Descubrí el cine de Wim Wenders de la mano de las películas de Rainer Werner Fassbinder. Revisando en aquellos años lo que se denominó “nuevo cine alemán”, llegué a su cine del mismo modo que al de Wolker Schlöndorff o Margarethe von Trotta.
Y de aquella primera época de su cine me fascinaron obras como “Falso movimiento”, “Alicia en las ciudades”,“En el curso del tiempo” y “El amigo americano”.
También llegó su gran obra maestra en la ficción: “París-Texas” que fue, es y será una de mis películas preferidas.
El universo cinematográfico de Wenders en aquellos primeros años de su carrera era luminoso dentro de la profunda oscuridad en la que habitaban sus personajes. Seres desolados y en constante lucha interior. Era un cine que requería la total complicidad del público. Nació ahí un idilio que el director alemán supo mantener vivo con su talento y brillantez.
Con el tiempo, el cine de Wenders ha perdido fuerza. De vez en cuando llegaron algunas de sus nuevas películas, pero apenas tuvieron repercusión entre el público y, mucho menos, el reconocimiento favorable en la crítica internacional. Era, ES, un cine menor.
Únicamente en el documental, Wim Wenders ha sabido plasmar toda esa poesía inicial que acompañaba sus primeras producciones. “Buena Vista Social Club”, “Pina” y “La sal de la tierra” son buena prueba de ello.
Ahora llega a nuestras pantallas su última película, “Inmersión” (que inauguró la pasada edición del Festival I. de Cine de San Sebastián), que ha vuelto a ser otra decepción.
James More (James McAvoy) es un ingeniero hidráulico que ha sido tomado como rehén en Somalia por terroristas yihadistas, que sospechan que es un espía británico. Danielle ‘Danny’ Flinders (Alicia Vikander) es una biomatemática que trabaja en un proyecto de inmersión en las aguas más profundas de los océanos para demostrar su teoría sobre el origen de la vida en el planeta. Un año antes, James y Danny se conocieron en un hotel de la costa atlántica francesa y se enamoraron. Ahora, separados, Danny inicia una inmersión al fondo del océano sin saber si James sigue vivo.
Es una película sin magia, plana en demasiados momentos hasta llegar al aburrimiento. La historia que nos cuenta no atrapa y las interpretaciones son de muy bajo nivel.
¡Lástima¡ Al menos podía contarnos – simplemente – la historia de amor.
Lo mejor: la virtuosa B.S.O. del compositor español Fernando Velázquez.
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