trabajando y consigo que se vea un traje completamente distinto. Si no es así no tiene interés para mí.
Cuando estamos en contemporáneo, el calzado no lo diseño. Esto sí, voy a la tienda y lo compro. Y en lo próximo que voy a hacer con Josep Maria Mestres, los trajes para los hombres los compraré, esto sí.
En el Teatro, como en cualquier otra profesión, existen jerarquías. ¿Te debes exclusivamente al director o escuchas otras voces?
Yo me debo exclusivamente al director. Esto quiere decir que si en un momento dado, Producción dice que debo ajustarme con los presupuestos, también debo escuchar ¿no? Pero yo presumo que siempre ahorro poarque me encanta reciclar. Es muy artístico reciclar. Tienes una prenda y dices mi fin es éste, esta es la base que tengo y a ver cómo llego. Y llego.
De todas las fases de tu trabajo, ¿cuál es con la que disfrutas más?
Cuando estoy en la mesa dibujando. También cuando voy a buscar los tejidos, esa es la base: el tejido, la textura, el color… Y a partir de que ya tienes la idea, el concepto y ya te imaginas cómo será. Cuando ya tocas el tejido y tienes tu muestrita y te sientas y empiezas a dibujar… es una gozada. Además, yo dibujo lo que se va a ver encima del escenario. Es decir, que si el vestido está estampado, yo dibujo el estampado aunque me pase tres días haciéndolo.
Entonces pongo los tejidos al lado del figurín, pongo todo lo que voy a emplear: los botones, etc.
Cuando surgen los problemas… ¿eres una mujer temperamental o calmada para buscar las soluciones?
Pues mira, yo creo que al principio era más temperamental. Con los años me he dado cuenta que todo pasa (ríe). Yo tengo una táctica que me funciona muy bien: no me dejo llevar por el momento. A veces, por desgracia, te encuentras a personas que son difíciles de trato. Antes, en algunas ocasiones, me enfadada porque eso no podía ser así. Ahora digo: “Un momento, ahora vuelvo”. Cuando rompes ese momento y vuelves al cabo de diez minutos, el momento ya es otro porque yo he reflexionado y la otra persona también, y todo ya está tranquilo.
Mi carácter no es agresivo y pienso que todo tiene solución.
¿Te gusta tener complicidad con las actrices/actores a los que vas a vestir?
Sí, es importantísimo. Para mí es lo más importante que hay. Tengo también algo de psicóloga y si no encuentro disposición de colaboración por parte de algún actor, intento hacerle comprender que mi trabajo es por su bien y no por el mío. A veces las cosas se pueden poner muy difíciles, como me sucedió con un actor en “Amadeus”. Y yo le dije esta frase: “mira, yo ya estoy bien cubierta”.
En aquella obra tenía un actor muy difícil. Yo le estaba beneficiando porque le hacía ponerse sombreros para que no lo reconocieran en papeles secundarios y que brillara más cuando hacía los primeros papeles. Él no lo entendía. Entonces, un día que la tensión era grande, decidí hablar con él muy sinceramente. Le miré a los ojos y le dije: “Mira, yo estoy bien cubierta. Yo sé lo que tengo encima de un escenario. Si quieres hacer lo que yo te digo es por tu bien”, y volví a explicárselo. “Si no te quieres poner el sombrero porque temes que no te van a oír bien, yo te puedo agujerear el sombrero para que pase la voz. Hay miles de trucos, pero lo estoy haciendo por tu bien”.
A partir de ese momento la relación cambió, él comprendió.
Has realizado el vestuario para obras muy diferentes:
Montajes muy elaborados, trabajando el siglo XVII, incluso el siglo XI (para la serie de televisión “Arnau”). Ese vestuario magistral de “El lindo Don Diego» o «El ávaro» y tantos otros que citaremos a lo largo de la entrevista.
Otros quizá más sencillos: “A cielo abierto”, con la dirección de Pou. Allí Nathalie Poza llevaba un pantalón vaquero y un jersey rojo de punto gordo… Un día, hablando con Nathalie me contó que ella incluso quería buscar un jersey más sencillo… y que tú le dijiste algo muy bonito: “No, porque tienen que verte también”.
Ah… sí, ¡claro¡ Ella debía brillar.
Eso también es hacer el vestuario: hacer brillar a una actriz aunque lleve ropa humilde.
Sí, debe brillar, es muy importante.
Imagino que te interesa más abordar grandes retos, o ¿todos son importantes para ti? Aunque sean más sencillos como el que te acabo de nombrar…
Sinceramente, cuando el reto es más duro es cuando más me gusta. Es así. Cuando me propusieron una ópera como la que hace poco hice con Paco Azorín, que era “María Moliner” y apenas teníamos un minuto para los cambios de vestuario, fue un trabajo importante para mí. O también el que hice en “Sweeney Todd” con Mario Gas…
Aquella fue la primera vez que trabajé con Mario y fue un reto dificilísimo para mí. Cuando supe que Mario iba a hacer “Sweeney Todd” moví todos mis cables para hacerlo… Yo nunca me he cortado, cuando me gusta un director le llamo y se lo digo: “Me gusta mucho lo que haces, por favor, déjame trabajar contigo”.
Al hilo de tus palabras, hay que recordar María, que hiciste el vestuario de “Sweeney Todd. El barbero diabólico de la calle Fleet” con dirección de Mario Gas para el montaje que se estrenó en Barcelona el 6-04-1995 en el Teatre Poliorama. Es decir, muchos años antes de la película de Tim Burton (2007), en la que su gran colaboradora Colleen Atwood diseñó el vestuario. Luego, ese montaje de Mario Gas llegó a Madrid, el 15-10-2008 al Teatro Español.
Sí, ¡y utilizamos el mismo vestuario que en Barcelona¡
Y con el que Vicky Peña ganó como Mejor Actriz Protagonista de Teatro: el Premio Max, el Butaca, el de la Unión de Actores y el Premio Mayte.
Es que Vicky es maravillosa…
Estamos hablando de un montaje histórico y muy importante, y tú fuiste la figurinista haciendo, una vez más, un trabajo genial.
¡Gracias¡
Dices también: “A la hora de diseñar el vestuario de un espectáculo hay dos cosas muy importantes. Por una parte, las texturas y el color del vestuario sobre el escenario, y por la otra, el estado de ánimo del personaje que ha de quedar reflejado en la ropa”.
Ya hemos hablado que lees primero la obra, pero cuando comienzas a trabajar el reparto está en fase de selección, no siempre está cerrado. Eso, visto desde fuera, debe entrañar una dificultad enorme para ti…
Yo cierro mi trabajo cinco minutos antes del estreno.
¡Qué difícil¡
Sí, como me estás oyendo… A mí me pasó con una obra de Flotats, “París 1940”, creo que un día antes, que José María me pidió una botarga para un actor, y la tuvo. Esto es indudable. Si a mí un director me dice diez minutos antes que necesita algo, yo debo dárselo, siempre.
Además, leyendo un texto, yo puedo tener una lectura pero el director es el que tiene la lectura más profunda y a medida que va ensayando, se va dando cuenta de que un actor asume bien lo que él tendría que ser o no. Y a veces puede cambiar al actor o convertir al personaje con otros matices. Y yo estoy allí. Piensa que yo diseño, hago las pruebas de vestuario y siempre entrego con mucho tiempo, normalmente un mes antes del estreno, para lo que yo llamo “afinar”. Es a partir de ahí, cuando bajan a sala, me siento y voy mirando la obra. A veces puedo observar que un color no queda bien o el director me pide que cambiemos una chaqueta… Yo trabajo hasta el último momento.
La obra de una gran profesional como tú se define por los trabajos que ha hecho, pero también por aquellos que no hizo o no pudo hacer…
De los que no pudiste hacer por tener quizá otros compromisos previos… ¿Hay alguno que hayas sentido especialmente?
Sí, y la hicieron: “My Fair Lady”. Esta es la obra que ¡me encantaría haberla hecho o hacerla¡ Piensa que es una de mis referencias en vestuario. A veces, cuando tengo que hacer algún diseño para un personaje que es pobre y humilde, siempre miro en las películas que están muy definidas, cómo han conseguido ese tirante, etc…
Es muy difícil elegir uno sólo de tus trabajos, María… porque tu obra es impresionante…
¡Qué amable¡ Muchas gracias…
Sin embargo, me gustaría destacar tu colaboración con el maestro Víctor Ullate en “El amor brujo”. Hace unos días hablé con él y le dije que íbamos a encontrarnos en Barcelona para esta entrevista… y él me dijo esto de tu colaboración con él:
Yo había hecho “El amor brujo” hace muchos años en la Expo de Sevilla. Yo quería hacer una nueva producción con nuevos trajes, quería algo especial, diferente. Quería una persona también que fuese muy especial. Hablé con Paco Azorín, que es colaborador mío, y le pregunté: “¿Tú no conoces una persona con estas características?” Y me respondió: “Sí. Conozco a esa persona y es María Araujo”.
Entonces, contacté con ella y fue maravilloso. María es una mujer TAN especial… Además, TAN artista… Con tanta imaginación… Y luego, ¡esos trajes que hizo para “El amor brujo” no tienen nombre¡ ¡Son maravillosos¡
Al principio, ella me dijo: “Los voy a poner a todos con abrigo”… Pues te aseguro que esos abrigos bailan en los cuerpos de los bailarines… (ríe)
¡Es impresionante¡ Además, esa femineidad que tiene en los trajes… Por ejemplo, en la pitonisa… con esa bata de cola, tan sobria y tan bonita…
Quiero decir… No tengo palabras con qué definir qué es para mí María Araujo… porque lo tiene todo: es maravillosa y fantástica.
¡Qué bonito¡ (María se emociona)
Isadora Duncan, bailaba con túnicas griegas o desnuda porque decía que “había que liberar el cuerpo”… Y tú vas… y le dices a Víctor Ullate que les vas a poner abrigos a los bailarines…
Sí (sonríe)
¿Es especialmente difícil diseñar el vestuario para un ballet?
Sí, no es fácil. No es fácil porque no solamente se trata del diseño, hay un bailarín que estira los brazos, que hace piruetas, que el pantalón tiene que quedar muy bien encajado para que no le moleste…
Sí, es difícil, pero lo hice.
La obra de Víctor no me lo permitía, pero yo he llegado a hacer camisetas y pantalones plisados para unos bailarines, con lo cual es perfecto porque pudimos ver la silueta preciosa. Esto lo hice para una obra dirigida en 2015 por Natalia Menéndez en el TNC en la que había bailarines, “No feu bromes amb l’amor”. Ella me decía que cuando se dieran la vuelta quería que fueran flores. Y lo logré empleando dos tipos de plisado. Uno era el plisado Fortuny que lo hice muy estrechito en el pantalón y la camisa y encima un plisado que era un pantalón muy ancho. Al girar se bajaba el plisado y salía el otro, eran realmente flores. Me costó pero lo saqué…
Hablando de flores, ¿recuerdas cuando el ballet de Pina Bauch estuvo en el TNC, y había una montaña de siete metros de flores de seda roja en la esquina del escenario?
Fue preciosísimo, lo he visto después en video.
Yo empleo mucho las flores en mis vestuarios. Cuando hice “Gaudí” en 2002 para Focus, que fue un trabajo de los más difíciles que he hecho, porque imagínate que alguien te diga “quiero un vestuario que en momento dado sea toda la obra arquitectónica que ha hecho Gaudí”, yo dije “¡Dios mío¡”. Una de las actrices de la obra tocaba el piano, y la cola que llevaba era como de cuatro metros llena de flores.
Me acabas de decir que “Gaudí” fue un trabajo muy difícil de hacer. ¿Cuál es el trabajo que te ha resultado más arduo sacar adelante?
Yo diría que “El amor brujo”. Teníamos unos personajes que eran unos ángeles, y yo no quería ponerles alas atrás, yo quería que los propios brazos de los bailarines fueran sus alas. Luego estaban otros personajes, los murciélagos, que llevaban unas alas transparentes que también salían de sus brazos. Fue un trabajo muy medido y de muchas pruebas para que quedara bien y tuvieran movilidad.
¿Y el trabajo del que estás más satisfecha?
Mira, te voy a decir una cosa… Cada trabajo, y no lo digo por diplomática, siempre te ofrece una flor. Es así.
Yo tengo muy buen recuerdo de haber trabajado con Víctor Ullate, José María Flotats, Josep Maria Pou, Josep Maria Mestres, Xavier Albertí, Mario Gas, Natalia Menéndez, Ramón Simó, Carles Alfaro…
Cada trabajo tiene su intríngulis, sus tropiezos, sus triunfos… No puedo decir uno en concreto. Cada obra, aunque sea la más pequeña, yo siempre digo que tiene una flor que darte.
Tengo otra curiosidad, ¿cuál es el color que más te gusta?
El rojo. Yo siempre pongo rojo en mis creaciones. Y te aseguro que siempre haré lo posible por ponerlo. Es un color que tiene una energía encima de un escenario, muy… muy fuerte. Sobre todo, para definir un personaje de mujer importante. Les da un poderío… da igual que utilices seda, seda de tafetán, terciopelo… Es igual, ahí está.
Me gustaría preguntarte por tu trabajo con la gran Anna Lizaran, a quien tanto añoramos.
Vuestro primer trabajo juntas fue en “Escenes d’una execució” (2002) para el TNC, con dirección de Ramon Simó. Luego llegaron: “Un matrimonio de Boston” (2005) con dirección de Mestres y “Dues dones que balen” (2011) con dirección de Albertí para el Lliure y “La bête” (2012) con dirección de Sergi Belbel para el TNC y que ya no pudo estrenar por su enfermedad.
Anna era una persona hermosa, en todo. Como actriz y como persona. Era maravillosa.
¿Cómo fue tu experiencia profesional con ella?
Yo tengo una anécdota muy bonita con Anna. Como has señalado, la primera vez que trabajé con ella fue en “Escenes d’una execució”. Su personaje era una pintora y estaba definida como una mujer un poco dejada. Yo hice el figurín, que lo hice en rojo, con un gran escote muy exagerado. Se lo enseñé al director y le encantó.
Cuando se lo enseñé a Anna tuvo un poco de miedo a ese escote. Yo le dije: “Mira Anna, yo creo que este escote te va a beneficiar. Confía en mí, estoy tan segura que vamos a hacerlo escotado y si después no te gusta haré uno cerrado”. Cuando Anna se vio con el vestuario terminado y con aquel escote se gustó tanto que a partir de ahí me pidió para que trabajara más veces con ella.
Luego, volvimos a trabajar en “Un matrimonio de Boston”…
“Las bostonianas”, como ella llamaba a la obra… (reímos)
Sí. Aquella gran obra con Emma Vilarasau y Marta Marco. Mestres hizo un gran trabajo.
Donde hiciste una capa preciosa a la Vilarasau…
Sí. Te acuerdas de todo… (ríe).
Luego llegó «Dues dones que ballen» en el Lliure con dirección de Xavier Albertí…
Tú hiciste su último vestuario, para “La bête” en el TNC. ¿Cómo fueron los momentos en que llegó la noticia de su enfermedad?
Ese momento fue brutal. Solo te puedo decir eso. Fue brutal y sufrí mucho, sufrimos todos mucho. Nunca nadie pensó que su enfermedad era tan grave. Así que cuando me llegó la noticia comencé a llorar.
Lloramos todos y seguimos haciéndolo. Una persona que sigue siendo añorada, al cabo de cinco años de su fallecimiento, eso ya indica lo magnífica que era como ser humano.
Es verdad. Es una tristeza que ya no esté.
Voy a preguntarte, de forma más explícita, por el vestuario que es mi preferido de todos los que has hecho: “La casa de los corazones rotos” de Bernard Shaw, el montaje que dirigió Josep M. Mestres para el TNC y que explica: «Cuando un corazón se rompe es el final de la felicidad y el principio de la paz». (Le muestro una fotografía con todo el reparto).
Mira, María, es que me parece que lograste una gran armonía cuando están todos juntos…
Explícame con detalle, por favor, la ropa que diseñaste para el personaje que interpretó Carme Elias.
En el primer acto llevaba un pantalón de lino, una blusa de gasa y una bata larga de seda, todo en colores Siena…
Sí, te cuento… Estamos en el siglo XVI, no lo olvides, con lo cual podía ponerle un pantalón. Además, Carmen me insistió y se lo dijo a Mestres que le gustaría ir con pantalón. Así que lleva un pantalón de lino, una blusa que es de gasa natural y encima lleva una bata bordada preciosísima. En esa época estaba de moda vestirse a lo oriental. Ella recibe en su casa así vestida. El pantalón, lo vuelvo a repetir, está ahí porque Carmen me dijo que a ella le encantaría más ir con pantalón. Le dije, “no hay problema, vamos a hacer un pantalón bonito”.
El estilo oriental está también presente en el vestuario de Abel Folk… Un hombre que me parece muy atractivo y al que esta ropa le favorece mucho…
Es que Abel es un hombre importante. Maravilloso, es muy amigo mío.
En el segundo acto, Carme llevó un precioso traje negro de noche. El más bonito que ha llevado. Es insuperable, sólo tú podrías hacerle uno mejor. (reímos)
Este es un traje muy especial y muy pensado para Carmen. En principio hay dos tejidos: uno que es bordado y otro que es liso.
Los tirantes de la espalda, la zona del pecho y los puños de la manga, eso es el bordado.
Exactamente… Yo compré así el tejido. Casi todos los tejidos que están en esta obra son de una tienda de Madrid que se llama José María Ruiz. Tienen maravillas…
Es un traje pensado para Carmen porque ella toda esta parte de aquí (señala los hombros) la tiene preciosísima. A mí me sabía mal quitarle esta parte del hombro porque le da una sensualidad magnífica. Y los tirantes de la espalda se los puse para que el vestido le quedara más ajustado. A mí me encantan los escotes de espalda…
De eso ya me he dado cuenta… A Carme le sueles poner siempre, como en “Calígula” con dirección de Ramon Simó o en “Acreedores” dirigida por Juan Carlos Corazza…
Sí. ¡Me encantan los escotes de espalda¡ No puedo decir nada más… pero aquí le puse los tirantes porque cuando dejas el escote hasta abajo, por un lado favorece mucho pero por otro lado impide que la ropa quede ceñida.
Además, con la escenografía que tenía “La casa dels cors trencats” decidí hacerlo de esta forma.
¿Y este detalle tan bonito?
Este detalle viene de las mangas y es la cola que ella podía coger como un foulard. Y lo hace.
Incluso tiene una escena en la que tiene que correr por un campo de fútbol… ¡Madre mía¡ Yo temí que se cayera con el vestido largo y los tacones…
Sí… (reímos), yo también lo pensé. A veces las escenografías me dan miedo.
Pero no se cayó… y además resultó muy elegante. Es que, María, se nace o no se nace elegante…
Sí. Carmen es una mujer con mucha clase, tiene ese don especial. Es un poco como Ute Lemper… ¿Tú has visto a Ute Lemper?
¡Es que la conozco¡ Es una mujer divina, sencilla, agradable… Es de esa clase de personas con las que te gusta estar cerca… por su forma de ser. Y, luego, además es una gran artista.
Es que yo le hice el vestuario para un trabajo que dirigió Frederic Amat, “Siete pecados capitales”. Esta mujer es una maravilla. Primero tuvimos una cantante de ópera que era inglesa, pero en Sant Feliú de Guíxols (Gerona) la trajeron a ella.
¿Te digo lo que hizo? Llegó, iba con un sombrero de copa y llevaba un frac con cola. Cogió el sombrero, lo tiró… se sentó en el taburete y cogió el micrófono.
Yo le dije a Frederic: “Yo, por mí, no hace falta que haga nada más”, y él me dijo: “Y por mí tampoco”. (ríe a carcajadas) ¡Nos quedamos flipados¡
(Figurines de María Araujo para Ute Lemper en «Siete pecados capitales»)
Son este tipo de mujeres que hacen “así”… y es la elegancia al máximo. Y Carmen tiene este don. Tú vistes a Carmen… Bueno cuando me dicen que voy a vestirla, porque no bebo… si no ¡me emborracharía de placer¡ (reímos)
Este vestido negro que hice para Carmen, yo lo reciclé para una obra que hice en la Zarzuela, “Yo Dalí”. Le quité la cola, y lo llevó una actriz que estaba en una fiesta.
Has trabajado con Carme Elias en muchas ocasiones: para televisión en “Arnau” y en teatro: “Acreedores”, “Calígula”, “La casa de los corazones rotos”, “Ricardo III” y en mayo-junio próximos: “Temps Salvatge” para el TNC.
¿Cómo es vuestra relación? ¿Lo pasáis bien en las pruebas de vestuario?
Carmen y yo nos entendemos muy bien, la verdad. Yo creo que las dos nos escuchamos. En el vestuario que le hice para “Ricard III”, tan sobrio, como te decía anteriormente le reservé para ella una de mis joyas: una serpiente en forma de cinturón. A Carmen le gustó mucho.
Esa joya la lleva en su primera intervención, pero ya no en las siguientes…
No, claro. Yo pensé que ese momento no era ya “tan frívolo” sino que era un momento muy dramático y que el vestuario debía ser absolutamente negro. Por eso eliminé la joya.
No comprendo cómo no se hace una gran retrospectiva tuya… Una exposición con tu obra, lo que tú selecciones y que se hiciera también un buen catálogo fotográfico.
Gracias por decirme esto porque en ello estoy… Mira, yo tengo una gran parte de mis figurines (deben ser unos mil) que están en el Institut del Teatre. Y ahora ya debo tener guardados como ochocientos y pico. Yo quisiera que estuvieran en el Museo del Diseño en Barcelona, y entonces también hacer una exposición porque en el TNC tengo guardada mucha ropa. Aún no lo tengo bien ligado, pero me encantaría hacerla.
Bueno, eso sería lo máximo… Una exposición con toda tu obra… Ojalá podamos disfrutarla pronto.
¡Muchas gracias¡
¿A qué compañeros admiras más, o quiénes son un referente para ti?
Yo admiro a Cecil Beaton, éste es mi preferido. El que hizo “My Fair Lady”.
Evidentemente está Franca Scorciapino, que trabaja maravillosamente bien, pero yo pienso que el glamour que tenía este figurinista era extraordinario. También es cierto que en esa época los estudios de cine se podían permitir ese despilfarro.
Tu labor como docente, ¿es importante para ti?
¡Me encanta dar clases¡ Me gustaría dedicarme más, pero no te creas que me llaman tanto. En Canarias di una master class que fue muy bien, y también he dado un Máster en el Museo del Diseño porque tenían un acuerdo con el TNC. No me llaman mucho, y la verdad es que me encantaría.
Pues dicho queda María…
Es que además, tú puedes conducir técnicamente a los alumnos, pero artísticamente nunca puedes opinar. Cada artista tiene su mundo, y aunque a mí no me guste yo nunca debo opinar. Como mucho les invito a reflexionar sobre su trabajo, pero siempre respetándolo.
Has trabajado con muchas mujeres directoras: Rosa Novell, Mercé Managuerra, Elisenda Roca, Lluisa Cunillé, Anna Llopart, Magda Puyó, Magüi Mira, antes hablamos de Natalia Meléndez…
No pretendo entrar en el tópico, no voy por ahí, pero ¿cómo se ha desarrollado tu trabajo con ellas?
¡Maravillosamente bien¡ Para mí es igual, no encuentro diferencias. Ten en cuenta que estamos hablando de personas muy inteligentes. Te voy a poner una anécdota muy bonita con Magüi Mira. Estábamos haciendo “El perro del hortelano”, pero le estábamos dando toda una vuelta porque era como actual, contemporáneo. Iban a cantar dos actores un bolero. Empiezan a cantar y Magüi se giró hacia arriba que era donde estaba sonido y les dijo: “Por favor, deberías bajar un poco la música porque no los oigo bien”. Repitieron la escena dos o tres veces, y ella volvió a decir a sonido: “Por favor, baja más el volumen, que se escuche casi nada”. Arriba le contestaron: “No se puede”, y Magüi les respondió: “Ahora lo pones, gracias”. Así, sin levantar la voz. logró que bajaran el volumen como ella quería. Sin alterarse.
María, debemos ir concluyendo esta entrevista. No quiero hacerlo sin que antes me hables de tu colaboración con uno de mis directores preferidos: Josep M. Mestres. Dices de él: “Es muy organizado. Tiene el talento de saber unir el equipo y dirigirlo y de ahí salen frutos, es un director impecable”.
Yo pienso que Mestres es un director vanguardista y que sabe conducir muy bien a los actores en el cometido que él les está pidiendo.
Como persona es una maravilla. Es encantador, educado y una persona muy culta. Me encanta trabajar con él porque cuando lo hago, además, me lo premian…(sonríe)
Has trabajado con él en “Un matrimonio de Boston”, “La casa dels cors trencats”, “Un marido ideal”, “Nit de reis”, “La cortesía de España”, “Amor and Shakespeare”, y ahora le acabas de entregar tus figurines para “El burlador de Sevilla”.
La primera vez que trabajé con él fue porque Anna Lizarán y Emma Vilarasau me pidieron para “Un matrimonio de Boston” y a él le pareció bien.
Teníamos un decorado, que tú bien recordarás, que era rojo y yo tuve la osadía de decir que mi vestuario sería también rojo. Al principio él se quedó sorprendido, pero yo le dije: “Debe ser rojo, José María, cree en mí”. Y quedó muy bonito porque quedó todo tan unido…
Considero que ése es otro de tus grandes trabajos: “Un matrimonio de Boston”.
Tampoco puedo terminar sin mencionarte a Josep Maria Pou, otro gran actor y director que te adora…
Sí, y yo a él. Él es un gran hombre de teatro. Lo sabe todo, es tan inteligente.
Y vamos a concluir hablando de Xavier Albertí, porque has trabajado con él ¡diecinueve veces¡ y en mayo serán veinte…
Sí. Y te voy a contar una anécdota muy divertida. Yo conocí por primera vez a Albertí en el Institut del Teatre. Cuando haciendo una obra de Thomas Bernhard y tenían problemas con el maquillaje. Me llamó una actriz, que era Lurdes Barba, y me preguntó si podía ir a ayudarles (yo hacía ya vestuario). Así que fui e hice el maquillaje.
Y me encantó cómo Xavier dirigió la obra de Bernhard que como sabes no es un autor fácil. Así que cuando terminamos, el día del estreno me dirigí a Xavier y le dije: “Me encantaría trabajar contigo. Por favor… ¡llámame¡”. Y así fueron pasando como cuatro o cinco años… Me lo encontraba por la calle y le decía: “No me has llamado”, yo le insistía. Y así estuvimos un tiempo hasta que me llamó. Y hace poco, estábamos en el Lliure y todos explicábamos cómo nos habíamos conocido y me tocó a mí. Y le dije: “Mira Xavier, solamente te voy a decir algo muy importante: nunca me había costado tanto conquistar a un hombre como a ti”.
María, espero con mucha ilusión tu próximo trabajo junto a él en “Temps Salvatge” para el TNC, y te doy las gracias por concederme estas horas junto a ti que se quedan para siempre en mi corazón…
¡Qué bonito Yolanda¡ Muchas gracias…
Termina nuestra conversación en un lugar precioso de Barcelona desde el que se contempla toda la ciudad.
La acompaño hasta su casa y cuando nos despedimos pienso en la humildad que tiene esta gran mujer. Sin presumir de ello, su carrera ha sido reconocida cuatro veces por la crítica de Barcelona, en 1999 obtuvo el Premio Max de las Artes Escénicas Españolas por “Amadeus” y en 2014 por “El lindo Don Diego”, en 2008 el Premio ADE de Figurinismo por “Tío Vania”, en 2009 el Premio Gran Vía de Teatro musical por sus diseños en “Sweeney Todd” y en 2010 el Premio ADE de Figurinismo por “El Arte de la Comedia”. Más recientemente, en 2017, el Cabildo de Gran Canaria le otorgó el Can de Plata de las Artes.
María Araujo, una gran maestra de las Artes Escénicas.
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NOTAS:
Las fotografías de María Araujo durante la entrevista son autoría de Yolanda Aguas para CINET FARÖ.
Los figurines originales de «Siete pecados capitales» de Frederic Amat, aparecen en esta entrevista por cortesía de su autora, María Araujo.
Las fotografías de la obra «Cyrano de Bergerac» son capturas de pantalla de la grabación que se hizo para televisión y que ha realizado Yolanda Aguas para CINET FARÖ.
Las fotografías que son «capturas de pantalla» de «La casa dels corts trencats» están realizadas por Yolanda Aguas para CINET FARÖ.
Las fotografías de «Un matrimonio de Boston» y «Dues dones que ballen» son autoría de Ros Ribas para el Teatre Lliure.
Las fotografías de «La casa dels corts trencats» son autoría de David Ruano para el TNC (Teatre Nacional de Catalunya).
Las fotografías de «Ricard III» son autoría de May Zircus para el TNC (Teatre Nacional de Catalunya).
Las fotografías de «A cielo abierto» son autoría de David Ruano para FOCUS.
Las fotografías de «Excenes d’una execució» son autoría de Teresa Miró para el TNC (Teatre Nacional de Catalunya.
Las fotografías de «El amor brujo» son autoría de Stephen Martínez para el Ballet de Víctor Ullate.
Las fotografías que son «capturas de pantalla» de María Araujo recibiendo el Can de Plata de las Artes 2017 pertenecen y son propiedad del video producido y realizado por el Cabildo de Gran Canaria.
Las fotografías de «Sweeney Todd» son propiedad de sus autores (no he localizado autoría).
Las fotografías de «El ávaro» y «El lindo Don Diego» son propiedad de sus autores (no he localizado autoría).