
Antoine (Mohammed Belkhir) es un joven rapero parisino que participa en batallas de gallos mientras trabaja como repartidor de sushi. Un día el trabajo le lleva a la escuela de música, donde conoce a la profesora Loiseau (Michèle Laroque), quien descubre casi por accidente el talento de Antoine y se propone convertirle en un gran cantante de ópera. Antoine tendrá que hacer frente no solo a un entrenamiento más que difícil y al que llega con mucho tiempo de desventaja frente a sus compañeros, sino a la falta de confianza en sí mismo y en su propio entorno, que parece decirle constantemente que no pertenece al mundo en el que se ha adentrado.
El protagonista, Antoine, es aficionado al rap, su hermano a las peleas clandestinas, sus amigos no parecen tener un presente ni un futuro demasiado alentador, no se deshacen del chándal ni para dormir y tienen un léxico callejero y poco refinado. Por contra, los alumnos de Loiseau son ilustrados, elegantes y tienen casas enormes. Este choque de realidades es lo que bloquea a Antoine, que parece convencido de no pertenecer a la ópera y oculta a su entorno su doble vida por miedo al rechazo. Es interesante como la mayoría de los amigos de Antoine, en realidad, no llegan a mostrar ningún rechazo a la ópera, lo que nos puede llevar a sacar una reflexión importante: que los complejos del cantante sobredimensionan en su mente un conflicto que quizá nuca fue para tanto. Sí que hay alguno que llega a sentir una suerte de traición cuando descubre la nueva vida de Antoine, pero su rechazo furibundo y sus cambios de humor tan arbitrarios son, de hecho, una de las principales flaquezas de un guion que no obstante es ágil, claro, y con una fuerte carga de humor muy acertado.
Una película entretenida para este verano.
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