

París, década de 1950, el cuerpo de una hermosa joven vestida con un elegante traje de noche aparece en mitad de una plaza. El célebre inspector Jules Maigret se encarga de investigar el caso, pero le resulta imposible identificar a la víctima, porque absolutamente nadie parece haberla conocido ni recordarla. En el transcurso de sus indagaciones, el camino de Maigret se cruza con el de Betty, una joven delincuente con un parecido sorprendente con la víctima. Todo ello despierta en Maigret el recuerdo de otra desaparición mucho más antigua e íntima.
Maigret es probablemente el personaje favorito del autor belga Georges Simenon, tanto entre sus lectores como entre los espectadores de sus múltiples adaptaciones tanto para la gran como para la pequeña pantalla. Jules Maigret, o simplemente Maigret, es un detective de policía francés ficticio, un comisario («commissaire») de la Brigada Criminelle de París (Direction Régionale de la Police Judiciaire de Paris: 36, Quai des Orfèvres).
En la película de Leconte, la edad empieza a pesarle a Maigret. Está mayor, mermado de fuerzas y cansado. De hecho, en la película ese cansancio parece extenderse a todo París, que aparece gris y apagado, triste y sucio. La trama policial va progresando en el ritmo tranquilo y pausado habitual en Maigret, y, en realidad, resolverlo no es lo más importante de la película. El asesinato de la muchacha sirve para descubrir un mundo sórdido y oscuro, un lado siniestro de la sociedad, que devora y escupe a jóvenes como la muchacha asesinada. Encontrarse con este turbio ambiente y sus víctimas va ensombreciendo aún más el ya melancólico estado de ánimo del protagonista. Dicho esto, el caso policial está bien narrado, y es verosímil a la par que conmovedor.
Elegir a Gerard Depardieu para dar vida a nuestro protagonista es todo un acierto. El físico poderoso del actor se imbuye de dignidad y bonhomía, y su evidente sobrepeso casa perfectamente con la edad y el cansancio del inspector. Con su aire imponente, sus anchas espaldas y sus andares pesados, a los que se añaden en proverbial bombín y el abrigo grueso, tiene el físico perfecto para el papel.
El gran actor francés Gerard Depardieu, representa maravillosamente esa tristeza honda e imborrable del hombre que es muy consciente de sus errores, y que tiene muy claro que sus mejores días ya han pasado. Solo por ver su interpretación ya vale la pena ver el filme.
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