

De la novela más vendida surge un misterio cautivador. La Chica Salvaje cuenta la historia de Kya, una niña abandonada que se crió hasta la edad adulta en los peligrosos pantanos de Carolina del Norte. Durante años, los rumores de la «Chica del pantano» rondaron a Barkley Cove, aislando a la astuta y resistente Kya de su comunidad. Atraída por dos jóvenes de la ciudad, Kya se abre a un mundo nuevo y sorprendente; pero cuando uno de ellos es encontrado muerto, la comunidad inmediatamente la señala como la principal sospechosa. A medida que se desarrolla el caso, el veredicto sobre lo que realmente sucedió se vuelve cada vez más confuso y amenaza con revelar los muchos secretos que yacen en el pantano.
La historia se ambienta en los años 50-60 y está protagonizada por joven Kya Clark (Jojo Regina, de niña, y Daisy Edgar-Jones, de adulta).
La película bascula entre el melodrama romántico y la trama policial. En el primer caso pasa más que nada por la relación entre Kya y Tate (Taylor John Smith), un universitario interesado también en la naturaleza. Y lo segundo por la manera en la que todo el mundo parece decidido a culparla aún cuando no hay pruebas. Pero el modo principal de la película será prolijo, meloso y de baja intensidad, más allá de alguna que otra escena violenta.
La chica salvaje es una película con una narrativa clásica que parece enfocada al público mayoritario aunque no acabe de explotar todas las posibilidades inherentes a la historia que cuenta debido a su constante inclinación por idealizarlo todo.
Hay momentos que funcionan por el tratamiento visual del entorno natural y sobre todo por una magnética Daisy Edgar-Jones. Los fans de la novela supongo que quedarán más o menos satisfechos dada la implicación y conformidad de la autora en todos los pasos creativos que hubo en la realización de esta adaptación.
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