
La historia empieza cuando un matrimonio con dos niñas aprovecha las vacaciones de verano para mudarse a un nuevo bloque de apartamentos. La hija mayor, Anna, padece una forma muy severa de autismo: es incapaz de hablar (o de comunicarse de cualquier otra manera), nunca establece contacto visual, rechaza el contacto físico hasta de su propia madre, y se pasa casi todas las horas del día repitiendo conductas estereotipadas con la mirada perdida en el infinito.
La hija pequeña, Ida, muestra rasgos de crueldad e incluso sadismo hacia su indefensa hermana mayor, motivada quizá por celos de la atención que esta recibe, o quizá por la frustración que le produce el no ser capaz de comprender su conducta. En el nuevo bloque de viviendas, Ida traba amistad con Ben, un niño que la sorprende con su habilidad para mover objetos con la mente. También conoce a Aisha, una niña capaz de establecer conexiones telepáticas. Los tres descubrirán que esos poderes parecen potenciarse en presencia de Anna, la niña autista. Esto desencadenará una secuencia de acontecimientos cada vez más siniestros, que no describiré para no arruinarle a usted el progresivo descubrimiento de un microcosmos cada vez más retorcido. Aunque en efecto la película tiene un ritmo pausado, no piensen que el argumento es previsible. De hecho, el guion es una caja de sorpresas y da un giro después de otro, casi sin parar, hasta el desenlace.

La película se ambienta en los suburbios de Oslo, en pleno verano. The Innocents es una excelente película fantástica y un fantástico viaje a la pureza infantil. Una pureza cruel y despiadada, pero también esperanzadora.
El director y guionista Eskil Vogt nos ofrece dos horas de terror psicológico nórdico, que cada pocos años nos excelentes películas de este género.
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