Texto: Yolanda Aguas
Sueños de una escritora en Nueva York es una autobiografía.
La dirección de arte se propone hacer de la agencia un espacio de fantasía, hay un viaje al pasado mitificante y en cierta manera, la agencia es el espacio mental de Weaver. La editorial es un interior mágico donde se aparecen grandes escritores como Ágata Christie. Los ordenadores están prohibidos, y mientras que el exterior rezuma noventas, el interior tiene una calidad sesentera cálida. También las cartas parecen una ilustración de papel de pared pintado, y el chico de las cartas Théodore Pellerin también tiene ese aire imaginado que le da credibilidad para volverse el amigo invisible, a momentos única compañía de Qualley.
Sueños de una escritora en Nueva York es una inspiradora historia de vocación. La película es reflexiva y delicada, irónicamente perfecta para ver con tu gato. Tanto optimismo tiene una calidad femenina que el director Philippe Falardeau deja fluir tocado por el romanticismo analógico, y no se permite ser pedante y perderse por círculos cultos de los cócteles de poetas en Nueva York, si no más bien los desprecia. Esta es una película sobre la vocación y el amor por las letras y esto puede parecer un mensaje demasiado simplista para algunos críticos: que cada uno es responsable de su propio éxito y que no hace falta ser vistoso para ser bueno.
Salinger es un misántropo cuyos textos son la única parte de él que se deja ver. Leerle es como ser partícipe de un secreto, porque se sabe vulnerable, porque su manera de maldecir ante todo y su indiferencia ocultan su centro tierno y esa es la clave de la complicidad de leer El Guardián entre el Centeno, “Salinger es brutal, y no es nada como me lo había Imaginado”. De ello, miles de lectores conectan con Salinger de una manera profunda y eso refleja el sueño de lo que significa escribir también para Joana.
Sueños de una escritora en Nueva York tiene un idealismo contagioso que no debe dejarse perdonar, casi es necesario que demos espacio a las películas del autocuidado que permiten conectar con uno mismo des de lo universal.
Magníficas interpretaciones, con una extraordinaria Sigourney Weaver.