EL UNIVERSO DE OLIVER (Dir. Alexis Morante)

Año 1985. Óliver, un niño con una imaginación desbordante, se muda con su familia al rincón más al sur de Europa, justo cuando está a punto de pasar el Cometa Halley. Estos acontecimientos marcarán un antes y un después en la vida emocional de Óliver, que buscará en las estrellas la solución a sus problemas en el nuevo colegio, en el barrio y en casa. Para colmo, su abuelo, apodado “el majara”, se anima a ayudarle a interpretar el mensaje del cometa y dar un paso al frente en su nuevo universo.

Estamos ante un filme dirigido fundamentalmente a un público juvenil en la línea de E.T. y Regreso al futuro (véase el personaje del abuelo Gabriel) con guiños continuos a Harry Potter e incluso a Manolito Gafotas. Rodada en Algeciras, la acción se sitúa en Campo de Gibraltar en 1985 (acabadas descripciones del mundo laboral de la época), semanas antes del último avistamiento del cometa Halley. Oliver, que acaba de trasladarse con sus padres a la zona, se encuentra con las dificultades añadidas a su adolescencia que le supone un nuevo entorno: nuevo colegio, nuevo barrio (donde tendrá que relacionarse con gitanos) y, en su casa, un ambiente familiar enrarecido debido al paro de su padre.
Será gracias al abuelo Gabriel, concentrado en un mundo irreal basado en la astronomía y en el cometa Halley, que Oliver irá superando sus dificultades entrando a asumir la realidad de la muerte y la importancia de la amistad y del amor. El abuelo tratará de convencer a su nieto del papel fundamental del destino y del azar (lo que las estrellas nos dan y nos quitan), pero más allá de estos factores lo que ayudará sobre todo a Oliver será un proceso de maduración personal que tenga en cuenta el amor a la familia, el valor de la amistad, la solidaridad con los demás (en este caso, con sus vecinos gitanos).

Película bien realizada y ambientada, con ritmo vibrante, conmovedor en ocasiones, y que cuenta con muy buenas interpretaciones de María León, Salva Reina, Pedro Casablanc y el niño Rubén Fulgencio. A estos elementos se le añaden una ajustada música de Julio de la Rosa y una excelente fotografía de Carlos García de Dios. La película se demora muchas veces en un acercamiento más realista e intimista (las escenas familiares y el proceso de maduración del protagonista citado antes) con el que quiere equilibrar un excesivo despliegue de fantasía.

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Nota: La fotografía insertada es propiedad de su autor.

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