EL CREYENTE (Dir. CÈDRIC KAHN)

Texto: Yolanda Aguas

Para superar su drogodependencia, Thomas, un joven de 22 años, se une a una comunidad religiosa aislada en el monte en la que los jóvenes se rehabilitan a través del recogimiento espiritual. Thomas habrá de pelear con sus demonios interiores, con su rechazo inicial y con la presencia de Sybille, de la que comienza a enamorarse.

En el camino hacia la recuperación de Thomas el espectador asiste a la evolución de un adicto en la lucha contra su propia biología. Una vez pasados los vómitos, los estertores, los desvanecimientos, rodados de la manera más cruda y aséptica, Kahn introduce, cercano a la forma documental,los testimonios de los personajes, casi como en una entrevista a cámara. Y ahí despoja del estigma, porque todos ellos son chavales normales —si es que la normalidad existe— que tomaron decisiones equivocadas.

“El creyente” plantea la fina línea entre la necesidad de apoyo por parte del grupo ylos comportamientos sectarios, e incluso intimidantes. Los desvíos se penalizan hasta con la fuerza bruta, pero Kahn no deja lugar a otra opción. Hay redención en la violencia. Incluso en el papel de la hermana Myriam, a quien da vida la gran actriz alemana Hanna Schygulla, que se muestra afable y bondadosa, incluso cuando abofetea.

Las heridas son externas, pero sobre todo internas, por eso la película bascula entre la espiritualidad y lo puramente físico.

Anthony Bajon, ganó por este papel el Oso de Plata como mejor actor en Berlín.

Esta película de Kahn es drama aséptico y sin demasiado interés, una historia que no logra conmover ni transmitir la fuerza de la lucha interna de unos protagonistas que no pueden aspirar mucho más que a seguir sufriendo.l

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