Fue en 1984 cuando el director James Ivory dirigió “Las bostonianas”, película que narraba, en la sociedad victoriana del siglo XIX, la historia de Olive, una militante sufragista de Nueva Inglaterra interpretada por la siempre insuperable Vanessa Redgrave. Era la cruzada de esa mujer que emprende la educación de Verena, una ingenua joven, cuyo padre es un curandero que la exhibe por sus grandes dotes de oradora. Olive desea poner a Verena al servicio de la causa feminista. Verena también despierta sentimientos amorosos en el joven Basil Ransome, un abogado de escasos recursos, procedente del Mississipi, donde las opiniones que triunfan son exactamente opuestas al Movimiento feminista de Boston.
Desde entonces, y aunque parezca sorprendente, en muy escasas ocasiones (por no decir ninguna, ya que existen documentales) se había hablado de la lucha que unas valientes mujeres británicas protagonizaron para conseguir el derecho al voto femenino.
Llega ahora a nuestra pantallas la película “Sufragistas” de la mano de la directora Sarah Gavron y con Carey Mulligan, Helena Bonham-Carter y Meryl Streep en los papeles principales (aunque ésta última, Streep, realiza una colaboración de lujo).
La película narra la historia de la valerosa lucha de las sufragistas inglesas en los albores de la Primera Guerra Mundial. La mayoría de estas mujeres no venían de clases altas, sino que eran mujeres trabajadoras que veían cómo sus protestas pacíficas no servían para nada. Radicalizadas y volviendo su lucha cada vez más violenta, estaban dispuestas a perderlo todo en su búsqueda incansable de la igualdad: sus trabajos, sus casas, sus hijos y sus vidas. Principalmente, la película se centra en la historia de Maud (Carey Mulligan), una de estas valientes mujeres, que luchó por la dignidad de las mujeres y por su derecho a poder votar.
No es un drama de época nostálgico, que celebra discretamente lo lejos que han llegado las mujeres, sino un impactante recordatorio de los sacrificios que hicieron las sufragistas y de lo lejos que aún tienen que llegar las mujeres en su lucha por la igualdad. La película muestra las acciones que llevaron a cabo estas mujeres y sugiere el maltrato que recibieron de la policía y de ciertos grupos sociales.
La labor de las sufragistas se detuvo con la Primera Guerra Mundial. Emmeline Pankhurst (Meryl Streep) aceptó apartarse de sus actividades y ayudar al Gobierno a cambio de que liberasen a todas las mujeres encarceladas. Cuando finalizó el conflicto, en 1918, volvió a su lucha. Viajó a EE.UU. cuando se aprobó allí el derecho al voto de las mujeres y fundó el Partido Conservador. En 1928, poco antes de morir, vio cómo se conseguía el sufragio femenino en su país.
Meryl Streep, que ha dicho que esta es una historia “que todas nuestras hijas deberían conocer y todos nuestros hijos deberían grabar en su corazón”, interpreta a Emmeline Pankhurst, líder de la Unión Política y Social de las Mujeres (WSPU), cuyo lema era “hechos, no palabras”. Este grupo apostaba por la acción frente a las moderadas de la Unión nacional de Sociedades de Sufragio Femenino (NUWSS) que insistían en sus reuniones y mítines y se oponían a la rebelión.
La película habla también de la lucha de clases, mostrando las duras condiciones en las que trabajaba la clase obrera en las fábricas sin apenas protección alguna. Uno de los aciertos de esta película es no caer en la simpleza de presentar a los hombres como “el enemigo”. Ni todos los hombres son malos ni todas las mujeres son heroínas. Gayron acierta de pleno en el tratamiento que da en esta relación hombres-mujeres. Es una dirección muy al estilo “británico” sin que eso signifique nada peyorativo.
Película necesaria, por su mensaje y por mantener siempre presente la memoria histórica, no tan lejana, que es fundamental en el necesario progreso hacia la igualdad.
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